El acento

Ese atardecer sus pasos le llevaron al banco del acantilado, aquel en el que por primera vez habló con él. Allí volvió a sentir la emoción que le embargó ese primer día al escuchar su voz y, al recordar su inconfundible acento, en su rostro se dibujó una gran sonrisa.
Escrito por Celeste

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