Pito
Pito presumía de su nombre ante todo el mundo. Siempre le habían llamado así, desde que nació. La gente que no lo conocía se mofaba. Él se sentía orgulloso de ser diferente. Por eso, Pito jamás podría comprender que, en el día de su entierro, lo convirtieran en don Agapito.
Hola, María José. Nos dejas, en su aparente sencillez, un relato con múltiples facetas en las que fijarnos y que nos permite reflexionar sobre diferentes asuntos: ¿uno es lo que es, por deseo de otros o por las circunstancias, o es lo que ese uno quiere (si puede o le dejan)? ¿Por qué determinadas palabras (en este caso) "suenan" mal y pueden generar burla? ¿Quién decide eso? ¿Por qué los deseos de uno, al morir, en demasiadas ocasiones no le importan nada a los que se quedan? ¿El simple hecho de añadir un "don" a nuestro nombre ya nos engrandece, aunque seamos unos indeseables?... Genial, María José. Besos y suerte.
ResponderEliminarSiempre hay que estar orgulloso de uno mismo, tener amor propio y compartir la vida con aquellos que disfrutan de nuestra compañía.
ResponderEliminarUn beso compañera
Pues yo tampoco lo entiendo, porque ese "Don Agapito", crea lejanía. Sin embargo seguro que, aunque se mofaran de él, con Pito tenía mas amigos.
ResponderEliminarLo que revuelven los nombres...
Muy bueno. Feliz 2019. Besotes
Perfecto que en vida Pito mantuviera el nombre que le gustaba. Lo que no se entiende es que una vez muerto sus allegados no se lo mantuvieran. Quizá pensaron que no quedaba "serio", pero ¿qué mejor que conservar el nombre que él usaba para recordarlo en esos días?
ResponderEliminarUn relato que nos muestra que cada uno debe ser como quiera ser, especialmente en las diferencias, y los demás deben aprender a respetarlo.
Un beso, M.José.
Carme.