Siete vidas tiene un gato
Dos perdí en guerras sin sentido. La tercera, buscando reconocimiento ajeno. Tras el brillo del Dorado, apagué otras dos. Más la que te quedaste en propiedad al abandonarme, seis.
Solo una me resta ya. Con la piel marchita y arrugas en el alma, envaino las uñas y corro a vivirla.
Solo una me resta ya. Con la piel marchita y arrugas en el alma, envaino las uñas y corro a vivirla.
"...seis vidas ya he quemado y esta última la quiero vivir...". Cuando le vemos las "orejas" a La Parca, nos entra la prisa...
ResponderEliminarMuy bien explicado ese perder el tiempo.
Un saludo, Salvador.
Hola, Salvador.
ResponderEliminarEl tiempo pasa en un verbo y, como quien no quiere la cosa, la vida que nos parecía tan larga parece como que fuera a caducar en un momento. Cuando sentimos eso nos entran ganas de vivir aunque sea a destiempo, con "la piel marchita y arrugas en el alma". De nada nos sirve ya el tiempo seguramente malgastado. "A vivir, a vivir, que la vida no es medida ni porvenir", canta Aute. Hasta el rabo todo es toro. El que no se conforma es porque no quiere: siempre se está a tiempo de vivir con mayúsculas, que viene suceder cuando el alma, la razón y el corazón se dan la mano, casi nada.
Un gran texto, como tuyo que es, que merece mi más encendido elogio.
Feliz verano y siempre. Un fuerte abrazo.
Extraordinario micro, pleno de fuerza y sensibilidad. Todo un acierto recurrir a las siete vidas del gato para plasmar el paso de ese "tiempo perdido" (lo entrecomillo porque, hasta cuando percibimos el tiempo como perdido, algo hemos aprendido en el camino... que nos hace valorarlo más.
ResponderEliminarUna suerte de "Carpe diem" fabuloso que invita a vivir, vivir , vivir...
Enhorabuena y felicidad vital
Está claro que la vida mejor es la que nos resta por vivir. Ni un segundo que perder en mirar atrás para intentar dar cupo al medio vaso, lleno o vacío. El presente de tu relato es una invitación en toda regla a vivir sin demora escrito con el ingenio que te caracteriza.
ResponderEliminarUn abrazo, Salvador.
Quizá tenga que ser así, que nos demos cuenta de muchas cosas cuando ya es demasiado tarde o, como poco, que hayamos malgastado gran parte de nuestra vida en saberlo. En el caso de tu personaje parece que la única que ha perdido por causas ajenas a su voluntad es la que ella se llevó, aunque tampoco podríamos afirmarlo con certeza. Solo podemos desearle que aproveche muy bien esta última, aunque seguramente sí que lo hará.
ResponderEliminarMuy bueno, Salvador.
Un abrazo.
Quién pudiera tener en verdad siete vidas y más, para aprender mientras las ponemos en riesgo o las perdemos en vanos y absurdos afanes. El problema es que solo tenemos una, que mengua de manera constante, por lo que merece vivirse de la forma más intensa y menos problemática posible. Tu personaje gatuno así lo ha entendido finalmente. Deberíamos aprenderlo todos.
ResponderEliminarUn abrazo, Salvador
Qué preciosidad de texto, Salvador. Nunca es tarde para aprender a vivir la vida. Esta vida, llena de momentos felices y amargos. A veces, nos consumen los problemas, las malas rachas, los palos que recibimos por diferentes sitios, y eso nos impide disfrutar del regalo que es existir. Felicidades, Salvador. Un micro lindo, que te lleva a replantearte si tu filosofía de vida es la correcta. Buen fin de verano.
ResponderEliminarBesitos.
Compañeros, muchísimas gracias por vuestras palabras. La vida nos lleva por caminos polvorientos, vamos quemando el tiempo con metas estériles que no nos aportan nada. Un placer, como siempre, vuestros comentarios. Abrazos.
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