El palacio del mar
Decidí abandonar la tierra para habitar el mar. Me recibieron los reyes de las aguas con aureola de dioses y tesoros humanos. Hileras de corales y perlas ornaban mi garganta. Nácar sobre mis uñas y aceite de ballena nutriendo mi piel de deseo.
Era hora de tiburones, preparaban su festín.
Era hora de tiburones, preparaban su festín.
Parecía que nos íbamos a encontrar inmersos en una historia de principes y dencellas, pero, por desgracia, la inclemente realidad tuvo que mostrar sus fauces. Suerte, María Jesús. Saludos.
ResponderEliminarGracias, mil.
EliminarSaludos
MªJesús de repente este cuento de hadas ha acabado mal. Nos has conducido en el primer párrafo por un mundo idílico y de ensoñación, pero la última frase nos deja helados. Como diría aquel en todas partes cuecen habas.
ResponderEliminarBuen relato con un final inesperado, enhorabuena.
Besos, MªJesús.
Agradezco mucho, tus buenas palabras.
EliminarSaludos afectuosos, Javier
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQué buen relato. Poéticamente lo llevas a uno a un reino subacuático y casi se siente uno un príncipe tritón entre princesas sirenas, para luego despertar con crudeza ante la realidad que no se es más que el próximo platillo suculento de tiburones. Felicidades Mª. Jesús.
ResponderEliminarTu generoso comentario me ha llegado al corazón, Alejandro.
EliminarSaludos virtuales.
M. Jesús nos llenas de fantasía bajo del mar, para de repente devolvernos a la cruda realidad, al ver que somos el menú de los escualos.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Besos apretados.
Pilar, me he tragado tu comentario sin respirar.
EliminarBesito virtual.
Qué manera tan sobresaliente de dar un vuelco en el relato, María Jesús. Al principio, todo parece un jardín de rosas: hileras de corales, aguas con aureola de dioses, perlas...
ResponderEliminarConforme vas avanzando en la lectura, el lector va descubriendo que no es oro todo lo que reluce y que la realidad se reducía a los preparativos para ser devorados por tiburones, ¡terrorífico!
Muy buen relato.
Besos
Me ha ruborizado tus alabanzas a mi relato.
EliminarMuchísimas gracias, Enrique
Muy buen relato, María Jesús. Nos transportas al fondo de los mares, con una visión idílica y soñadora del mismo, en la primera parte, pero nos das una bofetada de realidad, al final. Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo.
María José, Yo también te felicito por tus relatos llenos de sorpresas y buen humor.
EliminarBesitos virtuales.
Hola, María Jesús. Un relato bellísimo, lleno de colorido y con un profundo aroma a yodo que embriaga. Azul por los cuatro costados; naturaleza que invita a adentrarse en sus frescas aguas para dejarse todo lo malo en ellas... si no fuera porque no estamos solos precisamente. Nadar o bucear allí sería demasiado arriesgado para la vida /integridad física. Has mezclado los dos ambientes, el de paz y el de horror, dejando un sabor agridulce, más agrio que dulce. La única salida que le veo es que los tiburones sean selectivos a la hora de comer y no les guste tu protagonista.
ResponderEliminarMuy lindo. Me ha gustado mucho.
Besitos, guapetona.
Me hace ilusión haberte transportado al fondo del mar, matarile, rile., y que lo hayas disfrutado.
EliminarMás besitos para ti, María José
Hemos caído en la trampa como la protagonista. Adentrados en un fabuloso mundo submarino, descubrimos la realidad en toda su crudeza.
ResponderEliminarMagnífico relato, María Jesús. Felices vacaciones y un beso.
¡Qué bondadosa eres conmigo, Carmen!.
EliminarBesitos y buen verano.
De tu mano, acompañamos a tu protagonista a participar en un bellísimo ritual, ignorantes, como ella, de que se trataba de rendir tributo a los tiburones. Bien, muy bien nos la habéis jugado los reyes del mar y tú.
ResponderEliminarEnhorabuena, María Jesús.
Un abrazo.
Muy agradecida por emplear tu tiempo en comentarme.
EliminarFeliz verano, Georges
Habría que saber si al final te devoraron. El relato está muy bien, pero yo no voy al mar por si acaso.
ResponderEliminarUn abrazo delos dos.
Nunca lo sabrás, porque la "prota", es escurridiza como una anguila.
EliminarBesitos virtuales a "ambos dos"
Prisionero en un palacio de cristal. ¿Y quién no? Halagos y aplausos son siempre preámbulo del puñal traicionero. Engarzado como un joya preciosa, tu relato es un espejo para reflejar el perfil acerado de la sonrisa hipócrita.
ResponderEliminarun disfrute, Mª Jesús.
Me encantan tus comentarios, Manuel. Siempre extraes la más pura esencia del relato, para servirla en bandeja.
EliminarMillones de gracias.
Tu historia puede encajar en muchas circunstancias de la vida, en la actualidad los embaucadores son legión, quizá siempre lo han sido, pero ahora cuentan con unos fascinantes medios tecnológicos y, a la más mínima, te han llevado al huerto de sus intereses, al de esos tiburones cuyo alimento único es el beneficio sin límite, esos sobre quienes ya nos había advertido Adam Smith, pues su único lema, según dijo el economista y filósofo escocés, es: todo para nosotros y nada para los demás.
ResponderEliminarEl microcuento que has escrito podría ser un ‘antispot’ publicitario que nos aleccionara sobre todos esos anuncios que nos prometen el regreso al paraíso terrenal si compramos esto o lo otro, si invertimos aquí o allá, si nos vamos de vacaciones...
Luego viene la dentellada feroz, la orgía depredadora que no respeta nada, la ruina si nos hemos dejado convencer por sus cantos de sirena, la falta de perspectiva y de crítica con respecto al mundo en el que vivimos, donde nada es inocente, donde nuestro lujo y nuestro bienestar se sustentan sobre la explotación y la esclavitud de millones de individuos sin rostro de eso que se dio en llamar el Tercer Mundo.
Preciosa fábula que encierra una lección moral y un aviso para navegantes. Enhorabuena, María Jesús, un abrazo.
Para mí, es un orgullo que hayas sacado muchas conclusiones del micro. Creo que eso lo enriquece. Agradezco enormemente tu lectura.
EliminarSaludos afectuosos.
¿No te gusta ser el protagonista de un banquete? Ingrato.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos, María Jesús
Veo poquito de ironía en tu reflexión, pero me parece muy simpática.
EliminarSaludos para tí y tu tierra.
Un buen micro, pero queremos una segunda parte para saber qué pasó al final. Felicidades!!
ResponderEliminarTu coco, debe poner final. Ella está buenísima pero es muy lista... y sabe ahuyentar a los lobos,,, de mar.
EliminarSaludos cordiales,
Haces una ambientación preciosa que nos hace sumergirnos en ese palacio de ensueño, para de pronto vernos acorralados por esos hambrientos tiburones. Bien conseguida esa sorpresa final. Felicidades, María Jesús. Un beso.
ResponderEliminarMe ha hecho mucha ilusión tu comentario, Juana.
ResponderEliminarBesitos virtuales.
Brutal choque contra el oleaje de la realidad de una protagonista que persigue sueños almibarados. Los sueños a la medida de los deseos a menudo produce monstruos.
ResponderEliminarMuy buen plasmado el contraste, Mª jesús. Enhorabuena.
Un abrazo.