El estirón

Temblaba en la cama hacía semanas y esa tarde no paraba de vomitar. Su madre percibió el ardor de su frente al besarle. Recuperó el sismógrafo de su axila: cinco grados. Le arropó y dejó tebeos nuevos en la mesilla.

Cuando Hierro mejoró, había dado un estirón de once centímetros.
Escrito por Lola Pacheco

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