Esas interminables tardes de domingo

Intercambio sus pulseras identificativas. La del abuelo pasa al rubio veinteañero; la de este, a la morena de ensortijada melena; en el niño de unos inocentes ocho años termina la de aquella.

Comenzó el derbi pero este incesante trasiego me permite sobrellevar otra guardia más. ¡Nunca me gustó el fútbol!
Escrito por José Antonio Barrionuevo

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