Reconstrucción

Sólo me quedaban tres horas. Dios me había dado setenta y dos para reconstruir aquel templo, mientras Dalila, mi esposa arrepentida, me iba devolviendo pelo a pelo toda mi fuerza.

Empecé por el tejado. Ya sólo me quedaban las columnas. El principio.

Pensé: "¿Aguantaría tres horas sin volver a discutir?".
Escrito por Gil Hernando de Santiago

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