Sello propio
El legendario escritor, ya centenario, aguardaba su hora en la soledad de su casa. Su hija y su yerno lo visitaban, traían viandas y le pedían que firmara un libro tras otro. Ellos los recogían satisfechos mientras él sonreía, sabedor de que tras ese garabato se escondía la palabra "Cabrones".
Como la vida misma. Muy bueno.
ResponderEliminar¡Gracias!
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