Loco amor

Mientras volteo la colina jadeando dejo caer una caracola. Aún me queda en el bolsillo un blíster y una tiza. Los ladridos se aproximan. Suelto la tiza y aminoro la velocidad.

Quizá mañana, cuando a mí también me hayan trepanado los sesos, ella pueda mirarme a la cara sin avergonzarse.
Escrito por Enrique Mochón Romera

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