Acoso escolar

Ya no más "gafotas", ya no más "niña gorda", ya no más burlas, ni insultos, ni puñetazos, ni patadas, ya no más angustias. Allá abajo, las olas rompen contra las rocas, el día es claro y hermoso. Sólo dejarme caer, sólo un breve vuelo y todas mis torturas se acabarán.
Escrito por Enrique Angulo - Twitter

42 comentarios :

  1. Tratas, Enrique, en tu cincuenta, un tema que por desgracia no pasa de actualidad. Y lo haces, además, espléndidamente bien, con un final dramático, aunque sea el que no se desearía nunca.
    Va mi me gusta y con ese clic también acompaño mi enhorabuena y un abrazo.
    Nos seguimos leyendo...

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    1. El tema, José Antonio está de plena actualidad, de hecho, para escribir el microcuento me inspiré en casos reales de adolescentes acosados en la escuela que acabaron quitándose la vida.
      Así que ese final que uno desearía evitar se produce, sin duda, con mucha frecuencia, a lo largo y lo ancho del mundo. Y toda la sociedad debería estar muy vigilante con respecto al problema.
      Muchas gracias por tu comentario y tu enhorabuena, un abrazo de vuelta.

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  2. Enrique cuentas una realidad, la del acoso escolar, por desgracia muy actual.
    La desesperación, el no aguantar más lleva a tu protagonista al borde del abismo, a querer acabar con su vida para acabar con sus problemas, ojalá alguien en el último instante llegue y le tienda esa mano que le sirva de ayuda para poder vivir , para poder ser tal cual es sin necesidad de calificativos despectivos, maltratos y violencia
    Enrique tratas un tema al cual soy muy sensible, me llega muy dentro.
    Tu protagonista tal vez, como hemos visto en la realidad ha llegado a esa desesperación ya que el centro, la sociedad no ha querido ver su situación ha girado la vista, y como ya he dicho se ha visto solo y abocado a esa solución.
    Los padres debemos estar atentos y con ojo avizor ante esas circunstancias y que nuestros hijos sepan que no están solos , que pueden confiar en nosotros, que nos cuenten esas situaciones para poder luchar con ellos y por ellos, para que puedan vivir con dignidad y sin tener que ocultarse de nadie.
    Y a los chulos y acosadores, y a los que los defienden y tapan sus acciones solo les diría dos cosas que nunca se vieran en esas situación y que la justicia actué sobre ellos con la misma dureza que ellos han tratado a los demás, pero por desgracia esto último rara vez ocurre.
    Enrique muy buen relato, bien narrado, me ha gustado y como te he dicho antes me ha llegado al corazón.
    Un abrazo enorme.

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    1. Como dices, Javier, lo que narro en el microcuento lo hemos visto en la realidad, hemos leído noticias al respecto en los periódicos y las hemos oído en los telediarios y tertulias de las televisiones.
      Y lo peor es que, cuando se han analizado muchos de esos casos, se deduce que, con un poco de celo y atención por parte de los responsables podrían haberse evitado.
      Hay algunos especialmente sangrantes, en los que las autoridades de la escuela en cuestión han hecho oídos sordos a las denuncias del propio alumno acosado, en la que han sido tolerantes hasta el papanatismo, o cobardes en exceso para haber puesto a los matones de turno en su sitio y haber tomado las medidas oportunas.
      Otra cuestión que me produce escalofríos es cómo las propias víctimas se lo han ocultado a sus padres, cómo han sabido disimular sus sufrimientos y humillaciones, en vez de recurrir a ellos para que les hubiesen sacado de ese atolladero, quizá, porque como suele ocurrir también con los abusos sexuales, la propia víctima se siente culpable y, quizá, merecedora de ese trato impiadoso.
      En fin, como dices, es un tema que llega al corazón, que, cuando lo oyes, te deja un poso de amargura en el corazón.
      Muchas gracias por tu generoso comentario y un abrazo.

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  3. Impresionante relato, Enrique. El tema del acoso escolar sigue vigente. Nuestra sociedad rechaza al débil, al diferente, y lo pone de manifiesto en la violenta actitud de sus retoños. El asunto preocupa a padres y profesores. Como docente, he tenido que intervenir en más de una ocasión. La falta de respeto entre compañeros está más extendida de lo que reflejan los medios, que se ocupan de los casos más sangrantes. El problema nos atañe a todos como ciudadanos. Ya se sabe que los niños copian los prejuicios de los adultos.
    Y, pasando al relato, me ha gustado mucho el contraste entre la primera parte, el oscuro acoso, y la luz y levedad con la que la protagonista contempla su liberación.
    Qué suerte tenerte en esta casa. Mi enhorabuena y un gran abrazo de reconocimiento a tus letras y a tu persona.

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    1. Carmen, seguro que tú, por tu experiencia laboral, conoces mucho mejor este tema tan peliagudo. A mi entender, en nuestro país, hemos hecho muchas cosas mal en la democracia, y una de ellas es esta permisividad idiota o cobarde que parece invadirlo todo, ni siquiera la autoridad se atreve a llamar la atención al desaprensivo o al gamberro de turno, hay muchos que consideran que no dejar hacer a cada uno lo que le parezca es represión franquista, y creen que la libertad es eso: la falta absoluta de leyes y normas de convivencia.
      Estoy seguro de que tu trabajo es muy complicado y que tus intervenciones para poner límites a esas personas que están en los inicios de su vida no serán nada fáciles, eso si alguno no se te revuelve y te reta, experiencias al respecto han salido por televisión y me las han contado algunos de quienes las han sufrido.
      En cuanto al relato en sí, me vinieron a la cabeza varios casos de niños y adolescentes cuyo acoso escolar acabó en suicidio, el último el del niño de once años Diego González.
      Muchas gracias, Carmen, por el comentario, y por tus amables y elogiosas palabras.
      Un abrazo.

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  4. Con gran destreza retratas uno de los cánceres de la sociedad que somos incapaces de erradicar.
    Muy bueno, Enrique.
    Un abrazo.
    Pablo.

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    1. Cierto, Pablo, nuestra sociedad tiene muchos cánceres y este es uno de los más sangrantes porque afecta a las personas más débiles, las que se están formando, y perder cualquiera de esas vidas es una tragedia de la que toda la sociedad debería avergonzarse, sobre todo quienes más pueden hacer por evitarlo y, por indolencia o cobardía, miraron para otro lado, o hicieron oídos sordos al problema.
      Muchas gracias por tu comentario, Pablo, un abrazo igualmente.

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  5. Solemos identificar la infancia, incluso también la juventud más temprana, como un tiempo lúdico y de inocencia natural. Nos olvidamos a menudo que también puede generar monstruos radicales de la peor calaña, capaces de una crueldad que cuesta imaginar. Cuando ésta, además, se ejerce en grupo contra una sola persona, y se suma a ello una sensibilidad especial en la víctima y una conciencia a medio formar, el cóctel más terrible está servido y cualquier resultado nefasto es posible. Que un vuelo demasiado prematuro y fatídico sea la única salida al infierno es algo que no deberíamos de consentir nunca.
    Una realidad cierta, cotidiana y cruda, que has narrado con sencillez y eficacia, que deja el corazón en un puño y mueve la conciencia.
    Un abrazo, Enrique

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    1. Ángel, apuntas dos aspectos muy interesantes sobre la cuestión. Uno es que en la infancia, adolescencia y juventud hay ya auténticos canallas, y no necesito más pruebas que las de mis vivencias personales. Si me retrotraigo a mi pasado, puedo recordar a los matones del barrio, individuos de mala hiel que nos hacían la vida imposible a muchos de nosotros, que nos daban palizas, que nos robaban el dinero... El porqué ya es otra cuestión, ¿el canalla nace o se hace? Pues no sé responder a esa pregunta. Es indudable que las circunstancias pesan, pero en las peores circunstancias hay personas bondadosas que hasta llegan a dar su vida por los demás, y en las mejores circunstancias hay monstruos de egoísmo que sólo viven para ellos mismos.
      El otro aspecto es el del grupo, aquí, aparte de los matones están los que les bailan el agua, sus palmeros. Y de estos casos vi muchos ejemplos mientras hice el servicio militar, la forma en que los ‘tontos’, los buenazos servían de entretenimiento a toda esa caterva de miserables, cómo se mofaban de ellos, cómo abusaban.
      En fin, que siempre deberíamos estar vigilantes porque los peligros son muchos y las consecuencias, a veces, irremediables. Aquello de “To er mundo e güeno”, por desgracia, no es verdad.
      Muchas gracias por tu comentario y una abrazo.

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  6. Enrique, has plasmado muy bien el problema del acoso escolar que se ejerce en grupo contra una víctima y que le lleva a graves consecuencias a quien la sufre.
    Tu relato tiene dos partes, una oscura, donde das visibilidad al problema y otra luminosa, a ojos de la víctima, donde no ve otra salida a su problema y quiere dejar de sufrir.
    Espero que encuentre algo a lo que aferrarse y encuentre una salida con la ayuda de todos.
    Me ha gustado tu forma de contarlo.
    Besos

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    1. Ciertamente, Pilar, el problema del acoso escolar y de otros abusos aberrantes que unos seres humanos cometen contra otros, es gravísimo, y siempre están presentes, de una forma o de otra, con mayor o menor incidencia, en todas las sociedades. Somos muy indolentes, malvados y muy duros de mollera para avanzar por el camino de la solidaridad y la empatía.
      En cuanto al microcuento, es cierto que tiene dos partes, la primera en el que la víctima evoca las humillaciones que ha sufrido y le han llevado a esa situación extrema, y la segunda una visión de esperanza ante el vacío que ella misma trata de darse.
      Como aún no ha dado el salto, puede que en un último momento se arrepienta, que le venga alguna idea luminosa, que recuerde a sus seres queridos...
      En fin, en muchos casos no ocurrió eso y los acosados se quitaron la vida.
      Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.

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  7. Un relato durísimo el tuyo.
    Este tema que has tocado me produce pavor, sólo de pensar como debe sentirse esa niña interiormente, como para llegar a tomar una decisión tan radical como el suicidio. Padecen tal sufrimiento continuo que llega a interferir en su desarrollo emocional o social.
    Peliagudo Enrique.
    Un beso.

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    1. La vida tiene esas situaciones tan duras, situaciones que, en tiempos de paz y en sociedades democráticas y civilizadas no deberían darse, pero ya sabemos que no es así y, por desgracia, de vez en cuando nos llega la noticia de un niño o adolescente que, impotente para soportar tanta humillación y tanto sufrimiento da el paso sin retorno. Ponerse en la piel de sus seres más allegados escalofría.
      Y, como he dicho ya en algún comentario anterior, es muy sangrante que luego se descubra que hubo dejación de funciones por parte de los principales responsables, que, con la experiencia que deberían tener, considerasen el caso como cosas de críos. Pues esas situaciones suceden después de otras similares y deberían haber estado vigilantes.
      Muchas gracias, Olga, por tu comentario. Un beso, igualmente.

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  8. A veces, el problema del bullying se percibe por los adultos como «un juego de niños» o «bromas adolescentes» sin mirar los alcances reales de este fenómeno tan actual. Ser excluido y humillado por un grupo puede marcar una vida para siempre. El calvario que vive el acosado no debe subestimarse. Los pensamientos suicidas, abordados magistralmente en este relato, aunados a una baja autoestima y otros trastornos no son cosa baladí.
    Un tema fuerte, narrado con gran eficiencia y carga emotiva.
    Si pudiera, tomaría de la mano a la protagonista y le diría: «Allá abajo, las olas rompen contra las rocas, el día es claro y hermoso», ¿por qué es necesario morir?
    Felicidades, Enrique.
    Un abrazo.
    Vicente

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    1. Expresas muy bien, Vicente, lo que es ese terrible problema del acoso. En mi experiencia laboral, he visto a hombres hechos y derechos, con una familia y una vida organizada, hundirse tras ser humillados y sometidos a vejaciones en el trabajo. ¡Cuánto más no ha de ocurrirle a un niño o a un adolescente! Y más teniendo en cuenta que esos niños o adolescentes que sufren tal acoso suelen ser los más sensibles, los más necesitados de comprensión y afecto y, por el contrario, reciben unas humillaciones y, a veces, unos castigos físicos, que son incapaces de entender, que les deben de hacer creer que han caído en alguna especie de infierno por no se sabe qué culpas cometidas.
      Yo también me uniría a ti para acercarme hasta esa personita y hacerle ver que, como decía José Agustín Goytisolo, en su poema Palabras para Julia: La vida es bella, ya verás / como a pesar de los pesares / tendrás amigos, tendrás amor”.
      Muchas gracias por tu comentario, un abrazo.

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  9. Todos nos merecemos el bofetón que nos atizas con tu relato. Porque todos tenemos la culpa de esas situaciones. Los monstruos raramente se crían solos, pero es más cómodo no verlos y dejar que campen a sus anchas y no enterarnos de nada, aunque esa nada, a veces, nos ponga la piel de gallina.
    Bravo, Enrique.

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    1. Patricia, el bofetón, o bofetones, nos los atiza, de continuo, la realidad. En cuanto a la culpa, Dostoievski decía: “Todos nosotros somos culpables de todo y de todos ante todos, y yo más que otros”. Lo cual, a mi entender, es poner muy alto el listón ético.
      No sé si los monstruos se crían solos, pero que la tierra de nuestra psique sí que suele ser propicia para que crezcan en ella las plantas más dañinas es una realidad constatable.
      Lo que ocurre es que las sociedades necesitarían muchos imprescindibles de esos que luchan durante toda su vida, de los que habla Bertolt Brecht.
      Desgraciadamente, mirar para otro sí que es un deporte muy practicado, no querer enterarse de lo que ocurre, esconder la cabeza bajo el ala, idiotizarse con programas basura, no dar crédito a las personas de valor y encumbrar a necios... En fin, ¿para qué seguir?
      Muchas gracias por tu comentario, un abrazo.

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  10. Ese ritmo vertiginoso al que nos llevas en la primera frase y hasta el primer punto y que luego desemboca allá abajo, en esas rocas y con esas olas solo puede estar firmado por una pluma como esa a la que nos tienes acostumbrados. Ya intuía un dramático final, pero lo dejas abierto para que, por lo menos los optimistas podamos pensar que no está todo acabado y que hay un rayito de esperanza para que esta personita reflexione y les plante cara a esas personas que la acosan o por lo menos, para que lo denuncie. Yo abogo para que haga las dos cosas.
    Un tema muy duro, Enrique, y muy actual por desgracia. No al bullying, trabajemos desde casa y desde los colegios para no tener que vivir estas historias.
    Un beso fuerte.
    Malu.

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    1. Es cierto que el relato acaba con esa niña sumida en reflexiones suicidas, pero el hecho fatal aún no ha sucedido, así que, de cara a esa historia, cabe la esperanza. Aún puede reflexionar, puede que aparezca alguien y la convenza. Pero en muchas historias reales no ocurrió así. Y, en algunos casos, sí que hubo denuncias previas, y esto ya sí que es indignante, pues quienes deberían haber tomado cartas en el asunto prefirieron mirar para otro lado.
      El tema es de mucha actualidad, y es extensible a muchos otros ámbitos de la vida social, donde, tantas veces, se hace tanto daño a las personas sin que superhéroe alguno aparezca para poner a los villanos en su sitio.
      Muchas gracias por tu comentario, Malu, y un beso de vuelta.

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  11. ¡Qué desgarrador, Enrique!

    Has usado con maestría y exactitud las palabras para denunciar un terrible problema social.

    Te felicito por lo bien escrito que está tu microrrelato. Sin embargo, me entristece que tengamos que reflejar este tema en nuestros relatos, pero alguien tiene que ser la voz de los más débiles.

    Un saludo.

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    1. El relato desde luego es desgarrador, sobre todo porque a uno le vienen a la mente historias verdaderas en las que han muerto niños y adolescentes que, como suele decirse, tenían toda una vida por delante. Y es un gran fracaso de toda una sociedad que ese hecho no haya podido evitarse. Y, precisamente, por no mirar para otro lado, hay que hablar de estas historias, aunque el cuerpo te pida algo más ligero, más lúdico, más fantástico, a lo cual, indudablemente, también hay que darle su espacio, porque cargar con todos los males del mundo sólo está al alcance –según los Evangelios- de Dios mismo reencarnado.
      Muchas gracias por tu comentario, Alma, y un abrazo.

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  12. Tremendo relato y tristemente real. Que una niña tenga ese pensamiento como salvación a su pesar, hace que nos preguntemos qué está fallando en nuestro sistema educativo, en la familia, en la sociedad. Tenemos que tomar conciencia, todos somos culpables de que valores como el respeto estén en vías de extinción. Enhorabuena, Enrique, por este relato que nos indigna y nos conmueve obligándonos a reflexionar. Un abrazo.

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    1. La realidad siempre supera a la ficción, sobre todo en lo negativo. Desde luego, cuando nos enteramos de todos esos casos de acoso, algunos de ellos con un fin trágico, es como para preguntarnos qué se está haciendo mal o muy mal.
      Y muy cierto lo que apuntas acerca del respeto, hasta parece que uno es antiguo, carca, y si te descuidas hasta facha por exigirlo. Hoy en día, cualquiera se cree con derecho a imitar al caballo de Atila, sabiendo que nadie va a osar chistarle.
      Muchas gracias por tu comentario, Salvador, un abrazo, igualmente.

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  13. Carmen Hinojal21/4/16, 17:01

    Triste reflejo de lo real Enrique. Cada dia lo vemos en las noticias, pero hay que sentirlo en carne propia para sentir cuanto sufrimiento puedes llegar a sentir que no ves una salida. Abrazos.

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    1. Tema actual, desde luego, doloroso cuando sabemos de él, pero la realidad tiene esas cosas, creemos que en el mundo todo va de forma más o menos razonable, o si no en el mundo, porque, a pesar de la globalización nos queda demasiado grande, al menos en nuestro país, y resulta que no, que pasan cosas terribles, que lo que debería ser normal a veces es extraordinario y que, a pesar de los esfuerzos de mucha gente de buena voluntad, lo que queda por hacer siempre es colosal.
      Y desde luego que las cosas hasta que no se viven en carne propia, mayormente, se desconocen: no es lo mismo hablar o leer sobre el amor que enamorarse; o, por irme al extremo contrario, no es lo mismo leer e informarse sobre la depresión que sufrirla.
      Muchas gracias por tu comentario, Carmen y un abrazo.

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  14. Ojalá que relatos como el tuyo sirvan para que tomemos conciencia del infierno que viven muchos. Como en todos los temas, si no nos toca de cerca, nos limitamos a expresar lo injusto de esta sociedad. Como si la sociedad no fuéramos cada uno de nosotros. Cada uno con nuestro granito de arena podemos hacer mucho. Para bien y para mal. Muy bien expresado este micro-denuncia, Enrique. Felicidades y un abrazo.

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    1. Lo que dices es cierto, la sociedad somos todos, todos nosotros, seres imperfectos, llenos de altibajos, que, muchas veces, por comodidad, por falta de valor, por incapacidad, o por muchas otras razones no ponemos nuestro granito de arena en muchas balanzas donde se nos exige que los pongamos.
      Perdónensenos nuestras limitaciones, pues si, al menos, tenemos sentido ético, valores, si procuramos ser solidarios, respetuosos y corteses con los demás ya hacemos mucho; de hecho, si todos actuásemos así el mundo estaría a salvo, lo que ocurre es que los malos son legión y cada uno de ellos hace mucho daño, y contrarrestar eso requiere una lucha titánica por parte de quienes queremos estar del lado de los buenos en el sentido machadiano de la palabra.
      Muchas gracias por tu comentario, Juana, un abrazo de vuelta.

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  15. Terribles vivencias de desprecios, burlas y maltratos. Esto no es nada nuevo, siempre ha habido matones y matonas que recurren al acoso llevados por el propio rechazo a sí mismos. Lo más sangrante es que los adultos lo ven como “chiquilladas” y nadie parece querer ponerle remedio. Nos traes un tema triste pero muy bien narrado. Me ha gustado mucho. Un beso, Enrique.

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    1. Matrioska, apuntas algo muy interesante al respecto, y es el desprecio que esas personas acosadoras y maltratadoras deben de sentir hacia sí mismas.
      Dado que cada persona somos un mundo, cada caso de esos pequeños monstruos tendrá sus peculiaridades, pero creo que sí que hay mucho de lo que dices: desprecio hacia sí mismos, y hacia la vida en general.
      Es un fenómeno que puede hacerse extensible a muchas otras manifestaciones de la maldad humana y que, para engañarnos y justificarse, suelen camuflarse con ideas políticas y religiosas.
      Muchas gracias por tu comentario, un beso de vuelta.

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  16. Me encanta el mar. Porque es tan inmenso que parece eterno. Porque golpea y acaricia. Porque te deja su huella salada entre los dedos. Porque unas veces parece que habla; otras, gime; en ocasiones, grita; y también calla. Porque es tan profundo que produce vértigo y tan hermoso que da miedo. Porque alberga vida y también la arrebata. Porque envuelve, seduce, marea, sostiene, te engulle y te saca a flote.

    Es lo que me evocan sus palabras, señor Angulo. La cadencia de las olas furiosas que gritan "ya no más", que gimen cuando el viento arrecia y las golpea con los puños y los pies, que callan y escuchan atentas las torturas y desventuras de alguien que quiere volar y no tiene alas.
    Ahora solo nos falta conocer cómo acaba su historia.

    Lo bueno de escribir es que podemos inventar los finales y tachar y rectificar lo que no nos gusta de nuestra historia. Y esa debería ser la asignatura obligatoria de todas las escuelas: aprender a escribir.

    Un placer charlar un ratito con usted, señor Angulo.
    Un cordial saludo

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    1. Bueno, Margarita, me has escrito un hermoso poema en prosa como inicio de tu contestación, lo cual te agradezco encarecidamente.
      Creo que esta página deberían recomendarla los psicólogos por muchas razones: porque las historias que aparecen en ella son un variado mosaico de la realidad; porque cada cual puede compartir una pequeña parte de su universo; porque puede aprender mucho de todos quienes escriben sus historias y hacen comentarios sobre ellas y sobre las de los demás; porque lo que prima es la cortesía, la camaradería, el respeto y la generosidad; porque de vez en cuando te dedican algún comentario –como el que tú has tenido a bien hacerme- que te sube el ánimo...
      En cuanto a mi triste historia, pues, al acabarse las cincuenta palabras de las que se compone, ha dejado a la protagonista en una duda, no sé si hamletiana entre el ser y el no ser.
      Como es un personaje de ficción, me acercaré a ella, la convenceré para que no se arroje desde lo alto de ese acantilado, y la invitaré a pasar una buena temporada en un cuento de hadas para que se cure las heridas del alma. ¡Ay, si fuese tan fácil remediar las grandes catástrofes y desdichas de la vida!
      En cuanto a las escuelas, por desgracia, las llamadas humanidades van perdiendo peso en favor de las nuevas tecnologías y del practicismo, como si con solucionar lo económico ya estuviese todo hecho, pero si es que hasta los culebrones lo dicen: “Los ricos también lloran”. Y por irme al Evangelio: “No sólo de pan vive el hombre”.
      En fin, Margarita, encantando por este ‘ratito’ de charla, muchas gracias por tu generoso y trabajado comentario, y saludos muy muy cordiales.

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  17. Ufffff sólo quien lo vive lo sabe. Duro y tan real!!! Enhorabuena por tus palabras que reflejan una realidad, demasiado presente en nuestras vidas y demasiado ausente en las soluciones... Abrazos

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    1. “Quien lo probó lo sabe”, dice Lope de Vega en su famoso soneto acerca del amor. Cuánto más quien vive día a día la humillación, el desprecio y hasta las burlas y las agresiones físicas, y más en los inicios de su vida, cuando su carácter se está formando, cuando todo son dudas y tempestades sentimentales.
      Y lo malo es que, como bien dices, es una realidad que está muy presente en nuestras vidas que, de vez en cuando, nos arrea un bofetón al enterarnos de que una joven persona se ha quitado la vida porque un grupo de bestezuelas la habían tomado con ella o él.
      Muchas gracias por tu comentario, Carmen, un abrazo de vuelta.

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  18. Me pregunto en qué rincón de nuestras mentes reside la clave de que disfrutemos con la humillación ajena. Al parecer tu protagonista no ve una mejor salida a sus problemas que la de acabar con su vida, algo que parece el final de un largo proceso al que se tenía que haber puesto fin mucho antes. Estoy de acuerdo con Patricia en eso de que en estos casos todos tenemos algo de culpa.
    Muy buena historia, Enrique, muy bien contada, y un tema muy bien tratado.
    Enhorabuena y un abrazo.

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    1. Muchas preguntas puede uno hacerse acerca de lo que se esconde en lo más profundo de nuestras mentes, en esas sentinas infectas donde nacen las peores aberraciones y crímenes, tanta maldad que causa esos daños enormes.
      El porqué del mal es un problema contra el que nos estrellamos una y otra vez. Quizá necesitemos que nos implantes un chip en lo más profundo del cerebro para inhibir toda esa feroz dinamita que llevamos dentro, pues, como demostró la deriva sanguinaria que tomó la sociedad alemana en la época del nazismo, la cultura tampoco es el antídoto definitivo.
      Y sí, lo de la culpa es de todos un poco, hay que andarse vigilante y con pies de plomo siempre, porque el mal parece que es como esas tiendas que están abiertas las veinticuatro horas del día.
      Muchas gracias, Enrique, por tu comentario, un abrazo.

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  19. Volar con las alas rotas por la humillación y el desprecio es un acto de desesperación que has descrito con sensibilidad y buen gusto, Enrique. Es muy difícil saber qué se puede llegar a sentir cuando decides que la oscuridad es la única salida, pero asistir desde fuera resulta escalofriante.
    Buen relato, Enhorabuena.
    Un abrazo.

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    1. Si uno ha tenido alguna experiencia negativa en sus años escolares, puede hacerse una idea de lo que puede ser ese acoso y el enorme sufrimiento que suele causar en la víctima.
      Por desgracia, los matones, los perdonavidas, los fanfarrones y otra variada gama de especimenes de la peor calaña empiezan ya a hacer sus pinitos en esos primeros años en los que iniciamos nuestra andadura vital.
      Con respecto a las experiencias negativas, pienso que cada cual las recibe de una manera, lo mismo que cada árbol se ve afectado de forma diferente ante un hachazo dado con la misma fuerza por un leñador: según sea la dureza de su madera, así penetrará el hacha.
      Y como las personas elegidas para ese acoso son las que menos dureza anímica han desarrollado, esos ‘hachazos’ pueden acabar siendo devastadores. De hecho, aunque no acaben suicidándose, las secuelas pueden extenderse a muchos años y a muchas situaciones de sus vidas.
      Así que no es cuestión baladí, y la sociedad debería estar mucho más vigilante y ser mucho más dura con esos personajillos. No es una cosita de chiquillos, sino un delito grave que se está cometiendo ante la irresponsabilidad de muchos.
      Muchas gracias, Antonio, por tu comentario y un abrazo.

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  20. Desde luego sólo el que (mal)vive esas experiencias sabe lo que se sufre, pero si te lo narran como tú lo has hecho, no es difícil ponerse en su piel.
    Saludos cordiales.

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    1. Hay experiencias terribles en la vida que mejor no vivirlas, mejor que el destino no nos ponga a prueba sobre el sufrimiento que somos capaces de soportar, y más en los primeros años de nuestra vida, cuando aún el caparazón necesario para moverse por la sociedad no tiene la suficiente dureza, cuando esas heridas van a quedar, a veces, para siempre, o nos van a determinar de una forma negativa.
      En fin, nadie debería pasar por eso, ni por otras muchas desgracias y tragedias que acaecen a cada instante en este mundo imperfecto.
      Si he conseguido dar una idea de lo que puede ser el acoso escolar, pues algo he hecho con mi pobre pluma, o con mi viejo teclado.
      Muchas gracias por tu comentario, Carles, y mis saludos más afectuosos.

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  21. Estupendo micro, Enrique, y de escalofriante final. Abrazo.

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  22. Muchas gracias por tu comentario, Manrique, el tema es de palpitante actualidad, como diría algún periodista pijo.
    Hace poco, los noticieros y los periódicos han dicho que el acoso escolar se ha disparado un 75 % con respecto a 2015.
    No sé si eso hará que tomen conciencia del problema todos a quienes les corresponde hacerlo, aparte de la sociedad en general.
    Un abrazo.

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