Viviré mi vida vivida
Comencé la carta escribiendo: ¡Hola... yo!
Iría dirigida a mí pero... cuarenta y dos años atrás. Posiblemente, la letra, me resultaría familiar. Tan parecida a la, entonces, "suyamía".
No sé qué mentiras decirme para llegar vivo hasta el día de hoy.
Seguramente lo deje así: ¡Hola... yo!
Será lo mejor.
Iría dirigida a mí pero... cuarenta y dos años atrás. Posiblemente, la letra, me resultaría familiar. Tan parecida a la, entonces, "suyamía".
No sé qué mentiras decirme para llegar vivo hasta el día de hoy.
Seguramente lo deje así: ¡Hola... yo!
Será lo mejor.
¿Y qué te dices en la carta? Qué dilema más interesante. ¿Qué nos diríamos a nosotros mismos si pudiéramos, después de saber lo que nos ha pasado y las consecuencias que tendrán nuestros actos? Y más aún, ¿nos haríamos caso?
ResponderEliminarPara ti, la margarita que alegra el temblor de la incertidumbre.
La vida, ese rosario de vivencias, casi sarmientos retorcidos en ocasiones, se puede contar, se puede poner como ejemplo para otros, pero... por desgracia o por suerte, estamos condenados a vivirla... entera y sin psliativos... sin anestesia. Sobran los consejos... incluso los nuestros.
EliminarCreo que, a pesar de poner todo nuestro esfuerzo en convencer a nuestro propio "yo", no nos haríamos caso.
Muchas gracias, Maestra, por la margarita, flor luminosa en el verde del campo y en la sobriedad de los balcones.
Un relato para reflexionar con YO.
ResponderEliminarManuela, yo me sentaré con él/migo dentro de un ratito. Ya te contaré.
EliminarMe encanta el título, ¡perfecto! Y el relato. Y la reflexión a la que invita. También el texto de la carta; no podría ser mejor: Hola, yo (para qué añadir algo más). Enhorabuena, Salvador! Saludos!
ResponderEliminarAgradecid, Loli por este encantamiento global. Tienes razón... es para reflexionar.
ResponderEliminarMuy original este mensaje que desdobla al protagonista en dos etapas tan distanciadas de la vida, Mejor no mentirse a sí mismo y aceptar los avatares que le ha deparado la experiencia.
ResponderEliminarGran invitación a la introspección. Ahora mismo no sé qué le diría a alguien que tal vez fui. Un fuerte abrazo, Salvador.
Nuestro "Yo" actual posee unas vivencias de las que carecíamos en nuestra juventud. Seguramente nos inclinaríamos a prevenirnos, a avisarnos... pero entonces... quizás no hubiésemos "vivido" lo mismo. Si nuestra vida actual fuese desastrosa... ¿qué nos diríamos para no llegar a este presente?
ResponderEliminarYo opté por vivir mi vida tal como la he vivido. Gracias, Carmen.
Un relato fascinante, Salvador. Escribirse por carta con uno mismo, con el yo de ayer, asume las paradojas de lo cuántico y nos instala no sólo en lo fantástico, sino sencillamente, en la maravilla.
ResponderEliminarEnhorabuena. Un abrazo.
Manuel, independientemente de lo escrito, siempre me gustó jugar a navegar en el tiempo, soñar con posibilidades fantásticas y maravillosas que me hiciesen más feliz de lo que soy.
ResponderEliminarQue una persona determine escribirse y al mismo tiempo se crea que llegará/habría llegado a su pasado una carta... me maravilla a mí también. Es extraño que si ha sucedido o está sucediendo... nadie lo haya refrendado con pruebas. Y, si ha pasado... quizás le haya ocurrido como a mi personaje y haya optado por dejarnos vivir nuestras vidas. Gracias por tu comentario.
La tiranía que impone el paso del tiempo sólo nos deja la imaginación para combatirla. No hay posibilidad de recuperar ni un sólo segundo, y lo que queda de lo vivido se va almacenando de mala manera en el cerebro, es lo que llamamos recuerdos, pero que, y lo comprobamos cuando varias personas que han vivido un mismo hecho se ponen a evocarlo, suelen ser bastante poco de fiar; son como fotografías borrosas, como películas en mal estado, y supongo que nos quedaríamos estupefactos si pudiésemos trasladarnos a una época pretérita de nuestra vida y vernos hablar, actuar, ver la casa en la que vivimos, los objetos ya olvidados, etcétera.
ResponderEliminarDe momento, tal viaje es imposible, sólo queda la fantasía, la literatura, como has hecho tú en esta carta que le has escrito a un yo tuyo de hace cuarenta y dos años. Esa fantasía también resulta curiosa, ¿de qué hablaríamos con ese individuo que seríamos nosotros y no seríamos nosotros?
Por un lado, estaría ese yo que desconoce todo su futuro, y por el otro, el otro yo que lo conoce. ¿Cómo sería ese diálogo? ¿El yo futuro querría mostrar su superioridad de conocimientos? Pero el yo del pasado también le podría recordar todas las cosas que ha olvidado, incluso las traiciones que les ha hecho a muchos de sus ideales. Habría fricción entre los dos yoes, discutirían, quizá hasta acabasen enfadados. ¡Cuántas paradojas en ese encuentro de nuestros yoes!
Espinoso asunto, tal es así, que el yo futuro de tu relato decide dejarlo todo en un saludo al comprender que ese abismo de tiempo es insalvable.
Desasosegante la hipótesis que propones, Salvador. Un abrazo.
Enrique, me encanta tu teoría/visión de los recuerdos. Tu enfrentamiento entre los dos "yoes" es muy creíble, además de por la diferencia generacional, por el cúmulo de contradicciones en las que podríamos entrar con nuestro pasado.
ResponderEliminarAunque no sea posible comunicarnos en el pasado con nosotros mismos.. este texto indica que el "yo" actual podría haber cometido desmanes de los que, hoy, se arrepentiría pero sabe que con cuarenta y dos años menos, no tendría en cuenta consejos de nadie... ni de él/yo mismo. Muchas gracias.
¿Cómo explicarme cómo vivir de nuevo una vida ya vivida?, sin los errores que me han hecho apreciar el sabor de la tierra que he pisado, sin los aciertos que me muestren que se puede dibujar sobre el cielo.
ResponderEliminarSi tuviera la oportunidad, haría lo mismo que tu protagonista, saludarme con respeto y como mucho, desearme la misma suerte que he tenido.
Maravilloso relato, Salvador. Enhorabuena.
Aquí te dejo una canción que habla sobre este tema. Espero que te guste.
https://www.youtube.com/watch?v=n2qICHoBv48
Muchas gracias por tu comentario, Antonio.
ResponderEliminarNo conocía la canción. La vida del protagonista de ella es mucho más fructífera que la del mío. La de este parece ser más amarga. En la canción aparece el lado paternalista que tanto nos acompaña a los entrados ya en ciertas décadas. ¡Ojalá el mío hubiera podido aportarle/se tanto!
Me encantan tus expresiones... "el sabor de la tierra que piso"... "dibujar sobre el cielo"... son geniales.