De sí mismo
Nunca lo había hecho en público. Nunca. Eso lo podía asegurar pero... estaba viendo que en aquella ocasión no lo podría impedir.
A lo largo de su vida había acatado todas las normas. Desde la más abierta hasta la más estricta. Por eso enrojeció cuando soltó, allí, aquel tremendo eructo.
A lo largo de su vida había acatado todas las normas. Desde la más abierta hasta la más estricta. Por eso enrojeció cuando soltó, allí, aquel tremendo eructo.
La norma social marca tanto a según que personas que un simple acto cotidiano, fisiológico, común, puede representar una infracción en toda regla que pesa en el ánimo de quien la comete. Aunque enrojeció de vergüenza me imagino que se quedaría bien a gusto.
ResponderEliminarBien preparado el discurso previo que nos lleva a la flatulencia. Solo nos falta haberlo escuchado.
Saludos, Salvador.
Ja ja ja ja. Gracias, Manuel.
EliminarEstoy con Manuel. Quién decide que un eructo en un niño es aceptado y en un adulto, lo contrario. Por qué otras formas de liberarse de fluidos corporales como pueden ser sonarse o estonudar, sí y sacarse el cerumen o expeler gases por vía anal, no. Que alguien nos lo aclare. Muy bueno. Saludos.
ResponderEliminarSiempre hay quien establece patrones. Unos los siguen... otros, no. También hay quien no hace caso a ninguno.
EliminarSalvador hasta la palabra final de tu relato nos has tenido en vilo sin saber que es lo que iba a realizar tu protagonista, que norma iba a incumplir, mientras te leía mi imaginación maquinaba cualquier cosa, menos tu final que me ha sorprendido.
ResponderEliminarBuen relato Salvador.
Un abrazo.
Muchas gracias, Javier. Como ya sabes, me encanta llevar el relato así... con una pizca de intriga y sorprender siempre.
EliminarSalvador, lo a gusto que se quedaría tu protagonista. El rubor ya se le pasaría después.
ResponderEliminarOriginal tu relato.
Un abrazo.
Pablo.
Muchas gracias, Pablo. Esta vez he querido tratar un tema no muy usual en 50 Palabras. Me alegra saber que, cuando menos, has sonreído.
EliminarNos has hecho pensar que tu protagonista dudaba en transgredir una norma de tipo técnico, algún pequeño detalle, tal vez burocrático, pero se trataba de otra cosa, de un desahogo mal visto socialmente. Él, rojo de vergüenza; los demás, sorprendidos por una reacción natural, pero que nadie espera de quien normalmente la reprime en público. Alguna mirada de asombro, otras de reprobación, y luego cada cual a lo suyo. Desde luego, hay cosas peores de las que preocuparse.
ResponderEliminarUn abrazo, Salvador
Gracias, maestro. Tienes razón... hay cosas más graves que merecen la atención de la sociedad.
EliminarHola, Salvador,
ResponderEliminarHay que recordar para los antiguos romanos, amén de algunas otras culturas, eructar en la mesa era una muestra de cortesía. Esto demuestra que las pautas de comportamiento dependen mucho del contexto. Dicho lo anterior, espero que a tu personaje el enrojecimiento le pase pronto y disfrute de esta «transgresión». Peores, y menos naturales, pecados se han perdonado.
Un abrazo.
Lo malo es que se acostumbre a hacerlo en público. Sería un creador de "tendencias"... Ja ja ja ja. Un abrazo, Vicente.
EliminarSalvador, tu protagonista enrojece por incumplir una norma de cortesía. Cuánto deberían enrojecer quienes transgreden constantemente las normas éticas más elementales.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estoy de acuerdo con Carmen y el resto de compañeros. Lo que es admitido para unos es denostado, por otros. Así se demuestra la pura arbitrariedad de las normas sociales. Un tema interesante, Salvador.
ResponderEliminarUn abrazo.
Salvador, nos has hecho pensar en un relato con final feliz y resulta que la felicidad ha sido más bien fisiológica.
ResponderEliminarEn otras culturas lo ofensivo habría sido no hacerlo, pero claro en la nuestra es para sonrojarse...
Bien llevado el relato escondiendo la sorpresa hasta el final.
Buen contado.
Besos
¡Salud! Cuando las cosas salen así, de tan dentro de uno mismo, no se pueden reprimir, por muy respetuoso que sea uno con las normas establecidas. ;-) Felicidades por el micro, Salvador. Un beso.
ResponderEliminarGenial como siempre Salvador. Es divertido como la sociedad reprime hasta las mas simples y sencillas cosas de nuestro organismo. No me extraña que estemos tan enfermos físicamente.
ResponderEliminarSaludos eructados!!!