El estribillo
"Yo tenía una casa...". Se detiene y deja de hablar. "¿Y cómo era, abuelo?". Por más que insiste la nieta, no responde. No continúa la frase. Marta, tumbada en la alfombra, juega con sus muñecos. No entiende por qué. Lo escucha como si fuera el estribillo de una canción infantil
Qué ternura en la melancolía que encierra este relato.
ResponderEliminarMuy bonito, Carmen. Lleva tu sello.
Abracicos.
Muchas gracias Patricia. Me gusta que te guste, je,je,je...Vengo de leerte. Voy retrasada este mes, estos días...
EliminarBesicos
Una canción de amor inveterado va por el canal del afecto del abuelo enajenado al mundo sin mácula de la inocencia infantil.
ResponderEliminarYo tenía una casa, es decir, yo era... triste fin el de vivir en el olvido.
Con ternura, tu dulce relato nos coloca en ambos extremos de la edad. Los que ya fueron y los que siendo, serán. Pura vida.
Saludos, Carmen.
Manuel, tus comentarios siempre me hacen ver algo que se me ha escapado.Dices cosicas con mucho arraigo y profundidad. Es verdad que en cincuenta palabras siempre queda algo por decir. Te agradezco mucho, muchísimo tus palabras, siempre
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Carmen, tierno y sentimental relato. Cuando las personas mayores se ven afectadas por la cruel enfermedad del Alzheimer pierden los recuerdos inmediatos y las imágenes y los nombres de las personas más próximas y queridas. Quedan como flotando en ese mantra de frases inacabadas, sin sentido, pero que pienso que a ellos les dicen algo y a nosotros nada. Y además en tu relato lo unes a la inocencia infantil, que no entiende y que solo le suena como un estribillo.
ResponderEliminarHas fotografiado tan bien esa situación, y el título muy apropiado, todo queda en ese estribillo, tal vez toda una vida resumida en ese estribillo.
Carmen, muy buen relato, que a mí en particular me ha llegado muy adentro.
Besos.
Eres un encanto Javier. Yo también pienso que la vida en definitiva es un "puro estribillo" Nos repetimos, se repiten los hechos. Después ya se verá cómo lo hacen ellos.
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Carmen, has logrado, con este micro, ensalzar una situación cotidiana. Que no nos falten -ni se nos olviden nunca- las "batallitas" de nuestros mayores. Me ha dado la sensación de que el abuelo de tu micro está, más que hablando con su nieta, hablando consigo mismo. Quizás no contesta a su nieta porque le haya venido a la mente otros pensamientos y está embelesado en ellos; quizás, simplemente, se le haya olvidado lo que iba a decir o, incluso, no tenga ánimo o fuerza para continuar su historia. Sea como sea, es un relato conmovedor y muy tierno. Felicidades.
ResponderEliminarCuando los abuelos viven en las casas de los hijos, se desubican y no solo cuentan batallas, las reviven.
EliminarGracias Javier.
Besicos
Sabemos que no somos eternos, que dependemos de una maquinaria orgánica que terminará por fallar. Esta certeza no evita que el declive vaya asociado a una sensación inevitable de tristeza. En esa frase que no termina, la niña, savia nueva, aprecia en su inocencia un alegre estribillo. Ella ve el proceso como es, algo natural, aún no está contaminada como los mayores.
ResponderEliminarUn relato lleno de tiernos contrastes.
Un abrazo, Carmen
Muchísimas gracias, amigo Ángel, siempre es un placer leer tus comentarios...Yo, estos días voy un tanto atrasada.
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La melancolía y tristeza que subyace en tu relato se ve, delicadamente atenuada con la sensible forma en que lo has escrito. Enhorabuena, Carmen. Suerte y saludos.
ResponderEliminarPara escribir, me fijo mucho en lo que hay por alrededor...
EliminarBesicos, Jesús
Advino que el abuelo ha dejado de existir, pero siempre seguirá existiendo el eco de su voz, para la nieta pequeña.
ResponderEliminarMe ha gustado, Carmen.
Besito virtual
Parece que vive con los hijos y la nieta lo acompaña.
EliminarGracias Maria Jesús
Besicos
Hay cosicas que cuentan o descuentan los abuelos que no se olvidan.
ResponderEliminarMe alegra que te guste Maria Jesús
Besicos
El declive de la vejez, el olvido, el desarraigo en contraste con la inocencia y la curiosidad infantil. Un bello y tierno relato, Carmen.
ResponderEliminarBesos.
¡Muchas gracias por tu comentario!
EliminarAy, la vejez y olvido
Besicos, Carmen
¡Qué melancólico micro, Carmen! Es triste, pero tratado con una sutileza y sensibilidad muy grandes. Te felicito.
ResponderEliminarBesos.
Eres muy generosa María José, tu comentario me encanta
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Nos presentas con este estribillo a una niña, con toda una vida por delante y a su abuelo, con la vida ya pasada, al que solo le queda un estribillo por recitar, por recordar. La niña no entiende que el abuelo, quizá desorientado o demente, no sabe ni donde está, pero sí recuerda que él tuvo una vida, una casa, vivió en plenitud, pero o no puede, o no sabe, qué más decir. La niña no le da más vueltas, todo es juego e inocencia a su edad. La vida nueva y la vieja en una misma sala, tan cercanos y tan lejanos a la vez.
ResponderEliminarJo, Carmen, tu micro encierra mucha, mucha historia y es muy potente.
Enhorabuena, me parece inmenso tu cincuenta.
Besos.
Malu.
Ohh, que bien lo has interpetrado amiga Malu. Da gusto que se entiedan las cincuenta palabras. No siempre se consigue.
EliminarMuchos besicos, amiga
Es terrible que nos pasemos la vida de adultos buscando cosas (felicidad, dinero, tiempo,...) para acabar desubicados en la vejez. Deberíamos aprender de la niñez, cuando lo que contaba era el ahora, sin más futuro que disfrutar del juego.
ResponderEliminarUn tierno relato en el que subyacen todos los tiempos. Enhorabuena, Carmen.
Un abrazo.
Dice un amigo mío "que la memoria que disfrutamos de jóvenes, se debería guardar para cuando somos mayores" Me gusta esa idea, pero...Los tiempos, son los tiempos los de cada una de las vidas.
EliminarBesicos, Antonio
Este cuento me ha puesto melancólico. Yo también tenía una casa, pero ya no vivo en ella. La echo de menos. Me parece que el abuelo de tu micro, Carmen, también añora la suya. ¿Le gustaba vivir solo? ¿Tiene Alzheimer y lo que le entristece es que, aparte de la casa, ha perdido todos sus recuerdos?
ResponderEliminarSaludos
Vive con los hijos, con los nietos, recuerda su casa, quizás nada más ¿Quién sabe?
EliminarGracias, Plácido
¡Qué manera tan tierna de narrar algo tan duro como la desmemoria que provoca la senectud o el alzhéimer! Y lo haces contraponiendo dos personajes, vinculados sí (abuelo-nieta), pero muy diferentes: uno en el último tramo de su vida; la otra, en ciernes de la suya.
ResponderEliminarEnhorabuena, Carmen (Cabopá). Nos seguimos leyendo.
Un beso.
Me alegra que te guste mi forma de narrar, José Antonio.
EliminarLos tramos de la vida a veces no están bien configurados, por usar un término muy actual
Besicos
Muy triste y tierno.
ResponderEliminar¡Gracias Maite!
EliminarBesicos
Hola Carmen, pues leyendo los comentarios, creo que soy el único que lo interpreta en el sentido de que el abuelo se lamenta de que tenia una casa y que ahora ha perdido por los familiares que ahora la habitan.
ResponderEliminarBueno es lo genial de 50 palabras, la libre interpretación.
Saludos.
Sí, @Jean, así es la lectura de lo que se escribe, libre interpretación. Nada por tanto desencaminada.
EliminarBesicos
Carmen, has descrito de forma muy visual los terribles efectos de esa terrible enfermedad que hace que se pierdan en su memoria y vivan en el olvido. Poco a poco vuelven a ser niños.
ResponderEliminarEnhorabuena, muy bien contado.
Besos.
Muchísimas gracias Pilar, si ta ha resultado visual, me alegro.
EliminarBesicos
Esas pocas palabras del abuelo, cuatro tan solo, son en realidad el modo en que este quiere transmitir las imágenes de una inmensa parte de su existencia, un recuerdo que ahora se hace tan recurrente como un estribillo. Seguramente el sonido de esa entrañable voz también permanezca, mezclado con su figura y su olor, en la mente de Marta durante toda su vida.
ResponderEliminarBellísimo, Carmen.
Besicos.
Así es, amigo Enrique, los recuerdos en los mayores tienen que ver con la vida vivida, y la de los niños, quizás permanecerá más tiempo pero será una memoria viva cuando ellos, los aabuelos ya no estén.
EliminarMuchas gracias por lo de bellísimo.
Besicos