El premio
El calor de hogar que Adrián Expósito había soñado desde la Casa Cuna se desprende del café humeante, caricias de miel y flores de pasión que Kifi le ofrece.
Kifi entró en su vida cuando obtuvo el premio.
Adrián nunca encontró mejor compañía. Lo había creado para ser su robot.
Escrito por María Jesús Briones Arreba
Kifi entró en su vida cuando obtuvo el premio.
Adrián nunca encontró mejor compañía. Lo había creado para ser su robot.
Tu protagonista solo ha encontrado el calor del cariño en la frialdad de un robot. En el fondo un premio muy triste.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo, anónimo.
Otro abrazo y agradecimiento para ti, Javier.
Eliminar¡Ay carambas!
ResponderEliminarGeniales pinceladas de Sci-Fi con aroma de romance que no trasciende solamente las sutiles diferencias de raza, color y credo, sino de especie (si acaso a los robots con AI se les puede llamar una especie; no deberíamos, pero me gusta pensarlos así, en el futuro lejano).
Un abrazo. Bien logrado el relato.
Me encana tu interpretación, Alejandro.
ResponderEliminarUn saludo
No hay límites a los deseos del corazón, aunque sea necesario reinventar el mundo. Como anota Alejandro,geniales pinceladas de ciencia ficción.
ResponderEliminarGracias, Manuel.
ResponderEliminarComo siempre, tu opinión merece un imperio.
Bueno, el calor robótico es a veces mejor que el humano. Kifi, a diferencia de sus padres, no le abandonará.
ResponderEliminarSaludos
Puede ser una realidad futura.
ResponderEliminarSaludos