Se vende gran chalet. 6 dormitorios, jardín consolidado. Buen precio

Di un último paseo por la casa donde nací y crecí, y en la que lloré a mis padres. Y al pasar fui levantando una estela de conversaciones y risas que se asentó como polvo fino sobre los muebles familiares cubiertos con sábanas.

Se vende una parte de mi vida.
Escrito por Aurora Baeza

32 comentarios :

  1. Aurora, uno siempre que abandona una casa, por el motivo que sea, deja algo de cu vida en ella.
    Me gusta esa frase de la "estela de conversaciones y risas", es muy buena.
    Me ha gustado el relato.
    Un abrazo, Aurora.

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    1. Gracias por tu comentario, Javier. Te eché de menos el otro día en Madrid, me hubiera encantado conocerte. La próxima.
      Un abrazo, Au.

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  2. Me encanta, paisana. 😊. Has definido a la perfección el sentimiento de nostalgia que se posa en nosotros cuando algo que siempre será nuestro, pasa a manos de otro.
    Lo has contado precioso.
    El título es genial, casi tanto como tú, pero, claro, tú ganas por supuesto. 😉

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    1. Gracias Pablo, por tu comentario y por el halago. Cuando algo nuestro pasa a otras manos, en efecto, su falta nos mutila un poco y sentimos nostalgia de cuando éramos más completos.
      Se hizo corto el rato que charlamos... a la micro-reunión que hagáis en Sevilla, me apunto! Un abrazo, Au.

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  3. Has descrito perfectamente lo qué se siente, "se asentó como polvo fino sobre los muebles", una preciosa frase. Un beso.

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    1. Gracias por tu comentario Maite. Como podrás intuir, esa imagen parte de una situación real por la que pasé... Un abrazo, Au.

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  4. Aurora, muy poético. Has sabido expresar lo que se siente de una manera preciosa. Enhorabuena.
    Besos.

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    1. Gracias por tu comentario, Pilar. Me hubiera gustado conocerte el Sábado. A ver si la próxima.
      Un abrazo, Au.

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  5. Muy bueno, Au. Con un lenguaje preciso has expresado un sentimiento profundo, de esos que nunca se olvidan por muchos años que uno viva.
    Un abrazo, Au, y encantado de conocerte.

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    1. Gracias por tu comentario Isidro. Lo leo e intuyo que quizá hayas pasado por algo similar.
      Fue un placer conocerte, me quedé con ganas de charlar un rato más. Un abrazo, Au.

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  6. Ay, Aurora. Con el barullo que había no pude hablar contigo. Me hubiera gustado dejar un poso de risas y conversación, como en tu relato.
    En la próxima no te me escapas.
    Un abrazo.

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    1. Aaay, Patricia... Yo como novata en el grupo, estuve tratando de ordenar la voránige de caras, nombre y relatos que tenía en la cabeza y delante de mí. En la próxima te busco y echamos un rato charlando para ir formando nuestra propia estela.
      Gracias por tu comentario. Un abrazo, Au.

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  7. Lo que significa la casa propia sólo lo saben sus moradores.
    Aunque dicen que se es de donde se nace, tal vez sea más cierto que se es del lugar dónde se establece el "hogar"... que es un edificio vivo, que respira emociones.

    Buen relato,Aurora.Un abrazo


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    1. Tienes toda la razón... uno es de donde se hunden sus raíces y eso no siempre ocurre en sitio donde se nace. El concepto de hogar es el de algo vivo, e igual que los padres y la infancia, puede morir.
      Gracias por tu comentario. Un abrazo, Au.

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  8. Es un delicado travelling tu paseo por esta casa ensabanada. El relato tiene un poso profundo, siendo tan leve, tan sutil, tan quedo.
    El remate final hace girar el título y pone en venta lo que va con uno, lo que, aunque lo paguen, nadie puede comprar.
    Es una preciosidad de relato. Fino como la plata que borda el manto de la Macarena. Me ha encantao conocerte y hablar de Sevilla ese ratito. Olé por las tierras del Sur. Un beso, Aurora.

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    1. ¡Y olé por las del norte, mi querido irunés adoptivo! Gracias por tu comentario. Una sensación agridulce la de recoger la casa de tus padres... De altillos y armarios salen tomavistas y películas de súper 8, una pegatina de naranjito, vasos y platos ámbar de cuando el duralex era lo más de lo más, y por supuesto un traje de flamenca por la rodilla y con manga larga, que ya no se pondrían ni las alemanas que vienen de Erasmus 😄
      Gracias por tu comentario. Me encantó conocerte, en la próxima echamos otro buen rato. Un abrazo, Au.

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  9. Dicen que no debemos aferrarnos a las cosas, ni siquiera a las personas, pero no tenemos remedio, tampoco lo queremos tener, porque entonces no seríamos diferentes de las máquinas, tan previsibles y aburridas.
    Varias personas me dijeron, y yo estuve de acuerdo con ellas, en que conocerte fue muy grato.
    Un abrazo, Aurora

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    1. Gracias Ángel por tu comentario. Al final la cosa material es lo de menos, lo importante es el poder de evocación que tenga, y para mí, la casa de mis padres es una especie de "caja mágica" de la que puede resurgir mi infancia y mi juventud... lo que me distingue en efecto de una máquina.
      Para mí también fue muy grato conoceros (¡por fin! ya quise ir el año pasado y no pude). Me sentí muy cómoda en todo momento... está claro que aunque no os hubiera visto nunca, no estaba entre desconocidos. Un abrazo, Au.

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  10. Sylvia Bonilla15/1/18, 18:49

    Gracias Aurora, que lindo tu micro! Delicado y diáfano. Pintas muy bien la nostalgia y un momento muy difícil de la vida. Saludos,

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    1. Gracias por tu comentario, Sylvia.
      Un abrazo, Au.

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  11. Eduardo Martín Zurita15/1/18, 19:54

    Hola, Aurora.
    Es un texto grande el tuyo. No solo es vender la casa sino cosas con ella que tienen valor de afección, valor sentimental y que pesan más que la casa en su conjunto, pese a ser el sedimento de un polvillo físicamente. Vender los recuerdos, tan ligados a los sentimientos es muy duro. Es lo único que tenemos en realidad. Enhorabuena y un beso.

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    1. Gracias por tu comentario Eduardo. Los recuerdos a veces están tan íntimamente ligados a determinados bienes materiales, que venderlos parece un sacrilegio. Pero nuestros recuerdos no se van con ellas, nos acompañan siempre y son la base de quienes somos, ese polvo estratificado, capa sobre capa, memoria sobre memoria, es nuestra identidad misma.
      Un abrazo, Au.

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  12. Maria Galerna15/1/18, 21:15

    El apego, no ya a lo físico, sino a lo que nos recuerda. Eso es lo que nos une a las cosas.
    Una muy bonita manera de contarlo.
    Un saludo.

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    1. Gracias por tu comentario María. Eso es exactamente lo que quería transmitir. Los bienes materiales sólo catalizan nuestros recuerdos, pero el recuerdo está en nosotros y nos da forma.
      Un abrazo, Au.

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  13. Hace unos años tuve que vender una posesion familiar. En aquella casa habíamos vivido nuestra infancia, nuestros sueños. Me dolió tener que hacerlo, cada vez que paso por delante de ella la sigo sintiendo mía. Me has tocado el corazón con tu relato Au, un abracito muy fuerte.

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  14. Precioso relato sobre la nostalgia de lo que fue nuestro hogar, donde se posan con levedad los recuerdos que nos han hecho como somos.
    Muy bella está última mirada, Aurora. Un placer haberte conocido. Un beso.

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  15. Colocas la nostalgia sobre el lector al pasar la vista por tus frases, como ese polvo del pasado lo hace sobre las sábanas que ocultan los objetos desusados.
    La casa donde crecimos es nuestro segundo útero y venderla es colocar en el intangible trastero de la memoria los objetos que nos han acompañado; una parte de la vida.
    Has transmitido de forma extraordinaria ese profundo sentimiento que deja el desarraigo. Felicidades, Aurora.
    Se pasó el sábado sin tener la ocasión de siquiera saludarte. La próxima, no te escapas.
    Un abrazo.

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  16. Otros moradores llenarán de vivencias el lugar, pero las emociones, las risas y los llantos, ya han quedado grabados, como impronta, en cada rincón. El recuerdo siempre permanecerá. Muy buen relato, Aurora. Un abrazo.

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  17. Excelente cincuenta el que nos dejas, querida paisana recién-descubierta-en-la-quedada-del-fin-de-semana-pasado-donde-celebrábamos-además-los-cinco-años-del-nacimiento-de-este-rincón-literario-que-a-tan-buena-gente-reúne.

    Bromas aparte, amiga y paisana Aurora (Au), tu historia es de las que dejan huella por lo que cuentas y por cómo lo cuentas. El título, al límite de lo permitido (¡nueve palabras exactas y un número!), ya nos adelanta la trama, detrás de la que habita una vida entera, llena de recuerdos, creados y criados en una casa que ahora va a cambiar de manos, pero que continuará guardando el olor del anterior propietario. ¿O es propietaria? Creo, por lo que hablamos durante la quedada cincuentista, que la historia podría tener cierto trasfondo de vivencia personal, trasladada ahora al corsé de las cincuenta palabras (ya sabes, el título aparte) pero que, con un estilo impecable, eres capaz de implicarnos en ella como si fuera nuestra propia vivencia.

    Mis aplausos más sinceros y te digo lo que me gusta trasladar a todos los cincuentistas: nos seguimos leyendo, en mi caso con devoción por tus relatos. Y ahora más, que la cercanía del terruño siempre es un valor añadido. Por cierto, el día de la publicación de tu relato, como una coincidencia más, también apareció publicado el mío, al que ya he visto que has comentado. Luego te respondo.

    Un besazo y nos tenemos que volver a ver. Fue un placer esa coincidencia que nos tenía guardada el destino, siempre caprichoso, pero en esta ocasión, además, muy amable.

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  18. Esos anuncios por palabras que, normalmente, vemos en los periódicos y sobre los que pasamos distraídamente nuestra vista, guardan también sus pequeñas historias, o sus grandes historias, como tú has sabido descubrir. Y no es un tema baladí el de la relación que tienen las casas, los objetos, los espacios con nuestra vida y nuestra memoria.
    En lo que nos cuentas en estas cincuenta palabras de rigor, hay nada menos que toda una vida, pues muchos años de la existencia de la protagonista han transcurrido en ese chalet de seis dormitorios, allí ha tenido multitud de vivencias, algunos de ellas de enorme trascendencia, como la de la muerte de sus padres.
    Así que ese último paseo tiene algo de elegía, tiene algo de tragedia como las que se representan en los teatros, donde los personajes principales hacen un último recorrido por sus sentimientos más profundos ,y dicen alguna de esas frases trascendentes que luego se repiten cientos de veces a lo largo de los siglos en todas las latitudes y en innumerables escenarios.
    También tu personaje deja unas palabras memorables, con ese símil entre el inevitable polvo que hay en todas las casas y los recuerdos invisibles que las impregnan y cobran vida cuando alguien que ha habitado en ellas las recorre y se detiene aquí y allá, y queda encandilado por esas imágenes que surgen en su mente, por esas voces que vuelve a oír como si alguien hubiese puesto en funcionamiento un magnetófono.
    Por tanto, no sólo se vende un chalet, también se vende parte de una vida, esa vida que abrazamos con fuerza y a la que el paso del tiempo le va arrancado pedazos, por suerte, nunca llegamos a saber la magnitud de lo que hemos olvidado.
    Microcuento para la reflexión y la nostalgia, mis aplausos, Aurora, y un abrazo.

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  19. Cuánto engloba este pequeño gran micro, y qué bien expresado ese sentimiento de duelo. Bajo un impersonal anuncio de venta, bullen los recuerdos y vivencias que durante años guardaron esas paredes que cobijaron a una gran familia. Estoy pasando por ese trance en estos momentos y has hecho que se me salten las lágrimas, es muy duro tener que entrar en lo que un día fue una casa llena de vida y encontrarla oscura, fría y, sobre todo, en silencio. Felicidades, Aurora. Un beso.

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  20. Lo que para los demás puede quedar definido con las frías palabras del anuncio, para el personaje tiene unas connotaciones que quedan resumidas en esa última frase llena de fuerza. Relato con alma, Aurora.
    Enhorabuena y un abrazo. Todo un placer haberte conocido.

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