Ulises enajenado

Su mujer Penélope estaba angustiada; su hijo Telémaco, abatido, pues lo veían deambular enajenado por el palacio. En su mente no cesaba de oír el canto de las sirenas. Un día, entró en el mar gritando "¡soy Nadie!", como si aún se burlase del cíclope. Horas más tarde, murió ahogado.
Escrito por Enrique Angulo - Twitter

9 comentarios :

  1. Maria Galerna19/9/18, 18:40

    Ni los héroes pueden con todo.
    De muchas historias no sabemos el final, solo el "fueron felices y comieron perdices...".

    Un saludo, Enrique.

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  2. Carmelo Carrascal19/9/18, 19:18

    Amigo Enrique, qué bien has tirado y con qué garbo de los hilos del mito, mostrándonos que ni siquiera ellos, los mitos, escapan a la eventualidad de ser cosidos y descosidos, reinventados, con el paso del tiempo.

    Y es que, en su momento, las muy ondulantes y sensuales sirenas cantoras se limitaron a poner su seductora melodía a la letra que sólo el deseo exacerbado del joven Ulises hilaba, tortuosamente, en su interior. Deseo que, desbocado, acaso fuera el responsable último de su enajenación.

    Que posteriormente muriese o no ahogado no hace más que añadir un punto de truculencia a la formidable tragedia de quien - nada menos en él - quiso pasar por Nadie. Pero quia, ni por ésas.

    Un fuerte abrazo, Enrique!

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  3. Todo tiene su precio. Una vez que el mito se apea de su grandiosidad inmortal, queda un mono desnudo hecho de barro e ilusiones. Las cotas espirituales y anímicas que se alcanzan en la aventura reservada a los héroes, no tienen parangón con las tibias sacudidas que nos proporciona la rutina de la vida doméstica.Un canto de sirenas debe tocar el alma como un tizón encendido la piel tierna de un recién nacido:marcada a fuego quedará para siempre.
    Creo que era Enrique Urquijo el que en una canción de Los secretos decía algo así como "me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario". Arriba estás tocado por la llama incombustible - mientras dura- de la inspiración, del fuego del canto de sirenas, pero cuando desciendes al terreno común del mortal individuo, eres de carne sufriente y de aliento trabado, como todos.
    Enajenado, perdido, ausente, maniatado a la rutina. Los héroes no son de barro, sino de cristal vibrante que se rompe al contacto con la pasiva realidad inane del día a día. Ese grito "soy Nadie", es tan desgarrador como triste el fin del Ulises hombre, que no el del mito, que pervivirá eterno amarrado al mástil de los vientos de la Historia.
    Otra asociación que me trae tu relato es la maravillosa película Birdman, de González Iñárritu, que me parece una revisión de los mitos desde otra perspectiva, pero con el mismo trasfondo que tu relato, el héroe caído. Ganas me dan de volverla a ver y de tomar entre mis manos la Iliada, pero mientras sí o qué, me vuelvo a tu relato que con tu pulso característico me lleva al más allá, a ese lugar donde batir alas de héroe, aún es posible.
    Sensacional, Enrique. Enhorabuena por esta revisión mitológica. Un fuerte abrazo. A disfrutar, que el otoño está empezando a mostrarnos su paleta.

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  4. Josep Maria Arnau20/9/18, 20:11

    El que regresa vuelve con una mochila. A veces adquiere vida propia y se la roba al viajero. Me ha gustado tu microrrelato intertextual, Enrique.
    Un saludo.

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  5. Los héroes, personajes mitificados, leyendas, están hechos de la misma materia que los demás. Por grandes que hayan sido sus proezas, llega un momento que, alcanzado el pico, ya solo queda descender. Lo hemos visto y lo vemos en actores, cantantes o escritores; muchos de ellos tratan de prolongar sus días de gloria, pero ya no son capaces de repetir gestas semejantes. Su talento indudable, unido a unas circunstancias concretas y un azar favorable, hicieron que rozasen el cielo, pero ahí no se puede estar siempre, después solo se puede ir hacia abajo. Hace falta mucha personalidad y sabiduría para asumirlo. Hasta Ulises, nada menos que el gran Ulises, es consciente de un declive que acaba por trastornarle. De desafiar a los dioses pasa a darse cuenta de que es tan mortal como los demás, algo que simplifica en la frase que le dijo al gigante y crédulo cíclope.
    Un relato con un fondo muy interesante y en el que haces gala, una vez más (tengo que decirlo) de la vasta cultura que atesoras e inquietud intelectual que te mueve. Un relato que hace pensar y repasar los clásicos, un regalo.
    Un abrazo grande, Enrique

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  6. Desde la Ítaca de su regreso, el héroe ya no es el mismo que un día partió. Tras la Guerra de Troya, ha vivido intensamente y hoy no puede sustraerse a los recuerdos que lo atormentan y trastornan. Destacas dos de sus grandes aventuras: haber oído el hipnótico canto de las sirenas y haberse salvado de Polifemo con la invención del nombre que todo lo niega. Nos propones un final nihilista, acorde con ese nombre, y más cercano a nuestra contemporaneidad.
    Es un placer revisitar los clásicos actualizados por tus letras, Enrique. No dejas de sorprendernos. Un fuerte abrazo.

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  7. Eduardo Martín Zurita23/9/18, 13:09

    Hola, Enrique.
    Un texto que hunde sus raíces en la intertextualidad, en los clásicos, tan de tu gusto, una vez más, para deleitarnos de nuevo. Un héroe venido a hombre y sus recuerdos, esa prisión de la memoria. Un hombre en su rutinaria cotidianeidad, que echa de menos ser un héroe aventurero. Un hombre al que enloquecen sus recuerdos, que no acierta a descreerse aquello que fuera un día. Un hombre que muere ahogado en el mar de sus recuerdos.
    Un microrrelato para reflexionar sobre la naturaleza humana y sus vaivenes, tantas veces trágicos.
    Unos renglones magníficos. Enhorabuena y un abrazo muy grande.

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  8. Los aventureros, esos hombres de pasta inquieta, llevan fatal el lidiar con la pesadez de lo ordinario. Los mitos, aún lo llevan peor. Pocos, muy pocos, llegan a entender que superar la mediocridad de lo cotidiano es la más apasionante de las aventuras.
    Gran reflexión sobre la postaventura, Enrique.
    Un abrazo.

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  9. Enrique Angulo2/10/18, 23:34

    María, Carmelo, Manuel, Josep, Ángel, Carmen, Eduardo, Antonio, muchas gracias por vuestros comentarios. Siento no haber podido contestaros, pero, como el Ulises de mi microcuento, también este mes he estado un poco enajenado, aunque por razones mucho más halagüeñas que las del héroe homérico.

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