Trofeos de combate
Mataba bestias feroces con sus propias manos y se las tatuaba para alardear frente a los demás. Osos, tigres y leones se movían en su piel mientras caminaba. Hasta que se encontró con otro cazador, que se abrió el abrigo para dejarle ver su propio rostro tatuado en el pecho.
Aquí se cumple el dicho del cazador cazado, o tal vez la ley del más fuerte.
ResponderEliminarBuen relato Fernando.
Un abrazo.
Fernando bienvenido a la familia de 50palabras.
Eliminar¡Genial! Se encontró con la horma de su zapato. Muy bueno. Saludos.
ResponderEliminarPues sí. Muchas gracias, Fernando, por compartirlo.
ResponderEliminarUn estupendo relato que me hace recordar a «El Hombre Ilustrado» del maestro Ray Bradbury y que todos nuestros actos tienen consecuencias.
ResponderEliminarSaludos, Fernando.
El cazador cazado que prueba su propia medicina. La vida es muy irónica y demuestra continuamente que nadie está exento de ser juzgado, incluso de forma sumarísima, con la propia vara que utiliza. Un relato que podría considerarse una fábula sobre la humildad y el respeto.
ResponderEliminarUn saludo
Fernando, bienvenido a la familia.
ResponderEliminarMe ha gustado que el protagonista haya recibido de su propia medicina.
Besos
Un relato redondo en su contenido y en su forma. Muy bueno, Fernando.
ResponderEliminarEnhorabuena y bienvenido.
Saludos cordiales.
El cazador frente a su propia horma. Una historia en forma de fábula que da buena cuenta de la ruleta de la existencia, en la que nadie está exento de nada y nada está al margen de nadie.
ResponderEliminarUna buena historia, Fernando. Enhorabuena.
Parece que no es el único que anda de cacería. Como buena bestia feroz que es, se convertirá en el trofeo de otro. Muy buen estreno, Fernando. Un saludo y bienvenido.
ResponderEliminarInstinto asesino a flor de piel.
ResponderEliminarBienvenido, Fernando.
Uf. Has dado en el blanco en tu debut, Fernando.
ResponderEliminarBienvenido.