Una pastilla en la bebida
Amanecía en negro.
La resaca de la noche anterior le impedía encontrar una luz que la guiara por la senda de la memoria perdida.Una lágrima iluminó la venda que cubría sus ojos. Se atrevió a quitársela. Me vio a mí. Recordó. Y descubrió el horror.
Deseó que no hubiera amanecido.
La resaca de la noche anterior le impedía encontrar una luz que la guiara por la senda de la memoria perdida.Una lágrima iluminó la venda que cubría sus ojos. Se atrevió a quitársela. Me vio a mí. Recordó. Y descubrió el horror.
Deseó que no hubiera amanecido.
El relato de un viaje, con engaños, al país donde se pierde la voluntad., con un principio y un final que enlazan a la perfección con el título. Las tres líneas centrales aportan detalles de un infierno que aparece aún de forma difusa y termina por confirmarse.
ResponderEliminarYo a esto le llamo maestría en el contar.
Un abrazo, Fernando
Maestría la tuya, Ángel de los Ingenios... Ya quisiera yo tener una pizca de tu talento para el microrrelato.
EliminarUn abrazo.
Lo más terrible sucede en lo que no cuentas, sin embargo el preámbulo del horror está narrado con todos los ingredientes de un trhiller escalofriante.
ResponderEliminarSin duda, un gran relato de género. Saludos, Fernando.
Muchas gracias,Manuel. Esa era mi intención, generar horror con lo que no se cuenta. Si lo he conseguido me doy por satisfecho.
EliminarTerrorífico despertar, después de la pesadilla alucinógena, la imagen de quien lo ha provocado. El sentimiento de odio, debió ser muy grande. Se deduce de la forma en que está expuesto el relato. Lo que pasase después queda a la imaginación del lector.
ResponderEliminarTe felicito, Fernando
Muchas gracias por tu felicitación, María Jesús. Ojalá no nos veamos nunca en una situación como esa...
EliminarFernando, en 50 palabras has escrito una novela negra genial, el título me ha hecho decir: ¡ojo!
ResponderEliminarTus frases inicial y final, envuelven de forma extraordinaria la trama, está claro que el amanecer era lo último que debía haber ocurrido. Y luego está tu párrafo central, esa memoria perdida, esa venda y sobre todo estos tres verbos: "vio", "recordó" y "descubrió", con ellos defines y centras todo el relato.
Muy bueno, Fernando.
Un abrazo enorme.
Vaya, Javier, vamos a inventar un nuevo género, ¡la micronovela! Bromas aparte, te agradezco muchísimo tu comentario, preciso, certero y acertado. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Señor da Casa, acojonaíta me hallo. El horror que transmite su relato no estriba en lo que cuenta, sino en lo que deja a la imaginación del lector. Y la mía, es fecunda.
ResponderEliminarCreo que ya te lo dije una vez. Monseñor, beso a usted el anillo. (A ver si se me pega algo).
Jajaja, Condesa Richmond, tenga cuidado no vaya a ser que el anillo esconda doble (y envenenado) fondo...
EliminarPorque se refiere al pedrusco que llevo en el dedo, ¿verdad? Es que últimamente mi retorcida imaginación me juega escatológicas pasadas que... Mejor me callo.
En fin, a sus pies, milady.
Guau! El vello de punta. Está escrito de tal forma que el lector se mete en la piel del personaje y puede sentir su terror.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana Belén. Esa era mi intención, me alegro de haberlo conseguido.
EliminarMagistral! Impresionante...
ResponderEliminarJo, Galilea, me haces enrojecer...
EliminarMuchas gracias.
Y al tiempo que el pobre descubre el terror, también lo hacemos nosotros gracias a tu maestría a la hora de llevarnos sin sobresaltos evidentes a ese desenlace del que nos sentimos partícipes, ¿gracias? al narrador elegido. Enhorabuena y suerte, Fernando. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jesús. Todos llevamos un monstruo dentro, yo espero sacarlo solo como narrador de relatos... Espero no pasar de ahí.
EliminarAbrazos.
Terroríficamente bueno, Fernando.
ResponderEliminarLa próxima vez que salga de noche me lo pensaré dos veces antes de pedir una copa.
Un abrazo.
Asun, con esa gracia y arte que tú tienes no creo que nadie se atreva a hacerte nada malo... ¡me lo como!
EliminarAnda, disfruta de la Feria que ya queda poco para que empiece. Y tómate un par a mi salud.
Hay amaneceres en los que nunca deberían despertarse. Este es uno de ellos.
ResponderEliminarMagnifico como nos cuentas, sin casi decir la nada, la voluntad robada, la pesadilla que se hace realidad, el horror de saber y reconocer.
Fantástico Fernando.
Un beso grande
Muchísimas gracias, María Belén. Quería provocar miedo sin casi decir nada, como tan bien expresas.
EliminarMuchos besos... que espero poder darte en persona dentro de poco.
Por eso siempre nos lo decían nuestras madres, "cuidadito que hay gente que echa cosas en la bebida".
ResponderEliminarUna pesadilla nada más despertar, horror en la memoria y en ese amanecer.
Jolín, me da miedo...
Enhorabuena, señor escritor.
Un beso.
Malu.
Malu, has dado en el clavo: esa frase tan típica de abuelas y madres fue la que me inspiró este micro.
EliminarMe alegro de que te haya gustado, señora escritora.
Muchos besos.
Para pensarse. Y la cantidad de casos a diario como ese...muy buen relato para publicarse en los diarios. Un sañudo enorme Fernando.
ResponderEliminarMuchas gracias, Nala. Por desgracia, es más habitual de lo que imaginamos. Y jamás pensamos que algo así nos pueda ocurrir..
EliminarUn abrazo.
Horror en estado puro, Fernando. Es un acierto que hayas escogido al causante de esta pesadilla como narrador.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Muchas gracias, Carmen. Pensé que esa primera persona daría más fuerza al desenlace.
EliminarUn abrazo.
Estremecedor. Consigues que se palpe el horror. Tremendo. Buenísimo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. No pienses que voy poniendo pastillas a todas las personas que me encuentro, ¿eh?
EliminarSolo a algunas...
Da mucho miedo, pues lo imaginas y es peor. Muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Ese es el efecto que quería conseguir, no decir nada de lo que ocurre e imaginarlo todo.
EliminarUn abrazo.
Fernando, brutal relato, totalmente actual. Parece que ahora han sustituido la pastillita por la famosa Burundanga, pero con resultados igual de monstruosos.
ResponderEliminarQue el narrador sea el monstruo me ha parecido muy original.
Besos muy apretados.
Muchas gracias, Pilar. Conozco algún que otro caso de burundanga, es más habitual de lo que imaginamos, aunque no acabe siendo noticia porque solo la utilicen para robar... Me alegro de que te haya gustado.
EliminarMuchos besos.
Esa frase final, tan contundente, nos anticipa un horroroso panorama que apenas hemos podido vislumbrar en el párrafo anterior, eje central del cincuenta, que queda enmarcado por dos frases, incluida la ya citada, en las que el momento preciso del amanecer nos descubre una noche de fiesta que ha terminado de forma inesperada, eso sí, inducida por la ingesta de una bebida que iba acompañada por algo más que alcohol, como así nos desvela el título.
ResponderEliminarHistoria de un secuestro de una joven narrada por el propio secuestrador del que nos tememos lo peor y ahí es donde radica lo horripilante de este espléndido relato que nos dejas este mes, Fernando, porque imaginamos (o nos invitas a ello) que lo que viene tiene que ser, por fuerza, espeluznante.
Enhorabuena, más que merecida, y nos seguimos leyendo. Yo ya te adelanto que, por mi parte, con ansiosa espera, pero contenida, por leer tu próxima propuesta cincuentista.
Un abrazo con mi admiración.
Muchísimas gracias, José Antonio, por tu concienzudo examen de mi humilde cincuenta. Espero no defraudarte con el próximo... Que aún no he escrito, por cierto.
EliminarUn abrazo.
Parece que alguien ha tenido su última borrachera. Terrorífico lo que sugiere el final.
ResponderEliminarSaludos, Fernando
Muchas gracias por tu comentario, Plácido. Yo no me pondría en la piel de la víctima...
EliminarUn abrazo.
Lamentable lo de esas pastillitas... Eso sí, tu relato impecable.
ResponderEliminarUn saludo Fernando de casa.
Muchas gracias, Raquel.
EliminarBesos y abrazos.
Uf, potente y aterrador relato, de esos que se entienden muy ben al llegar al final, muy bueno Fernando.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, Jean.
EliminarUn abrazo.
De entrada, el título indica que nuestra perdición puede depender de un hecho nimio, de una circunstancia, quizá, banal. En este caso es una pastilla la que cambia el destino de la desdichada protagonista que, seguramente, ha pasado de una noche de fiesta a un infierno del que quizá no consiga escapar y, si lo hace, será con el alma hecha jirones.
ResponderEliminarTodo eso nos va llegando como una sucesión de flashes que nos van haciendo temer lo peor, desde ese amanecer en negro que ya indica el color que ha cubierto la existencia de la protagonista, hasta ese deseo de no desear ese nuevo amanecer; pero los astros nos entienden de nuestras angustias y siguen moviéndose por el espacio a velocidades de vértigo, al tiempo no hay quien lo pare, y tampoco se sabe quién lo parió.
Lo queda después de esa escena es toda una novela de horrores en la que uno puede imaginarse lo peor y quedarse corto.
Aturdido me ha dejado esa pastilla, espero no despertar mañana deseando no haberlo hecho.
Excelente el microcuento. Un abrazo.
Muchas gracias, Enrique. Me ha gustado eso de escapar con el alma hecha jirones... Quizá te lo copio para otro relato.
EliminarUn abrazo.
Desde el interior de la jaula de un sicópata cuentas el amanecer en el infierno, donde la memoria es la llave del horror y la muerte, un alivio.
ResponderEliminarAterrador, magnífico. Enhorabuena, Fernando.
Un saludo.
Muchas gracias, Antonio. Mi intención era esa, generar horror con lo no dicho en tan solo cincuenta palabras. Si lo he conseguido, me alegro un montón.
EliminarAbrazos y saludos.
Muy bueno, Frenando. La narración por parte del "malo" lo hace aún más sobrecogedor. Me parece asombroso que te adaptes tan bien al formato pequeño.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.