Amantes (III)
Luego de incontables desvelos, su cincel logró moldear a la fémina perfecta.
—Mía... Tuyo... —susurró, admirándola extasiado.
Después salió de copas. Regresó oliendo a rameras, demasiado borracho para advertir la tristeza de su ninfa. Días más tarde, la autopsia reveló que había muerto asfixiado bajo una espléndida mujer de piedra.
—Mía... Tuyo... —susurró, admirándola extasiado.
Después salió de copas. Regresó oliendo a rameras, demasiado borracho para advertir la tristeza de su ninfa. Días más tarde, la autopsia reveló que había muerto asfixiado bajo una espléndida mujer de piedra.
Gran colofón a tu trilogía, Silvina.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un beso.
Gracias, Pablo, por este y tus anteriores comentarios. Muchos saludos!
EliminarQué mal terminó la historia de este moderno Pigmalión y, por el contrario, qué bien has concluido esta genial serie, Silvina.
ResponderEliminarMis felicitaciones.
Saludos.
Vicente
Muchas gracias, Vicente! Aunque creo que el "genial" me queda grande... Como dices, terminó muy mal el artista: nunca debió prometer lo que no iba a cumplir. Un abrazo!
EliminarBien pensado, nada perdía la celosa obra vengándose de su autor cuando traiciona el sentimiento para el que la creó.
ResponderEliminarEl arte ha cobrado vida en esta magnífica serie de relatos, Silvina. Espero que no sea una trilogía y podamos seguir disfrutando de tu exquisita manera contar historias.
Un saludo.
Antonio, gracias por leerme, comentarme tan generosamente, y sobre todo por captar siempre el espíritu de los micros. Tal vez las musas me inspiren algún nuevo capítulo, ¿quién sabe? Dejemos que la vida del arte fluya... Un abrazo!
EliminarSilvina, el protagonista creó a la mujer perfecta, pero fue él el que no estuvo a su altura. Murió bajo el peso de su propia obra.
ResponderEliminarBien contado.
Besos
Claro... ¿Para qué aspirar a un cielo tan alto cuando ni siquiera se puede despegar los pies del suelo? Gracias por tu comentario. Un beso.
EliminarSu propia obra que tanto admiraba acabó con él, como en el resto de relatos de la serie vuelves a dar vida a lo inanimado, que con tuw letras toma vida y tiene sentimientos.
ResponderEliminarBuen relato Silvina.
Besos.
Javier, aprecio mucho tus comentarios. Muchas gracias por leerme. ¡Saludos!
EliminarCuánta vida y sentimientos encierran las obras artísticas de tus relatos. Morir aplastado por esta mujer ideal creada por él mismo es todo un acierto narrativo.
ResponderEliminarMuy bien contado, Silvina. Besos.
Muchas gracias, Carmen, por tus conceptos. Te mando un gran abrazo.
EliminarNo sé qué decirte, Silvina. Me he enamorado de las artes amatorias de tus relatos y solo de pensar que la historia ha terminado...
ResponderEliminarNo sé si admiro más tus relatos, o la manera que tienes de comentar los de los demás... No digas nada, mejor. Como ya dije, quién sabe más adelante se me dé por un epílogo o algo parecido... Mientras tanto, muchas gracias por leerme y comentar. Un beso.
EliminarLa traición crea sentimientos de venganza hasta en las piedras. El creador no estuvo a la altura de su creación. Me ha gustado mucho esta serie que nos has regalado, Silvina. Un beso y felicidades.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado. Lo mismo he sentido yo con tus comentarios. Muchas gracias y saludos!
EliminarArte, amor y muerte envuelven este relato y cierran una serie en la que has escrito, pintado y esculpido un espléndido tributo al amor al arte.
ResponderEliminarFelicidades, Silvina.
Pues si funciona como eso, como un "tributo al amor al arte", entonces el objetivo está cumplido. Muchas gracias por leerme! Un abrazo.
EliminarLibros, interacción entre cuadros y humanos y ahora esculturas. Una serie donde la imaginación se ha puesto al servicio del arte. Una muestra de cómo la literatura puede hacer que el amor germine en cualquier espacio, también los celos, como es el caso, Ha quedado bien a las claras que ni siquiera las mismísimas piedras son de piedra.
ResponderEliminarEs tu decisión (y quizá un poco también de las musas), pero si me permites sugerírtelo, me tomo la libertad de decir que sería de agradecer la continuidad de esta saga.
Un abrazo
Y yo tomo la palabra, y un espacio que no me corresponde (perdón), para secundar esta petición.
Eliminar¡Ay, pero qué compromiso! A un pedido del bicampeón secundado por la última (y también múltiple) ganadora... tal parece que las musas no podrán resistirse... Muchos cariños, amigos.
EliminarTu escultor no ha sabido prever las consecuencias de dar vida al amor perfecto. En esas circunstancias hasta las piedras piden reciprocidad.
ResponderEliminarInspirada trilogía, Silvina. Un abrazo.
Si, yo creo que ha sido bastante ciego y egoísta. Muchas gracias por tu comentario y un gran saludo!
EliminarSilvina, primero quiero pedirte perdón por no haber comentado los dos anteriores, no sé como se me han podido pasar. Una serie estupenda donde el arte y el amor/desamor van de la mano.
ResponderEliminarFelicidades por esta serie, yo me uno a la petición popular por una continuación.
Besos triples.
Malu.
Malu, lo importante es este comentario. Si hay que pedir perdón, yo debo ser la primera porque, por cuestiones de tiempo, comento muchísimo menos de lo que me gustaría. Te agradezco mucho y celebro que te haya gustado. Un abrazo!
EliminarEn este caso, sí es verdad eso que dicen de que hay amores que matan. Podríamos añadir, cn tu permiso, por su propio peso...
ResponderEliminarMuy buen relato, Silvina, y un espléndido colofón (por el momento, que yo también me uno a la petición de una posible continuidad, si es de tu gusto) a tu trilogía amatoria.
Van mi me gusta y mi enhrabuena.
Un abrazo.
¡Muy atinada tu conclusión! Gracias José, seguramente habrá algo más de estos amores y desamores. Otro abrazo.
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