Equi-vocaciones
Doña Lourdes explicó ayer que los trapecios son cuadrados encogidos de hombros, en continua muestra de ignorancia, cuando no triángulos talados, circunstancia esta que hacían saber, enfáticamente, en cuanto tenían ocasión...
Aún podía leerse en la pizarra la fórmula de don Jacinto: 2 cuartetos + 2 tercetos = 1 soneto.
Aún podía leerse en la pizarra la fórmula de don Jacinto: 2 cuartetos + 2 tercetos = 1 soneto.
Empezando por un magistral título y continuando con un originalísimo argumento, muestras de nuevo, y van cincuenta y una veces, tu maestría.
ResponderEliminarEse aparente cambio de papeles de la profesora de matemáticas y el profesor de lengua es magistral. Quizá una muestra de sus auténticas vocaciones.
Dicen que todo está escrito, pero yo creo que no porque tú siempre eres capaz de rascar en tu ingenio y sacar algo único.
Enhorabuena por otro excelente Micromochón y aprovecho, ya que no pude hacerlo el mes pasado por el anonimato de los relatos, para darte mi felicitación por tu cincuenta “cincuenta” y, de paso, también por tu cincuenta y uno.
Un abrazo, genio.
Pablo
Como siempre, Pablo, tus elogios son totalmente desmedidos, aunque también como siempre me alegran bastante, jajaj. Esta es una historia que tenía ya escrita con otra forma, de la que no estaba muy satisfecho, y que ahora he reformado. Quizá me haya dejado llevar por el juego de palabras para darle título, pues bien mirado, y sobre todo en vista de las opiniones de otros compañeros, tal vez sus métodos no sean demasiado perjudiciales para el aprendizaje de los alumnos. Aunque sí que creo que ambos habrían disfrutado más con ese intercambio de materias que tú apuntas.
EliminarUn abrazo, genio, que tú sí que lo eres -y con papeles-, y muchas gracias por todo, incluida tu felicitación.
La de maestro es una de las profesiones más vocacionales que existen, nunca sabremos valorar lo importante que es su labor, siempre y cuando se haga con auténtica pasión y entrega. Tus dos profesores tienen intención de enseñar, pero su método pedagógico parece revelar que se ocupan de las materias que no les corresponden. Algo tan sencillo como cambiarse los papeles entre ellos puede que no lo sea, con el consiguiente perjuicio para ellos mismos y, lo que es peor, para los jóvenes alumnos.
ResponderEliminarUna muestra más de tu manera tan original de escarbar en la realidad para extraer buenas historias, contadas siempre de forma impecable. El amigo Pablo dice que ya llevas cincuenta y un "micromochones" en 50 Palabras. A mí me han sabido a poco.
Un abrazo fuerte, Enrique
Comparto totalmente tu opinión sobre la importancia de la labor de los maestros. El que los males de la sociedad, y del mundo en general, tienen mejor solución a través de la educación que de la represión, creo que es algo aceptado si no por todos sí por la inmensa mayoría. La intención de enseñar que, como tú bien dices, tienen estos dos maestros seguramente hace menos negativo el que ambos hayan elegido la carrera menos apropiada.
EliminarMuchas gracias, Ángel, por tu comentario y felicitación. Tu invariable amabilidad y generosa atención con el resto de compañeros, unidas a tu admirable capacidad creativa (entre otras muchísimas virtudes), hacen de ti alguien muy especial.
Un abrazo.
Desde el juego de palabras del título hasta el final de esas cincuenta palabras de rigor, por las reflexiones a las que induce, tu microcuento es un poco como el título de ese cuento de Borges El jardín de los senderos que se bifurcan, aunque en el cuento del escritor argentino el tema del mismo sea el tiempo.
ResponderEliminarUna de esas bifurcaciones sería la oposición tópica entre letras y ciencias, con la que, generalmente, quienes nos consideramos de letras nos defendemos cuando marramos estrepitosamente en alguna cuestión de números o ciencias, y hasta creo que ha habido mucho engreimiento por parte de la gente de letras hacia las ciencias, cuando hoy sobre todo las ciencias son una llanura casi infinita para que pasten en ella las imaginaciones más atrevidas.
Después está esa disyuntiva de la vida de cada cual entre intentar trabajar en lo que a uno le gusta o hacerlo en lo que nos permita ganarnos el pan; por desgracia, tal opción no se la pueden plantear muchas personas, algunos ni siquiera consiguen trabajar.
Luego, estaría también la responsabilidad de cada cual en su trabajo, aunque este no sea de nuestro agrado, pues otros pueden sufrir las consecuencias de nuestra desgana y nuestro pasotismo.
También está el alumno que es el narrador del cuento que juzga a esos dos maestros y es quien, con ese par de pinceladas, nos induce a que nos hagamos una idea de ellos.
Dicho lo cual, esos dos profesores que aparecen en tu microcuento pueden estar más cerca el uno del otro de lo que piensan, y ellos mismos, en sus métodos de enseñanza así lo dan a entender, quizá sólo les haría falta ampliar sus inquietudes intelectuales, pues saber algo de ciencias a los de letras les puede resultar sumamente beneficioso y viceversa. De hecho, todos los grandes científicos tienen una gran imaginación, y ese suele ser el primer paso antes de sacar todos sus armas de fórmulas y esquemas para ahondar en los misterios de la naturaleza.
En definitiva, una muy buena historia con muchos matices y muchos hilos de los que tirar. Un placer leerte, tocayo. Un abrazo.
El placer es mío por recibir tus cometarios, Tocayo.
EliminarAbordas el tema tratado desde todas sus variantes, casi tantas como la vida nos ofrece, poniendo de relieve lo azarosa que es nuestra peripecia a través de ella y cómo nuestras decisiones, circunstancias, aptitudes y actitudes pueden influir en nuestro camino y en el de los que en él nos crucemos.
Dentro de ese despropósito en los papeles educativos que cada uno desempeña, y que para algunas personas no supondría inconveniente (dadas esas características que ambas disciplinas comparten, como tú bien dices), diría que la disposición de estos dos maestros es la adecuada, pues parece que si bien a su modo cada uno lo hace lo mejor que sabe, y estoy de acuerdo también en que tanto ciencias como letras saldrían ganando con la aplicación intercambiaba o sumada de sus métodos.
Muchas gracias por todo, Enrique. Lo dejo aquí, aunque podría extenderme mucho más para responder adecuadamente a tus como siempre interesantes palabras.
Un abrazo.
Los dos profesores son auténticos vocacionales. Lo único extraño en ellos es la afición a las metáforas en la profesora de matemáticas y a las fórmulas en el de literatura. Necesitan tomar más de un café juntos en la sala de profesores y coordinar sus programaciones. Seguro que ellos y sus alumnos saldrán beneficiados.
ResponderEliminarTuve un compañero apasionado de las matemáticas que decía, por ejemplo, que un teorema determinado era elegante, sorprendiendo a los chavales. Seguro que no lo olvidan.
Muy ingenioso, Enrique. Un fuerte abrazo.
En efecto, Carmen. Como le decía a Pablo arriba, algunos de vuestros comentarios me han hecho ver que el título del relato, fuera del juego que ofrecía, no es del todo acertado. Sin duda estos dos maestros pueden enriquecer la materia que imparten, e incluso hacerla menos aburrida y más interesante para los alumnos, con esas aptitudes naturales que atesoran, siempre, eso sí, que lo hagan de modo equilibrado.
EliminarMuchas gracias por todo. Muy acertados siempre tus análisis, ¡eh! ;-).
Un abrazo.
Somos muchos quienes probablemente nos equivocamos al no seguir nuestra vocación, dejando de lado lo que nos da placer y optando por lo que nos promete un buen ingreso económico. Y nunca sabremos si hicimos la elección correcta.
ResponderEliminarPero es claro que tus personajes, docentes de alma, siguieron su vocación. Lo que ignoramos es por qué fueron a dar a la materia equivocada. Me temo que en estos casos, la culpable suele ser la burocracia.
Enhorabuena, Enrique, tu especial mirada a la realidad vuelve a brindarnos un estupendo relato.
Abrazo.
Son tantas las circunstancias que pueden influir en que hagamos una u otra cosa con nuestra vida, algunas desapercibidas por nosotros, que supongo que solo en unos pocos casos serán producto en su totalidad de nuestra libre voluntad. Seguramente habrá veces en que ese destino no elegido por nosotros sea mejor que el deseado. Vete a saber. Lo importante siempre es jugar las cartas que nos tocan del mejor modo posible.
EliminarMuchas gracias por todo, Georges.
Un abrazo.
A veces, la vida te aboca a dar un bocado al trozo de pastel que no trae la guinda. No importa, la felicidad la llevamos dentro. Tus personajes han conseguido extraer matemáticas de la literatura o exprimir metáforas de la geometría, demostrando que nada es estático y que hay tantas cosas interconectadas como queramos descubrir y que la felicidad es equidistante entre nuestra voluntad y cualquier afición.
ResponderEliminarTus relatos tienen alma, Enrique. No solo por su originalidad y exquisitez en la redacción, sobre todo por esa sensación de saciedad que consigues irradiar al final de su lectura.
Una vez más, un micro excelente, compañero.
Un abrazo.
Pues sí, Antonio. Sobre todo cuando no tenemos otra opción, la felicidad que logremos depende en gran parte de nosotros y de nuestra actitud ante la realidad. Me gusta mucho el ejemplo del trozo de tarta sin guinda. Quizá la clave esté en eso, en tener buena boca para la vida, y echarle además un poco de imaginación para aceptar y mejorar lo ineludible o intentar cambiar aquello que no lo es.
EliminarEn cuanto a lo que dices de mis relatos, ya sabes que tus palabras siempre me estimulan mucho, aunque también es verdad que me dejan como en deuda. Muchas gracias por todo, compañero.
Un abrazo.
Siempre que te leo, Enrique me sorprendes.
ResponderEliminar¡Cuánta originalidad! Y qué bien lo has contado y planteado. Así es más fácil para quien enseña y para quien aprende.
Mucha suerte
Besicos
Creo que una de las claves para enseñar bien está en explicar las cosas como a ti te gustaría que te lo hicieran. Estos maestros, dentro del inconveniente que supone haber elegido la materia menos adecuada a sus gustos, parece que hacen su trabajo con la mejor de las voluntades, por lo que supongo que sus alumnos aprenderán lo necesario.
EliminarMuchas gracias por todo, Carmen. Intentaré no sorprenderte nunca en sentido negativo, ;-).
Un abrazo y besicos.
Inesperado, original e inteligente final, para una historia de aprendizaje.
ResponderEliminarMi enhorabuena, Enrique.
Saludos afectuosos.
Muchas gracias, María Jesús. Aprecio mucho tu valoración.
EliminarAfectuosos saludos.
¡Qué envidia tener esos profes! ¡Y qué inventiva la tuya! Genial, Enrique. Enhorabuena y un abrazo.
ResponderEliminarYa verás que al final tendré que pedir a Álex que cambie el título al relato. Porque me estáis haciendo ver que lo que había planteado como un despropósito, bien llevado, quizá acabe siendo un aliciente que enriquezca las clases.
EliminarMuchas gracias, Juana.
Un abrazo.
Una curiosa pedagogía y un buen micro.
ResponderEliminarSaludos, Enrique
El caso es que esas criaturas puedan sacar algo en limpio de las clases que reciben. Si el experimento, aunque accidental, funciona, habrá que tenerlo en cuenta.
EliminarMuchas gracias, Plácido.
Saludos.
Un buen micro Enrique, me ha llevado a la infancia, a la escuela y aquella maestra que apenas entrar ya tenía ganas por salir. Su afán eran que vivieramos en la naturaleza lo que nos enseñaban los libros. Hay que tener una gran vocación para ser un buen maestro, la mejor profesión del mundo, porque de ella provendrán todas las demás. Un abrazo amigo Enrique.
ResponderEliminarCuanto me gusta eso que dices de la profesión de maestro. El caso es que a mí me habría gustado serlo, aunque me di cuenta demasiado tarde. Yo suelo decir (algunos dirán que soy un poco pesado con ello) que la función de un buen maestro es más importante que la de un montón de policías. Espero que algún día se apueste por la educación con la determinación que ello merece.
EliminarMuchas gracias, Carmen.
Un abrazo.
En este caso la X no es una incógnita, sino la certeza de que en la encrucijada no elegimos el camino correcto, o bien, que impulsados por las circunstancias nos hallamos en distinta situación de vida de la que nos gustaría.
ResponderEliminarAnte ello hay dos fórmulas cuando menos para actuar. La una nos la cuentas con este magnífico relato donde un ágil quiebro dibuja la recambolesca cuadratura del círculo a la que se ven sometidos dos profesores ante la tesitura de enseñar aquello para lo que no están preparados; la otra, es aquella en la que el profesor de turno toma la materia en cuestión y, sea más o menos de su agrado, le aplica didácticas activas, la dinamiza y acaba gustándole a él o a ella, tanto como acaba gustándole a los alumnos. Cuestión de posicionarse en el lado proactivo o reactivo de la educación. Esta última es la que yo he vivido como experiencia propia. Siendo mi formación de letras, acabé enseñando también matemáticas, y no fue doloroso, no, sino dichoso, para mí a para los que fueron mis alumnos. Palabra de profe.
Disculpa que te haya dado tanta torra, pero es que tus micros y tu persona me vais resultando cercanos y, uno en confianza, acaba hablando por los codos.
Un abrazo grande, Enrique, chispazo de micro genial.
Nada que disculpar, por favor, Manuel, al contrario; encantado de que dediques algo de tu tiempo a compartir tus siempre valiosas palabras conmigo.
ResponderEliminarLa idea de esta historia era la de exponer simplemente está situación de incoherencia entre la materia escogida por cada uno de estos educadores y su natural inclinación. Pero entre todos me habéis hecho ver que no es tan sencillo, pues puede haber buena aceptación por parte del alumnado tanto en casos como el que expongo como en el que tú cuentas como propio, este último evidentemente más deseable en cuanto, además de explicar a los alumnos todo lo necesario, las clases pueden resultar enriquecidas con ese plus que aporta la visión de la asignatura con una mirada más amplia. La cosa es que siempre me ha llamado la atención esa diferenciación entre ciencias y letras, cuando a mí, y creo que también es tu caso, ambas gustan por igual.
Muchas gracias, Manuel. Un privilegio recibir tus comentarios, generosos e interesantes a partes iguales.
Un abrazo.
Las vocaciones, las equivocaciones, la docencia... ay, Enrique, me has dado en el clavo. Tanto y tanto por hablar del tema... Coincido plenamente con Manuel. Y ya hablaremos largo y tendido cuando tengamos la oportunidad de vernos en persona.
ResponderEliminarUn beso grande, me encanta el micro.
Malu.
Muchas gracias, Malu. Sí que es un tema que da para hablar. Te tomo la palabra, así que ve haciéndome un hueco en tu tarjeta de baile, ;-).
EliminarOtro beso grande para ti.
Y hasta pronto.
Que ingenioso tu relato, haces que parezca fácil serlo además. Desde el título, hasta la última letra escrita en esa pizarra rezuma costumbrismo, nostalgia por los días escolares ya pasados, y mucha fuerza narrativa. El argumento es sencillamente perfecto, encaja a la perfección con sus 50 palabras, como anillo al dedo. Por otro lado, yo soy muy de la sinestesia, de la fusión, del mezclar... Lo mismo no están equi-vocados, sino didácticamente supra - evolucionados. Enhorabuena por tu relato.
ResponderEliminarUn abrazo Enrique.
Gran comentario, Raquel. Muchas gracias por todo lo bueno que me dices. Y estoy de acuerdo contigo, sobre todo después de leer tu opinión y la de algunos compañeros, en que tal vez la situación no sea tan negativa, sino todo lo contrario.
EliminarOtro abrazo para ti.