La losa de la soledad (Trilogía de un reencuentro I)
Lo encuentran mirando al techo, sin parpadear, abrazado a su foto de boda, con la soledad aplastándole el pecho. Una respiración imperceptible y un pulso sumergido bajo su pálida piel certifican definitivamente su fallecimiento.
Lento, débil, lento...; dentro de su átono cuerpo aún palpitan recuerdos, pero nadie se da cuenta.
Lento, débil, lento...; dentro de su átono cuerpo aún palpitan recuerdos, pero nadie se da cuenta.
¡Qué preciosidad, Antonio! Un cincuenta tan bien contado que podría durar una eternidad. Los recuerdos sobreviven a los latidos del corazón. Y tus letras, esas sobrevivirán a cualquier contingencia.
ResponderEliminarMe froto las manos al ver que aún quedan dos partes de esta trilogía.
Enhorabuena. De tu fan, Pablo.
Tanto le pesó la losa de su soledad en vida que hasta se la llevó a la tumba. La vida, digo.
EliminarPues fíjate, se me hace raro que alguien a quien admiro se proclame fan mío...
Para mí sí que es FANtástico contar siempre contigo, querido Pablo. Como FANfarrias de FANdangos me he puesto de contento.
Un fuerte abrazo.
Antonio bellísimo relato, rezuma sensibilidad en sus 50palabras. Has contado de una forma excepcional ese paso final, pero ese paso en soledad. La frase "la soledad aplastándole el pecho" es brutal. Y luego esa de "débil, lento..." me encanta.
ResponderEliminarAntonio me ha encantado tu relato, muy hueno. Esperando los siguientes.
Un abrazo.
La soledad le pudo. Hay parejas tan intensas que cuando la mitad se va, a la mitad restante le cuesta sobrevivir.
EliminarMe alegro que te guste la cadencia de las palabras que mencionas, he intentado asociarlas a ese latido imperceptible e insuficiente para hacer constar que aún vive.
Gracias Javier.
Un abrazo.
Un final inevitable, que quizá no sea tal sino el tránsito hacia un reencuentro más allá de lo físico, cuya primera parte se ha iniciado de forma magistral, a la espera de su nudo y desenlace. Bienvenida esa trilogía que contribuirá a enriquecernos el verano.
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio
Aciertas, Ángel. Como siempre. El reencuentro ya no será de este mundo, como tampoco lo es su pensamiento y su ánimo.
EliminarGracias por tus palabras y por tu confianza.
Un abrazo.
Qué hermoso, Antonio. Me dan ganas de hacer la autopsia a tu protagonista para descubrir esos recuerdos que laten todavía en su interior.
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias, Patricia. Sus recuerdos eran dulces, profundos y abundantes; por eso no pudo con ellos y le fueron consumiendo, aunque no del todo...
EliminarUn pedazo de beso.
Ay, cómo nos haces notar el peso de esa losa, Antonio! Bravo por ti y tu gran maestría para relatar sentimientos. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Belén por pasare y dejarme tan grato comentario.
EliminarUn abrazo.
Antonio, de nuevo me has emocionado con este bellísimo micro. Tu protagonista espera la muerte para reencontrarse con su amor. No puede seguir viviendo sin ella. Esa soledad que le aplasta el pecho le impide seguir respirando. Madre mía! El reencuentro en el más allá es lo que desea.
ResponderEliminarMe ha encantado. Un mes más lo has conseguido...
Besos
Con lo del más allá vas bien, pero desearlo, desearlo...
EliminarYo sí tengo la suerte de contar un mes más con tú comentario, siempre agudo y considerado.
Gracias Pilar. Un besote.
Como el mar cuando de noche se mueve lento, débil, lento..
ResponderEliminarToda la vida en ese relato.
Saludos.
Gracias por ta poético comentario, Jose Juan.
EliminarUn saludo.
Ese angustioso latir post mortem de los recuerdos nos revela que el protagonista tiene aún muchos asuntos que resolver, antes de alcanzar la paz. ¿Dónde estará la clave?
ResponderEliminarSin duda, sabiendo como se las gasta el autor, este el inicio de una memorable lectura. Aquí espero.
Genial, Antonio.
Mis aplausos.
¿Y si no fueran latidos post mortem?
EliminarEncantado y feliz por haberte levantado expectativas, Vicente y, como siempre, agradecido por tu visita y comentario.
Un fuerte abrazo.
Este mes no publicaré ningún relato, así que me puedo permitir el lujo de leer todos vuestos cincuentas super relajado.
ResponderEliminarY ciértamente, Antonio, tu relato podría compararse a sentarse en un sofá y arrellanarse entre cojines de tercipelo. ¡Qué gozada!
Y tengo la intuición de que no he atisbado mas que una pequeña parte de lo que experimentaré. Que lo bueno de verdad vendrá cuando tenga el conjunto de las tres historias.
Abrazo grande, Antonio.
Gracias Carles, por el cariño vertido en tu comentario, aunque lo de los cojines de terciopelo no lo veo, con los calores que ya van llegando.
EliminarQué curioso, por cierto, que hayas empleado la tan poco común palabra 'arrellanarse', porque la uso en la última parte de la trilogía.
Quiero aprovechar para felicitarte de nuevo por tu extraordinario relato del mes pasado. Merecías ese reconocimiento, hace tiempo.
Un fuerte abrazo.
Si Antonio. Me gusta esta forma que tienes de mostrarnos la fragilidad de los cuerpos y la fortaleza de las almas. Precioso, como todos los tuyos que he leido. Me gusta aprender de un buen maestro. Gracias, es un buen micro. Abrazos.
ResponderEliminarBueno Carmen, muchas gracias. A veces el cuerpo se apaga antes que el alma, como es el caso. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Parece que después de sufrir esa "losa de soledad" en sus últimos momentos (y que se supone ya la soportaba hace mucho) va a tener la oportunidad de reencontrarse con alguien. Puede que con su pareja, dado que está abrazado a la foto de boda. Pero seguramente no sea tan previsible la cosa. Esperaremos ansiosos la segunda parte. Muy interesante, Antonio. Un abrazo.
ResponderEliminarPues sí, Juana, en ese aspecto la trilogía es bastante previsible, de hecho adelanto el resultado en el propio título. La cuestión reside en el cómo, y ahí es donde intentaré sorprender.
EliminarMil gracias por comentar. Un abrazo.
No sé si el recuerdo que palpita aún es resto de vida o vida que empieza a latir en otra parte...¿Adónde van los recuerdos? Me dejas un pálpito inquietante y ganas de seguir leyendo. Me gusta. Saludos
ResponderEliminarLo primero, Manuel. Los recuerdos siempre mueren con el último ser que los almacena. Pero, en este caso, irán al lugar donde ya no serán necesarios.
EliminarGracias por tu comentario y tus reflexiones.
Saludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarBello relato, Antonio. Al protagonista le pesan los recuerdos abrazado a esa fotografía. Parece que certifican su muerte, ¿pero no nos preparas una sorpresa? Los recuerdos siguen latiendo...
ResponderEliminarEstoy deseosa de completar la lectura de la trilogía y ver en qué acaba.
Un gran abrazo.
Los recuerdos no son nada sin alguien que los contenga. Si ellos laten, es porque también lo hace el corazón que los alimenta. Ahí lo dejo.
EliminarLa segunda parte describe claramente qué pasó con ese corazón.
Gracias por comentar, Carmen. Un abrazo.
Qué bonito lo has narrado. Los recuerdos se aferran a él a la desesperada en una vida que sin ella, le pesa como una gran losa. Ya solo le queda llevarse esos recuerdos y disfrutar del reencuentro. Un micro lleno de sentimiento. Enhorabuena, Antonio. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarEs probable que disfrute de ese reencuentro, pero aún le queda una experiencia que pasar.
EliminarGracias Matrioska, por acompañar siempre a mis relatos.
Un abrazo
Ya que los recuerdos pasaron a ser el motor de su vida, solo la ausencia de estos será la señal de su muerte. La trilogía ha empezado triste y melancólica pero el título nos promete un reencuentro, y nosotros, ansiosos y expectantes por leerlo. Un abrazo, Antonio.
ResponderEliminarMuchas gracias por la ansiedad, Salvador. Efectivamente, esos recuerdos fueron un motor que ya casi no funciona, pero sólo casi.
EliminarGracias por tus palabras. Un abrazo.
Impactante: "con la soledad aplastándole el pecho" (!!) mientras está abrazado a su foto de boda.
ResponderEliminarUn poco desconcertante: "el pulso sumergido bajo su pálida piel"... me genera la duda de si está o no realmente muerto.
Y más con ese palpitar de los recuerdos, que nos haces sentir a nosotros con esa descripción.
Bellamente sentido y escrito.
Un abrazo.
Pretendía despejar esa duda con la última frase, pero me están gustando mucho los matices e interpretaciones que cada uno sacáis. Desde luego, si algo abunda en este rincón digital es la imaginación.
EliminarGracias, M.Carme. Un abrazo.
Cuando la soledad pesa, oprime el corazón, los pulmones y la vida entera. Te va dejando sin aire, sin latidos... Sólo deseas dejarte llevar por los recuerdos y habitar en ellos, lo demás no importa.
ResponderEliminarUn 50 que es una delicia, te quedas atrapado en él y solo sientes lo que tú has querido que sintiéramos. Un lujo leerte siempre Antonio.
Un beso.
Muy bien recogidas esas sensaciones que regalas en tu primer párrafo. Aunque, posiblemente, el no desee que los recuerdos le aplasten hasta ese punto.
EliminarGracias Belén, yo sí que me siento halagado.
Un beso.
Mira que se han escrito ríos y mares, e incluso océanos, de tinta sobre la soledad. Mira que son tristes todas las historias sobre esa sensación de estar solo, pero tú lo haces de una forma Antonio, que soy incapaz de describir, nos introduces en el relato de tal forma que respiramos lento, débil y lento, a la par que tu protagonista. Y haces que la soledad del protagonista la sintamos también nosotros como una gran losa que nos aplasta el pecho.
ResponderEliminarMARAVILLOSO, de verdad, recibe mis felicitaciones.
Un beso grande.
Malu.
PD. Por cierto, que estoy feliz con esta trilogía, saber que este verano nos vas a dejar otras dos joyas sobre reencuentros, hace que esté ya calculando cuándo te va a tocar otra vez.
Mil gracias de nuevo, Malu. Feliz yo cada vez que descubro tus comentarios junto a mi relato, que son chutes de optimismo en vena.
EliminarEspero que los siguientes te gusten.
Un besazo.
Nos aferramos a los recuerdos, en los momentos más terribles de nuestra soledad. ¡Magnífico y bello relato, Antonio! Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias María José. Sí; son el último asidero y a veces el único.
Eliminarte agradezco mucho que me hayas dejado tu comentario.
Un abrazo.
Antonio, descansa en paz. Lo has conseguido. Un grandísimo relato. ¿Quién dijo que los adjetivos son peligrosos? "Átono", es genial.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Amén, Luis. Después de tu comentario, ya me puedo morir tranquilo, y te doy las gracias por ello.
EliminarUn abrazo.
Sensibilidad, sentimiento y amor, un gran amor. Precioso.
ResponderEliminarUn beso.
Si, un gran amor, pero también un gran miedo a estar sólo. ¿cuál de ellos es más grande?
EliminarMuchas gracias, Maite. Un beso.
Muy enigmática la naturaleza de ese rescoldo vital que permanece en tu protagonista. Intuyo que esa imperceptible energía que lo mantiene de algún modo en el mundo de los vivos tiene más que ver con el corazón en su acepción de catalizador de sentimientos que como músculo. Y aguardo expectante, como todos, la continuación de esta saga que promete ser excelente también (aparte de esclarecedora), como las anteriores y como este magnífico comienzo. Es asombrosa la capacidad que tienes para transmitir sentimientos tan tiernos a base de palabras y conceptos nada blandos.
ResponderEliminarEnhorabuena, Antonio. Rendido como siempre ante tus letras.
Un abrazo.
La naturaleza de ese rescoldo se deja en manos del lector. ¡Que puntería la tuya cuando se trata de captar la esencia de los escritos, Enrique! Espero que la segunda parte esclarezca que los sentimientos, tan etéreos e inmateriales, también dependen de que un músculo no deje de funcionar.
EliminarGracias por este magnífico comentario. Un abrazo.
¿Dónde está su mujer? ¿Tiene hijos? ¿Y familia? ¿Y amigos? ¿Dónde están todos? ¡Dan ganas de gritarle para que se levante!
ResponderEliminarTu ritmo es lento, espeso y profundo y frágil y explosivo.
Anda que no caben historias dentro de esos recuerdos.
¡Cómo me gusta leerte, Antonio!
Un beso
Sólo diré que parece un hombre anciano, aferrado a su última compañía que ya no está.
EliminarAcabará levantándose, seguro, en el segundo relato, y en el tercero, aparecerá ella, pero..., quizás no como piensas.
Qué cinco adjetivos; no pueden definir mejor lo que pretendía transmitir.
¡Dios!, ¡cómo me gusta que me leas!
Un besazo.
Realmente eres un genio juntando palabras. Me quito el sombrero. Son puros sentimientos plasmados en 50 palabras. Precioso tu relato, espero que estés entre los finalistas. Un beso.
ResponderEliminarVaya, Olga, te agradezco mucho tantos halagos y tan buenos deseos, aunque el premio de tu comentario es más que suficiente.
EliminarUn besazo.