Y feneció Venancio cuando contaba 134 primaveras, acompañado por algún familiar, la enfermera y un señor de Guinness.
—¡Bienvenido al Cielo, hermano!
—¿O sea que no estoy muerto?
—¡En absoluto! Aquí vivirás para siempre, rodeado de...
Mas debió interrumpirse el señor, contrariado por el repentino suicidio del bueno de Venancio.
Escrito por Álex Garaizar