Futuro imperfecto
Escuchar el crujido del avioncito bajo sus propios pies me hizo feliz. Después las lágrimas cocodrilianas de mi hermano y la facilidad de mamá para creer su versión me dibujaron un futuro mucho más triste: al día siguiente, y con el dinero de mi hucha, le comprarían otro más grande.
Cuantas veces nos hemos visto en la situación que cuentas Paloma, las versiones equivocadas de las madres a más de uno nos ha convertido en un falso culpable, sobre todo si tu hermano era el pequeño y sus lágrimas de cocodrilo eran tan convincentes.
ResponderEliminarMe ha encantado Paloma.
Besos.
Es verdad Javier, las madres a veces...
EliminarGracias por comentar.
Un beso.
Paloma, todos los que tenemos hermanos pequeños hemos vivido alguna vez la situación de tu relato. Si encima eres el mediano, la situación empeora.
ResponderEliminarHas conseguido sacarme una sonrisa al revivir mi infancia.
Me ha gustado mucho.
Besos
Me alegra haber sacado esa sonrisa! Muchas gracias por compartirla conmigo.
EliminarUn beso.
Qué pronto se aprende el poder de la injusticia. Poco hay que levante grandes pasiones, muchas más que la justicia; por la misma razón que es más intensa la indignación que el alivio.
ResponderEliminar¿La injusticia infligida por la injusticia sufrida es justicia? Difícil cuestión, por lo tanto -de forma inconsciente- solemos optar por aquello de: 'lo que es bueno para mí, es justo'.
Paloma, tu agudo relato se puede extrapolar a muchos pasajes de nuestra vida cotidiana. Me ha gustado.
Una abrazo.
Has escrito un comentario estupendo, gracias Antonio.
EliminarOtro para ti.
Con una simple anécdota infantil resumes los años de infancia junto a los hermanos que tanto se quieren cuando son adultos pero que en sus primeros años las trifulcas estaban a la orden del día.
ResponderEliminarUn beso, Paloma.
Pablo.
Claro que sí Pablo! Lo mucho que se les quiere cuando crecen a todos esos "Llorones convincentes de madres confiadas"
EliminarUn beso y gracias por comentar.
Muy bueno, Paloma. Esos futuros imperfectos, en algunos casos, rebasan la barrera de la infancia. Como tercera de cinco hermanos, no puedo estar más de acuerdo con Pilar, ahí te caen por todos lados. :) Un micro perfectamente narrado, felicidades y un beso.
ResponderEliminarCinco y en el medio...Eso, para mí que solo somos dos-y yo la mayor-, es ciencia ficción. Pero reconozco que a veces me habría encantado vivir rodeada de hermanos.
EliminarGracias por comentar Matrioska.
Besos.
Aunque yo soy la pequeña de seis hermanos reconozco que los mayores lo han tenido más difícil. No recuerdo vivencias como la que cuentas, pero sí haber tenido más libertad de movimiento y horario que mis hermanos mayores. Ellos nos abrieron camino a los menores. Muy interesante el tema que tocas y el título muy acertado. Saludos, Paloma.
ResponderEliminarGuau, seis y la pequeña...Debes tener todo un filón de historias.
EliminarEs cierto que los mayores abrimos puertas, horarios, y demás, y que aún así, no inventamos nada: eso debe estar escrito en alguna parte del códice de la hermandad.
Gracias por comentar Juana. Saludos.
Parece que esa pequeña maldad y crueldad entre hermanos le cuesta cara al protagonista, y de su propia hucha nada menos. Genial, como siempre nos regalas un relato redondo y escrito con maestría. Besos, Paloma.
ResponderEliminarEs que un pequeño resabiado y una mamá sobreprotectora con él pueden vaciar la hucha del más ahorrador, menos mal que los abuelos siempre están ahí para compensar el balance que sino...
ResponderEliminarQué amable eres Belén, qué amable.
Un abrazo.
Este niño resaltado le gasta una buena jugarreta a la hermana mayor, la que le abrirá puertas en su adolescencia y madurez. Lo más probable es que todo quede sepultado por el peso del cariño cuando sean mayores. De tres hermanas soy la mayor. A mí me respetaban, pero entre ellas dos (más iguales en edad) se producían altercados como el que nos cuentas. Nada que el tiempo no haya curado.
ResponderEliminarMuy bien contado,Paloma. Besos.
niño resabiado*
ResponderEliminarMe encanta el título de tu relato, Paloma. Lo fácil que sería entender los verbos con historias como la tuya.
ResponderEliminarUn abrazo
Otro ejemplo tuyo más para incluir en los manuales de cómo hacer un buen micro. Enhorabuena, Paloma.
ResponderEliminarUn abrazo.
El hermano pequeño juega sus armas y gana una batalla, pero apuesto a que también se acabará llevando algún coscorrón clandestino. Arrieritos somos...
ResponderEliminarSaludos, Paloma.
Se supone que una madre debería ser una juez ecuánime, con sabiduría innata, además, para percibir jugadas como la del hermanito, pero a veces, quizá de forma inconsciente, existen preferencias que terminan por manifestarse. Todos los tiempos verbales, incluido presente y pasado, son tan imperfectos como los humanos que los conjugan, nada que ver con la armonía de tus relatos, a la vista está.
ResponderEliminarUn abrazo
Un 50 que nos remonta a nuestra infancia, donde la justicia a veces se media por el valor de una lágrimas. Una hucha que todos rompimos en un momento con nuestro llanto contenido.
ResponderEliminarMe gusta tu manera de escribir Paloma, ya lo sabes.
Un beso preciosa.
El hermano muy resabiado ya le estaba enseñando una lección al otro y la madre no sé muy bien si fue imparcial ... Ay... Al final va a ser verdad aquello de que las madres tenemos la culpa de todo ...
ResponderEliminarMomentos de la infancia que se viven con amargura pero que a buen seguro traerán unas risas en un futuro imperfecto.
Besos Paloma.
Malu.
Muy "Hidalguiano", el golpe final, Paloma, para girar la historia.
ResponderEliminarUn abrazo
Espléndido cincuenta con título que no le va a la zaga y que es su complemento perfecto (ahora sí, no como ese futuro). Como comenta acertadamente Enrique Mochón un poco más arriba, un buen ejemplo de cómo se tiene que construir un microrrelato que nos cuente, además, una historia con calado.
ResponderEliminarVa mi me gusta, Paloma. ¡¡Enhorabuena!!
Un abrazo y nos seguimos leyendo.