Toreador

La vuelta triunfal lo pilló con el paso cambiado cuando se enteró por un subalterno de la noticia:

Tu hijo...
Qué.
Que nació muerto.

Humilló como los toros bravos, lamió su boca el sudor ensangrentado de su mano y, por la puerta grande, sacudió la arena negra de sus zapatillas.
Escrito por Pepe Illarguia - Web

18 comentarios :

  1. El espíritu de torero o toreador, como titulas, lo lleva impregnado en su forma de ser. Ante tal noticia mantiene el tipo.
    Me gusta esas imágenes que utilizas de su reacción como si fuese un toro, y la frase final muy buena.
    Buen relato, Pepe.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Javier, con ese título quería rendir un homenaje a la ópera Carmen y su toreador, aunque quizá debí elegir otro más lorquiano A las cinco de la tarde.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Dicen que los toreros son de una raza aparte. Supongo que de vencer al miedo tantas tardes, uno acaba adoptando la pose de esfinge, entre reto y acatación, que es en el fondo la actitud "echá p´alante" del torero.
    Queda grabada, con imágenes soberbias en el relato, esa actitud estoica de quien se ata los machos y se viste por los pies.
    Un abrazo, Pepe.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Manuel por tus palabras, sin duda el miedo es algo que se debe superar en carne propia, quién no tiene aquellas reminiscencias de haber soñado con un toro negro, suelto por las calles, que luego los expertos dirán que es un recuerdo del padre. En ese enfrentamiento diario, a menudo olvidado, está la fuerza para seguir luchando en la vida, en la superación de todos los miedos.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. No soy nada taurino, pero no dejo de reconocer que es un mundo truculento y primitivo donde hierven todas las pasiones que nos emparientan con lo telúrico, con ese magma indescifrable del que hemos salido, aunque en el Génesis dicen que fue barro.
    Bien lo supieron muchos artistas, entre ellos Goya y Picasso que nos dejaron estupendas obras al respecto, y subyugados se sintieron por ese mundo escritores como Hemingway, así que no se le puede rechazar de un plumazo, por más que el suplicio al que se le somete al toro hiera la sensibilidad de muchas personas, entre las que me incluyo.
    Pero ese mundo, quizá como el del circo, ha dejado imágenes potentes y personajes míticos, como el Espartero con su frase: “Más cornás da el hambre”. O Belmonte, el cual, cuando Valle–Inclán le dijo: “Sólo te falta morir en la plaza”. Él contestó: “Se hará lo que pueda, don Ramón”.
    De esa pasta parece estar hecho el personaje de tu microcuento, el cual, en su estoicismo aprendido en multitud de alberos, se traga la amargura al conocer que su hijo ha nacido muerto, y cumple como se espera de él después de una gloriosa tarde que el destino quiso que acabase de forma funesta.
    Excelente microcuento, Pepe, que tiene el sabor acre de la tragedia. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué decir don Enrique después de tan bellas palabras, yo tampoco soy nada taurino, incluso diría que lo contrario, dejé de serlo una vez, en una feria de pueblo, dónde arrastraban con un tractor al animal, ya muerto, y en la misma carretera, al lado de la plaza los iban dejando, 4 toros 4. Quizá a mi admirado Fernando Sánchez Dragó le parezca que el culto atávico es más importante, y puede que lo sea, también lo era el culto a Isis y sin embargo ya no se castran los curas por amor a la diosa.
      Me gusta la relación que mencionas con el toreo de los grandes: el folklore de Goya, la fuerza de Picasso, la Fiesta de Hemingway, al que sin duda añadiría al soberbio Lorca y su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.
      Un abrazo.

      Eliminar
  4. Eso de "por la puerta grande sacudió la arena de sus zapatillas", es una imagen que lo dice todo del torero y de la historia del relato.
    Te deseo suerte, y te envío un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Maria Jesús, como suelen decir en el argot taurino "suerte maestro", o también "suerte y al toro".
      Un saludo.

      Eliminar
  5. Acostumbrado a lidiar (nunca mejor dicho) con la muerte, la que ha de esquivar y la que provoca en una profesión que emparentan con el arte, cuando tiene noticia de la de su propio hijo no parece hacerle demasiada mella, salvo por unos gestos muy toreros. Se podrá estar de acuerdo con lo que hace o no, pero no se puede negar que se trata de un personaje auténtico, que parece que no podría ejercer otro oficio que al que se dedica.
    Un abrazo, Pepe

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué gran verdad Ángel, no se podría dedicar a otra profesión, casi casi como el político, luego eso sí, alguna conferencia bien pagada. El torero de antes además participaba en tertulias con los intelectuales de moda, o se lucía con la Ava Gardner de turno.
      Creo que esa raza, la de los auténticos toreros se va perdiendo.
      Un abrazo.

      Eliminar
  6. Personaje impasible y no sé si también insensible este «toreador» que no ve la muerte de su hijo, que ni siquiera nace vivo, como un drama personal. Su reacción es la de una persona que da la sensación de haber perdido todo sentimiento, quizás por su continua exposición ante la muerte. Ese final con la sacudida de las zapatillas es muy visual e impactante.
    Enhorabuena, Pepe, por tu cincuenta y mucha suerte.
    Saludos muy cordiales.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que es más un acto de despecho, que es su forma de llorar, los toros bravos no se humillan ni siquiera si saben que van a morir. La arena negra está regada con su propia sangre, no se vuelve estéril. Ese es el drama.
      Gracias por tus palabras José Antonio, un abrazo.

      Eliminar
  7. Todo ser humano tiene su corazoncito y este "matador" no va a ser una excepción.
    Muy bien retratado, Pepe.
    Enhorabuena.
    Malu.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario Malu, aunque parece que en este país el que mata para divertir a la gente sea el malo de la película.

      Eliminar
  8. Cruenta batalla a la que se enfrenta el torero en esa tarde dramática. La muerte le tenía reservada su peor jugada, pero él cumplió en el ruedo. Genio y figura los del diestro.
    Aunque no soy nada taurina, te aplaudo la belleza y la fuerza del micro, Pepe. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Carmen, por esa fuerza que transmites. Un abrazo.

      Eliminar
  9. ¿Una vida por una vida? ¿El karma? Pero, ¿qué culpa tenía el pobre bebé?
    Duro microrrelato. Saludos, Pepe

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Plácido por tus amables palabras, prometo ser bueno en el próximo micro, un abrazo.

      Eliminar

Si no tienes cuenta, elige "Nombre/URL" en lugar de "Anónimo". ¡Gracias!