La revancha de Goliat (Infancias de guerra: Oriente)

—Piedra, papel o tijera —retó con sus manitas polvorientas ocultas tras la espalda.
—Tijera.
—¡Ja! Piedra.
—¡Bah! Qué suerte tien...

Cayó silbando otro tomahawk, justo sobre los mismos escombros de adobe donde mamá llevaba rato jugando al escondite. Gana la banca. ¡No va más!; el fuego vence a la piedra.
Escrito por Antonio Bolant - Twitter
Occidente | Oriente | Tropical

37 comentarios :

  1. Después de la excelente primera parte de estas "infancias de guerra", la segunda no le va a la zaga. Lo que comienza como un juego infantil, termina de forma drástica en un infierno súbito que no se atiene a razones, que no tiene reparos en llevarse por delante a mujeres y niños con un desproporcionado misil. El niño o joven David bíblico que tantas simpatías concita, al simbolizar la victoria del débil sobre el fuerte, no tiene espacio en la realidad, donde vence quien puede aplastar, con razón o sin ella, ya se buscará luego subterfugios para acallar o justificar las víctimas inocentes que producen sus movimientos en el tablero: armas de destrucción masiva, daños colaterales... lo injustificable puede revestirse de muchos nombres. Por desgracia, el fuego todo lo vence. Por suerte, la palabra es poderosa y siempre habrá alguien para poner las cosas en su sitio con maestría, como la de tu relato.
    Un abrazo, Antonio

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tercamente, la realidad desplaza a los deseos, como bien dices. Petroleo y dinero son incompatibles con el romanticismno de una victoria del débil. Desgraciadamente, y aunque nos pese, hasta ahora, el mundo es y ha sido de los más fuertes.
      Gracias por tu fantástico comentario, Ángel.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  2. Antonio, impresionante relato. Todo él, palabra por palabra, desde el título hasta el punto final.
    Con cada palabra elegida con maestría, nos sitúas en un paisaje destruido por las bombas, los niños siguen jugando a pesar de la guerra y de la pérdida de su madre, hasta que son alcanzados también.
    Encogido tengo el corazón.
    Maravilloso Antonio!
    Enhorabuena!
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un niño no entiende la desproporción de una guerra, que una madre desaparezca de repente, por eso juega, como si no pasara nada, superado por la situación.
      No debería, pero me alegro de habértelo encogido; lo pretendía.
      Gracias por pasarte siempre y dejarme tus fantásticas impresiones, Pilar.
      Un Beso.

      Eliminar
  3. Antonio, no sé si te lo creeras, estuve el mes de marzo esperando tu nuevo relato de la serie, pero ha valido la pena la espera. Si los niños en el desvan me encantó, hoy con este relato me quedo sin palabras.
    Empiezas con ese juego al que todos hemos jugado y que ya podemos enlazar con el título. Pero esa imagen de las ruinas de la casa en la cual ya está la madre muerta,con esa referencia al juego del escondite es genial, bellísima dentro de la dureza que nos quieres hacer ver.
    Y luego ese misil silbando con tus frases finales me ha hecho ver las imagenes que tantas veces hemos visto en informativos cuando nos han hablado de los bombardeos en Palestina por parte de Israel, nunca mejor David contra Goliat.
    Antonio has escrito un gran relato, con un lenguaje que me haces ver todo lo que quieres expresar.
    Me ha encantado, lo he leido no una, dos y hasta tres veces, te mando un me gusta enorme.
    Un abrazo Antonio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias por valorar de esa manera mi relato y sobre todo por esperarlo, me siento orgulloso de no haberte defraudado.
      Además, es que has clavado la intención de la historia. Con lectores como tú es una satisfacción escribir.
      Gracias por comentar, Javier.
      Un abrazo.

      Eliminar
  4. Los niños palestinos o sirios o iraquíes (cualquier país oriental está representado en el relato) juegan en un lugar devastado por la guerra. La madre muerta, el misil y el fuego acaban con su inocencia y con la posibilidad de sobrevivir.
    Qué relato tan sobrecogedor y tan necesario, Antonio. Nunca se denunciará lo suficiente el genocidio que sufren estos países. En la Historia, que no en la Biblia, siempre gana Goliat, el poderoso, al pequeño David.
    Me ha encantado el modo en que lo cuentas, las dos partes tan diferenciadas y la maestría con la que las conectas utilizando el léxico del juego.
    Un micro redondo, impecable y admirable. Sigue con esta serie, por favor. Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad es que quería contar justo lo que comentas, Carmen; el contraste de lo que relata la biblia con la desnuda realidad, cómo una piedra de un palestino jamás vencerá al fuego de un imperio, no una sola al menos.
      Gracias por tus comentarios, por todas esas cosas que me has dicho, me he hinchado como un globo.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. ¿Qué más puedo agregar a lo que ya te han comentado?
    Qué cuadro tan desolador, Antonio. La guerra se ensaña siempre con los más vulnerables: niños, ancianos y mujeres. Al parecer, no todas las vidas valen lo mismo para quien ejerce el poder de las armas.
    Has elegido un blanco ambicioso pero este relato es un misil altamente certero.
    Sí que te has lucido este mes, compañero.
    ¡Magnífico!
    Un abrazo.
    Vicente

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El poder y el interés por la vida son incompatibles, se estorban mutuamente. Sólo la palabra, el razonamiento liberado de pasiones, es capaz de doblegar a la fuerza, pero aún somos, evolutivamente, unos primates demasiado jóvenes.
      Gracias por pasarte, Vicente. Es un lujo contar siempre con tus comentarios.
      Un abrazo.

      Eliminar
  7. ¡Ay!, esas manitas polvorientas, cómo nos menten en la piel de los dos niños. En este caso la piedra que aparece, a diferencia de la del episodio bíblico, no tiene ningún fin bélico, sino inocentemente lúdico, cosa que parece importar poco al gigante mientras suelta su terrible mazazo. Veo que has descrito muy bien la desolación de la escena con lo mínimo, pero que además haces que veamos muertes, antes y durante la escena, sin nombrar ninguna de ellas, lo que evidencia el gran respeto con que tratas semejante desgracia.
    No creo que haya otro modo más positivo de utilizar las palabras que este que has elegido tú, comprometiéndote con una dolorosa causa y haciéndolo de una forma bellísima y delicada. El resultado es un relato ejemplar en todos los aspectos.
    Enhorabuena, Antonio.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El juego de la piedra simboliza la desproporción de la escena y pretende introducirnos en ella. David lo venció una vez, pero Goliat es grande, poderoso, numeroso y cobarde; mata a ciegas, sin compasión que se interponga entre él y su economía.
      Que bien has captado la esencia y que bien me la has trasmitido, Enrique.
      Gracias por pasarte a comentar, campeón.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  8. Perfecto el título y lo demás, continúa con esa perfección que caracterizan tus relatos. Has dado una vuelta de tuerca inmensa a la historia bíblica para dejarnos, primero una imagen inocente a partir de esas manos polvorientas y ese juego infantil de piedra, papel, tijeras, y de repente un violento cambio de rumbo con un golpe de realidad. Una realidad que no estaba invitada en ese juego pero que arrasa por donde va sin preguntarse a quién se va a llevar por delante. Esa mísera realidad que no somos capaces de transformarla en ficción o en historia que tan solo pueda conocerse leyendo libros.
    Gran relato, cosa que viniendo de ti ya no es una sorpresa, a pesar de que me sigues sorprendiendo gratamente cada vez que leo un nuevo relato tuyo.
    Un fuerte abrazo.
    Pablo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Desgraciadamente, el juego surgió por una realidad demasiado dura y difícil como para poder ser asimilada por los 'David'. Y desgraciadamente la guerra no entiende de niños, ni de sufrimiento, ni siquiera entiende de muerte.
      Gracias por estar ahí, Pablo, por leerme. Como ya te he comentado otras veces, eres en parte culpable de mi motivación.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  9. Aun cuando Goliat suela imponerse a David en cada batalla, la gran victoria es que su espíritu de niño prevalece e incluso en las peores condiciones tendrá arrestos para seguir jugando.
    Durísimo pero excelente relato, Antonio, con recadito a la banca incluido.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El dinero mata. Pero tienes toda la razón, siempre habrá un David al que doblegar, y eso será al final, el final de la violencia.
      Un abrazo, Carles.

      Eliminar
  10. Esta vez las bombas caen sobre oriente pero en una guerra los juegos siempre son los mismos. Juegos infantiles, juegos de inocencia y los juegos indecentes del poder. Genial interpretación del horror de la guerra, Antonio, con esa imagen de la madre jugando al escondite entre los escombros. Enhorabuena y un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La guerra no sabe de coordenadas, sólo es la imposición de la fuerza, sólo eso.
      Mil Gracias por pasarte a comentar.
      Un beso

      Eliminar
  11. Extraordinario, Antonio. Todas tus sagas quedan en el recuerdo, pero esta es especial. Sólo 50 palabras para denunciar, para remover conciencias, para reflexionar y para avergonzarnos de ser llamados seres humanos. ¿Hay humanidad incapaz de reaccionar?
    No dejes nunca de escribir así.
    Besos de admiración.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La conciencia es la resaca de nuestros actos, lo que nos vincula con sus consecuencias, la única que puede disolver la lacra de la guerra sellada tan sólidamente en nuestros genes.
      Gracias por comentar Patricia y por crear belleza cada vez compones por escrito ese fantástico mundo que vive en tu cabeza.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  12. “Punzón, tijerillas, ojo de buey”, decíamos los niños de mi barrio cuando jugábamos a lo mismo que están jugando los niños protagonistas de tu microcuento, sólo que a nosotros lo único que podía interrumpirnos eran las voces de nuestras madres que nos decían que era la hora de cenar, y no un misil tomahawk. Por suerte, nuestra guerra civil, sin que aún supiésemos nada de ella, se había quedado a nuestras espaldas, circunstancia que podía entroncar con tu anterior microcuento dedicado a Occidente.
    Que hay que ver lo retorcidos y crueles que son los yanquis poniendo nombres a sus máquinas de matar, en este caso, tomahawk, el nombre del arma de los pieles rojas a quienes casi exterminaron, o Little boy –niño pequeño- a la bomba que destruyó Hiroshima. Aunque en cuestiones de crueldad, hay mucha competencia entre las naciones para saber cuál de ellas ocupa los primeros lugares en tan siniestro podio.
    Creo que si los seres humanos, y, en general, los del género masculino, pensasen de verdad en el sufrimiento que cualquier guerra les va causar a los más desprotegidos e inocentes, en este caso los niños –Iván, el hermano nihilista de los Karamazov de Dostoievski, sólo creía en la absoluta inocencia de los niños y veía en sus sufrimientos, además de un hecho incomprensible, la más espantosa de las injusticias- no se hubiese iniciado jamás guerra alguna, pues el mismo temor que tendríamos ante la sola posibilidad de que muriese un niño, o de causarle daños físicos y psíquicos irreparables, sería un freno infalible. Pero, enfangados en nuestra codicia, nuestras ideologías, fanatismos y odios, dirigidos, a veces, por demoníacos personajes, nos enfangamos en las charcas de la iniquidad llevándonoslo todo por delante.
    Tu microcuento es como una muestra de sangre tomada de esos conflictos cuasieternos que, en las últimas décadas, ocurren en Oriente, una historia mínima tras las que hay miles de historias de dolor y crueldad, pero que deja un extensísimo campo a la imaginación para abismarse en el horror que torturaba a Kurtz, el personaje de la novela de Conrad El corazón de las tinieblas.
    Así que me quedo un tanto con el corazón encogido a la espera de tu próxima entrega sobre ese horror del que las principales víctimas son los niños.
    Magnífico microcuento. Un abrazo, Antonio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Lo que uno aprende leyéndote, Enrique! Es un verdadero placer leer tus comentario. Te agradezco mucho que me hayas dedicado una visión tan elaborada e interesante.
      Un abrazo.

      Eliminar
  13. Magnífico relato Antonio. Tus infancias de guerra son realmente sobrecogeoras. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Aurora. Te agradezco mucho que te hayas pasado a comentar.
      Un saludo.

      Eliminar
  14. Me gustó tu microrrelato, Antonio. Como me percaté de que es una minisaga, tuve que leer la primera parte. Lo espectacular de la anterior no dejar apreciar bien las bondades de esta, pero es una buena obra.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por pasarte y dejar constancia de tu agrado por mi relato, Óscar. Por partida doble, al mencionar también el del mes pasado.
      Un saludo.

      Eliminar
  15. Otra vez los niños son victimas de los conflictos que montamos los adultos. No son conscientes de lo que está pasando y de que se han quedado huérfanos. Has anclado muy bien las dos partes de tu relato con ese juego de piedra/papel/tijera, en el que has incluido muy acertadamente el fuego.
    Me ha gustado tu relato. Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El fuego y la piedra son símbolos de inocencia y poder. Desgraciadamente el segundo mueve el mundo y cuando se alcanza es irreversible. Todos los poderosos fueron inocentes, pero nadie regresa a la inocencia cuando ha probado el poder.
      Gracias por comentar, Olga.
      Un beso.

      Eliminar
  16. Me ha dejado muda. Los niños y las guerras...no sé que decir, ya está todo dicho. Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No es necesario, Maite. El silencio suele ser muy elocuente. Te agradezco mucho tus palabras.
      Un beso.

      Eliminar
  17. Nos dejas una imagen sobrecogedora. Cada palabra es medida y certera, esas manos polvorientas de los niños, sus inocentes juegos en mitad del caos, el zumbido que me ha llegado a ensordecer y lo rematas con esa madre, que sin decirlo lo dices todo.
    Enhorabuena por este 50, siempre sorprendes de manera grata.
    Un abrazo Antonio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que aprecies el contenido, Mª Belén. creo que la muerte tácita de la madre aporta un terrorífico contraste que jamás sentirán quienes dan las órdenes desde un despacho, tan humanos ellos como a quienes matan.
      Gracias por tu comentario.
      Un abrazo.

      Eliminar
  18. Querido Antonio, llevo diez minutos sin poder escribir nada... Ya lo anunciaste el mes pasado, que este, tu segundo relato de la serie "Infancias de guerra" y la dedicada a Oriente, era de lo más duro que habías escrito y doy fe de que yo es de lo más duro que he leído en cincuenta palabras.
    El micro es aterrador, estremece... Y tú, inconmensurable, esta serie es bárbara, felicidades.
    Un beso grande.
    Malu.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues si te ha aterrado, misión cumplida. Sé que hay temas poco agradables de leer, por eso agradezco especialmente tu comentario y que me dediques tan 'bárbaras' palabras.
      Un besazo, Malu.

      Eliminar
  19. Antonio, este micro es sobrecogedor. Que el niño desde su óptica infantil crea que la madre no sale porque está jugando al escondite me parece una escena que te parte el corazón.
    No sabía qué era un tomahawk, aunque por el contexto he pensado en algo parecido a una bomba. ¡Qué negocio el de la guerra! ¡Cuántos viven de que otros mueran! Lo malo es que vamos cada día a peor y esto no hay quien lo pare. Muy buen micro, por lo bien que refleja el drama de la guerra. Enhorabuena, los dos micros son de los que dejan huella. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La muerte siempre ha sido un buen negocio y la falta de escrúpulos para matar nunca han faltado. La guerra es realmente la historia que nos ha traído donde estamos, para bien o para mal, aunque pienso que, echando un vistazo al pasado, tenemos motivos para ser algo optimistas, a pesar de todo.
      Gracias Juana.
      Un abrazo.

      Eliminar

Si no tienes cuenta, elige "Nombre/URL" en lugar de "Anónimo". ¡Gracias!