Luces y sombras
Ella me pintaba preciosos cielos luminosos pero cada noche yo les añadía nubes sombrías. Empezó entonces a crear puertas abiertas y amplios ventanales sobre los que yo trazaba cerrojos y barrotes. Perdido ya todo el color, dibujó unas hermosas alas y me quedé solo tratando de borrar estas amargas lágrimas.
Escrito por Manuel Menéndez Miranda
Él la encerró tanto que ella tuvo que escapar.
ResponderEliminarMe gusta ese juego de contradicciones que has utilizado.
Buen relato, me ha gustado mucho.
Un abrazo, anónimo.
En tu microcuento uno de los personajes pone las luces y el otro las sombras, y el que pone las sombras es, precisamente, el que nos cuenta la historia después de que, por no haber sabido reconocer y disfrutar de esas luces, las haya perdido y, entonces, como suele ocurrirnos muchas veces en la vida, es cuando les da el su verdadero valor; en ese momento en el que el idiota de turno –y ahí podemos incluirnos muchos- se empieza a insultar a sí mismo, y no llega a comprender cómo ha podido ser tan necio, cómo ha podido estar tan ciego. Pero, en tales momentos de lucidez impuesta por haberse estrellado uno contra la realidad, ya no suele haber remedio, la segunda oportunidad que se pide a gritos en esos instantes no suele darse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nada, que cuando alguien quiere ver todo negro no hay manera.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos