Cada cosa en su sitio
La mujer del cirujano plástico estaba cansada de su marido y sus insufribles manías: todo debía mantener una cuidada simetría, en la ropa no aceptaba ni una arruga, se dormía contando hacia atrás desde diez, en la mesa cortaba la comida con precisión milimétrica...
Lo abandonó en el contenedor amarillo.
Lo abandonó en el contenedor amarillo.
M. Carme, que ingenioso relato y que colofón tan genial.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un beso.
Pablo.
Hola Pablo,
Eliminarcelebro que te guste.
Otro beso de vuelta.
M.Carme.
Muy requetebién, al contenedor del plástico. Así no tendrá nada que reprocharle.
ResponderEliminarEstupendo, M.Carme.
Exactamente Patricia, al amarillo que va de cabeza (o de pies).
EliminarGracias por comentar. Un beso.
Estaba tan harta de la perfección de su marido, que ella fue también muy perfecta para abandonarlo.
ResponderEliminarBuen relato M.Carme, me ha gustado.
Besos.
La perfección puede dar un poco de repelús...
Eliminar¡Vivan las imperfecciones!
(Esto no quita de poner cada cosa en su sitio y usar los contenedores de reciclaje)
Un beso Javier.
Si es que al final, todo se contagia, según el dicho ... "Dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición". Y si el marido hubiera sido carnicero, ¿dónde lo habría abandonado? Ja, ja, ja.
ResponderEliminarMuy bueno M. Carmen.
Vete tú a saber Malu, donde acabará el carnicero... hmmmm... al contenedor de orgánico?? ;-)
EliminarBesos.
Muy bien ha hecho esta mujer, ha abandonado a su marido donde se merece, cada cosa en su sitio...
ResponderEliminarEnhorabuena M. Carme!
Besos
Eso mismo, al amarillo. Al verde iría por ejemplo el licenciado vidriera! 8-D
EliminarGracias Pilar, un beso
Pues me parece genial tu relato y el final. Todo en su sitio como deber ser, él y su perfección tan plástica al contenedor amarillo.
ResponderEliminarUn besito guapísima.
Si es que no se puede ser tan puntilloso... Si se guardara la perfección para su trabajo, no le pasarían estas cosas.
EliminarCelebro que te guste.
Unos besos que van para ti M.Belén.
Muy bueno, M. Carme. Pensándolo bien, tal vez esta mujer le haya hecho un favor a su marido, pocos sitios tan clasificados y pulcros como este contenedor. Estaría feliz.
ResponderEliminarSaludos.
Clasificados sí que son los contenedores de reciclaje, ahora pulcros... no sé yo... :-)
EliminarGracias por comentar Vicente. Un abrazo.
Sencillamente Genial!!! Me ha encantado!!! Besitos
ResponderEliminarMe alegro de que te guste tanto!
EliminarUn beso tocaya.
Las personas vocacionales, que aman su trabajo, resultan envidiables; otra cosa es la deformación profesional, el no saber desconectar. Creo que este hombre no estaría conforme en ese contenedor amarillo, no porque no merezca terminar ahí por pesado, sino porque es donde se depositan envases, aunque estoy seguro de que saldrá él solito para introducirse en el correcto, el de residuos orgánicos.
ResponderEliminarUn abrazo, Carme
Jajaja, muy bueno Ángel.
EliminarY cierto es que no hay que llevar siempre con nosotros lo que en el trabajo es de agradecer, pues fuera de él puede ser un fastidio.
Un beso.
Un micro muy ocurrente, M. Carme. Creo que al cirujano plástico no le va a quedar otra que aceptar el apropiado abandono de su mujer. Me ha gustado mucho. Un beso.
ResponderEliminarGracias Matrioska. Creo que el cirujano pillará la "indirecta" ;-)
EliminarOtro beso de vuelta.
El contenedor amarillo era el mejor lugar en el que podía acabar este cirujano. Me ha encantado tu microrrelato, M.Carmen. Un saludo
ResponderEliminarYa puestos a dejarlo, pues lo deja donde le corresponde.
EliminarGracias por comentar.
Un abrazo.
Qué buen lugar para este cirujano que ya ha perdido toda naturalidad y es puro plástico. Me ha gustado mucho, M. Carmen. Un beso.
ResponderEliminarCierto, este cirujano es demasiado cuadriculado en todos los aspectos de su vida...
EliminarGracias Carmen, otro beso.
...y un sitio para cada cosa. Y si no lo hay, se busca, como has hecho tú con esta divertida historia, M. Carme. Aunque estoy segura de que los protagonistas se han reído poco.
ResponderEliminarSaludos
Bueno, el que menos se rió fue el cirujano. La mujer también debió tener complicado meter al hombre por esas oberturas tan estrechas que tienen los contenedores, que ya podrían hacerlas un poco mayores, la verdad.
EliminarSi os divierte a vosotros, los lectores, me doy por satisfecha.
Un beso Margarita.
Buenísimo M. Carme, me ha encantado. Gracias y enhorabuena.
ResponderEliminarGracias Samec, contenta de que te guste.
EliminarSaludos.
Espero y deseo que si tu cirujano usa gafas, estas terminen en el verde... Más que nada porque cada cosa tiene que ir a su sitio (¡Me encanta el título que buscaste, M. Carme!).
ResponderEliminarVa mi me gusta.
Un cordial saludo.
Buen detalle este de las gafas en el verde... (pero vamos a hacer que el cirujano no lleve gafas, que luego no cabe en 50 palabras ;-)
EliminarGracias Jose Antonio por tu comentario, un abrazo.
Pues yo pondría tu relato en el contenedor dorado, porque es un tesoro.
ResponderEliminarPetons, Carme.
¡Qué generoso eres, Carles!
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