Las prisas no son buenas consejeras
Contaba las horas, los minutos, los segundos, para volver a verla. Acudía con la infantil ilusión de quien quiere encontrarse con aquello que tanto le gusta.
Aquella curva inesperada se cruzó en su camino.
Ahora es ella quien va a visitarlo. Para llevarle unas flores. Mínimo, una vez al año.
Aquella curva inesperada se cruzó en su camino.
Ahora es ella quien va a visitarlo. Para llevarle unas flores. Mínimo, una vez al año.
Este título va como anillo al dedo de la vuelta de vacaciones. Bien traído y bien narrado, aunque esto último no suponga sorpresa ninguna para los que conocemos tus cincuenta.
ResponderEliminaraparte de la lección de prudencia, me gusta esa tristeza que resbala poco a poco por el micro empañando de tristeza el cristal alegre de la primera estrofa.
Aprovecho para mandarte un abrazo antes de que se nos esfume el agosto calentito, José Antonio.
Excelente relato en el que le das la vuelta a la historia, justo al legar a la curva.
ResponderEliminarFelicidades por este y los otros 79 que suman nada más y nada menos que 80 joyas con tu forma.
Saludos y toda mi admiración, paisano.
Pablo
Hoy llevo un día fatal, paisano. Donde pone legar, es llegar y donde pone forma, es firma.
EliminarEnhorabuena de nuevo, paisano.
Felicidades por tus 80 recién escritos xD.
ResponderEliminarNunca han sido buenas, es cierto. Hasta para leer...
Un saludo,José Antonio.
Es la vida, con todos sus alicientes, lo que nos apremia y nos llena de anhelos, volviéndonos ansiosos como niños a veces, hasta el punto de llevarnos a la propia aunque accidental destrucción. Con la muerte, en cambio, se acaban todas las prisas, en ciertos casos hasta para los que nos rodean, convirtiendo esas horas, minutos o segundos en años.
ResponderEliminarUn placer siempre leerte, José Antonio. Muchas gracias y felicidades por estos ochenta magníficos relatos. Y deseando que sean muchísimos más. Eso sí, sin prisas, que así como vamos, uno al mes, no está nada mal, ;-).
Un fuerte abrazo, amigo.
¿Ochenta ya? Eso es regularidad y lo demás tonterías. Como todo lo que merece la pena, has desgranado poco a poco, desde el principio, unas letras que todos hemos disfrutado. Así es como deben hacerse las cosas, sin prisa, sin pausa, el resultado se nota, esos ochenta hechos con cincuenta son la prueba.
ResponderEliminarTu relato muestra que todo cambia en un momento, no es lo mismo la atención a los vivos que a los muertos, bien lo ha aprendido tu protagonista, aunque tarde.
Un abrazo, José Antonio