Nominado
En su discurso hablaba de pesares y resentimientos, de quejas y gratitudes, de errores y aciertos...; acusaba y pedía perdón..., inquiría..., explicaba..., intentando casi agónicamente apaciguar conciencia y orgullo, reparar en fin, en esa oportunidad única, los desperfectos de una larga y tempestuosa vida.
Aplaudió con creíble entusiasmo al ganador.
Aplaudió con creíble entusiasmo al ganador.
¡Qué congoja! Y qué bien has creado esa atmósfera de intento desesperado y agónico de evitar lo que parecía inevitable.
ResponderEliminarChapeau de plumas, monseñor.
Es verdad, Patricia; hay cosas que son inevitables, pero sobre todo las que ya están hechas, por más que a veces se sienta el deseo de volver atrás para borrarlas o hacerlas de otro modo. El problema está en no saber convivir con ellas.
EliminarMuchas gracias y un fuerte abrazo.
Pinceladas rápidas, trazos ligeros que tratan de superar el miedo escénico y ofrecer una buena imagen ante el auditorio, explicar en pocas palabras la complejidad de una vida, ese formar parte de un mundo que parece obligarnos, de alguna manera y en muchos niveles, a vivir en una continua y agotadora competición.
ResponderEliminarUn relato que demuestra que estamos hechos de sentimientos, como tus ideas y la forma de expresarlas están forjadas con el mejor estilo.
Parece que nos vamos a ver en breve, cosa de la que me alegro. Hasta entonces, te envío este abrazo, Enrique
Sí, de algún modo siempre estamos compitiendo, aunque quizá en el fondo el contrincante sea siempre uno mismo. Eso podría explicar que nos importe tanto la opinión ajena, al tener esta la condición de parte no implicada.
EliminarCreo que esta historia me ha salido algo oscura sin quererlo, pero veo que con vuestros agudos análisis estáis completando y enriqueciendo la idea principal de la historia y conectando con esos sentimientos que tú detectas en el personaje.
Muchas gracias, Ángel, por todo. Yo también me alegro de que podamos vernos y te envio un abrazo como anticipo.
El hablar en público, hacer una miniautobiografía e intentar excusar los errores, es muy difícil. Seguro que tú protagonista se embarulló, no supo dar marcha atrás y, luego no sabía salir de su atasco.
ResponderEliminarEstás creando escuela a la hora de crear personajes muy humanos y en el estilo de tú escritura.
Qué te voy a decir que no sepas: que me encanta y que tengo una gran pena por no acompañarte a Madrid, al igual que a los demás, aunque a ti, especialmente.
Un abrazo.
Pablo
Lo de acentuar los tu, ya sabes que es cosa de mí "graciosillo" móvil
EliminarAy ay, Pablo. Puedes estar seguro de que no voy a ser yo el único que te eche de menos en Madrid, por lo que de un modo u otro también vas a estar, y mucho. Ya sé que eso consuela poco, pero bueno, a la próxima sí que no puedes faltar.
EliminarEn cuanto a tu opinión sobre el relato, también estoy de acuerdo contigo. Y me pregunto por qué nos cuesta tanto a muchos de nosotros hablar en público. En cualquier caso te digo como a Ángel: sin querer jugar a las adivinanzas, me ha salido algo por el estilo.
Muchas gracias por tus elogios y por todo el cariño que me demuestras siempre. Ya sabes de sobra que es mutuo. Un fuerte abrazo, amigo Pablo.
Algo hizo bien durante ese acto de contrición: reconocer que había perdido aplaudiendo a quien le había ganado. ¿O era simple impostura?
ResponderEliminarVa mi me gusta, Enrique, y un fuerte abrazo.
Concido con Pablo en esa gran pena que a ambos nos aflige porque yo inicialmente iba a poder estar en Madrid, en la quedada del sábado, si bien al final se me ha complicado la historia y no va a poder ser...
Desde aquí os deseo que disfrutéis del encuentro.
Nunca se me habría ocurrido esa palabra: "contrición". Y lo cierto es que había mucho de ello en su discurso de emociones contrapuestas, pero no sé si fue suficiente para que su aplauso fuera del todo entusiasta. Muchas gracias, José Antonio. Me alegro de que te haya gustado, del mismo modo que siento mucho que al igual que Pablo no puedas venir mañana. Con toda seguridad vuestros nombres van a volar por la atmósfera del local cada dos por tres. Gracias por tus buenos deseos y nos vemos en la próxima. Un fuerte abrazo.
EliminarMe da la impresión de que este hombre ha vivido toda su vida en un mar de dudas, y lo que vemos al final es más de lo mismo. Hasta ese aplauso de creíble entusiasmo rezuma duda. Uno de mis hermanos dice que "el hombre que nunca duda, resulta bastante dudoso". Pero el caso del protagonista de tu relato es demasiado. Buen relato para la reflexión, Enrique. Bueno, si nada lo impide, nos vemos el sábado. Saludos.
ResponderEliminarPues sí, Juana; cuando la duda es excesiva deja de ser saludable y se convierte en inseguridad. Si los errores, en lugar de reforzar esa inseguridad nos sirvieran solamente para madurar, nuestra vida sería mucho más satisfactoria. Yo en ese aplauso veo sobre todo frustración y dolor, pero también reconocimiento; por qué no.
EliminarMuchas gracias por todo, y sí, nos vemos el sábado, seguro.
Un abrazo y hasta mañana.
A menudo, lo difícil no es obtener el perdón de los demás sino eximirse uno mismo. Si se quiere apaciguar la conciencia es porque identificamos y reconocemos nuestros malos actos; cuando, por el contrario, se desea calmar el orgullo se intenta, creo yo, complacer a quien tiene el poder de juzgarnos, en aras de un beneficio futuro. Tú personaje aplaude con un entusiasmo creíble, lo cual no necesariamente es sinónimo de sinceridad. Coincido con Juana sobre las dudas existenciales que transpira el nominado.
ResponderEliminarEn fin, otra joyita de las tuyas, Enrique. Para releer y comentar por un buen rato.
Un gran abrazo.
Seguramente lo que lleva al personaje a buscar la aprobación ajena sea esa falta de aceptación propia que tú bien apuntas. Pienso que todos tenemos alguna espina clavada en un sentido o en otro; aquello que dijimos de más, o aquello otro que callamos cuando debimos decirlo. Pero no es razonable y mucho menos sano que su recuerdo se convierta en obsesión dolorosa. No se puede vivir arrastrando ese lastre, por otro lado, compuesto de situaciones inherentes a la propia existencia.
EliminarMuchas gracias, Vicente, por la generosidad de este nuevo comentario. Me alegro mucho de que valores tan bien mi propuesta. Un abrazo.
"Nominado", pero no ganador ... Por lo menos hizo acto de contrición, ya que había escrito un discurso donde intentaba reparar todos los daños causados en su vida. Pero me temo, que esos aplausos hacia el ganador, aunque creíbles, eran falsos en realidad.
ResponderEliminarGran relato, sí señor. Un beso fuerte Enrique, nos vemos el sábado.
Malu.
En efecto, Malu, he querido acentuar esa diferenciación comenzando y terminando la historia con ambas palabras. Evidentemente, la intención del personaje era tan innecesaria como inútil, fruto sin duda de un planteamiento vital erróneo por su parte, quizá otra consecuencia de una naturaleza demasiado inmadura o, también, excesivamente sensible. En cuanto a los aplausos, seguro que había un poco de todo en ellos, pero más que nada frustración.
EliminarMuchas gracias y otro beso fuerte para ti. Ya tenemos el sábado encima, Hasta entonces.
Lo bueno de ser nominados es que da la oportunidad de practicar, por adelantado, el discurso de aceptación, ensayar las poses, engolar la voz y muchas veces sincerarnos. Creo que es el caso de tu protagonista que, aunque no ha sido ganador, ha tenido la entereza de aplaudir. Ojalá haya sido sincero. Muy bueno, Enrique.
ResponderEliminarSaludos.
Ahí está, Beto. Y de ese mismo planteamiento partió la idea del relato. Me pregunté cuántos discursos se quedan sin decir en cada entrega de premios, y cuántas ilusiones se rompen y ánimos se frustran al conocer el nombre del ganador. Esa cuartilla blanca doblada en uno de los bolsillos de la chaqueta de los nominado sería el espíritu de mi historia. Que luego aplauda con mayor o menor sinceridad puede depender de tantas cosas...
EliminarMuchas gracias por todo y afectuosos saludos.
Al fin y al cabo, es la justificación de una etapa o de una vida, con éxitos y fracasos, con sus idas y venidas más o menos afortunadas. ¿No es esa la evolución de cualquier ser humano? Y, finalmente arrepentido, —yo sí le creo– concede el reconocimiento sincero al compañero.
ResponderEliminarComplicada la psicología humana, todos tan iguales y tan diferentes a la vez.
Felicidades, Enrique. En un par de días nos vemos. Un abrazo.
En este caso sería esa segunda opción que dices, la de justificar toda una vida; tarea tan complicada como absurda. Aunque eso no quita que alguna vez se den las circunstancias precisas para redimirnos de algún error cometido o para lavar alguna afrenta, cosa que sí ocurre con frecuencia en la ficción por obra y gracia del escritor, pero raramente en la realidad.
EliminarMuchas gracias, Mª Jesús, y nos vemos mañana sábado. Me alegro mucho de que tu recuperación vaya tan bien que te permita ir. Un abrazo.
Veo a tu nominado sentado en alguna butaca de las primeras filas, reconociéndose a sí mismo en el sincero y vehemente discurso de otra persona, del ganador. Un aplauso final que es un gesto con cierta nobleza al reconocer igualmente lo nimio de ser elegido entre unos pocos finalistas frente a todo lo que ese momento trae detrás.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el planteamiento de tu relato, Enrique, con una última frase que remueve todo lo leído para ir posándose poco a poco en su sitio.
Un abrazo
Y a mí me gusta tu planteamiento, Antonio. Sorprendentemente tu interpretación encaja a la perfección en el texto otorgándole una nueva dimensión. Analizándolo de nuevo, creo que al decir "En su discurso hablaba..." he propiciado la lectura alternativa de que el discurso llega a ser dicho, pero no es así, al menos como yo lo pensé. Supongo que no hay nominado que no tenga esperanzas de ser el ganador, con todo lo que eso conlleva, empezando por la elaboración del pertinente discurso, por si acaso. Teniendo en cuenta todo eso, por supuesto que ese aplauso lleva implícita nobleza, humildad... y también compostura.
EliminarMuchas gracias por tu generosa y profunda lectura, como es habitual en ti, y un abrazo.
No parece conveniente dar voz al perdedor, lo más probable es que no haya preparado ningún discurso para esa eventualidad.
ResponderEliminarDesde pequeños, para protegernos, nos enseñan a no mostrar a los demás nuestras debilidades. Mejor ocultarlas, dar imagen de confianza y fortaleza.
Con el tiempo, ya derribaremos esas murallas y aprenderemos a vivir con nuestros errores y nuestros aciertos.
A tu personaje le han desnudado en público y se le han visto las vergüenzas. Ese aplauso final es como una manta bajo la que esconderse.
Muy bueno, Enrique. Has dibujado con mano diestra la escena y al personaje.
Un abrazo.
Al igual que Antonio, me dejas boquiabierto con esta otra magnífica interpretación de mi propuesta. El caso es que sin pretenderlo me ha salido un relato con más de una traducción y me da alegría ver que pueda haber provocado meditaciones como las vuestras. Es cierto que andamos metidos en corazas, sobre todo los hombres (no sé por qué), y cuando alguien se desnuda o lo desnudan, el sentimiento más coherente hacia él, en función de esta conducta social establecida, es el de cierta conmiseración.Y claro está que si nos dan a elegir preferimos despertar admiración o envidia antes que lástima.
EliminarMuchas gracias, Jose, por tu amabilidad y por contribuir a enriquecer mi historia.
Un abrazo.
Esos entusiásticos aplausos me llevan a pensar que tu nominado agradece no ser el ganador porque menudo discurso que se había preparado. Una cosa es reconocer los propios errores y otra bien distinta airearlos a los cuatro vientos. Felicidades, Enrique. Un mes más nos has traído un relato que no nos deja indiferentes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues es una cosa que no había pensado, que quizá algún día se alegre de no haber ganado al comprender que un discurso así era una equivocación más para sumar a su trayectoria. Aunque en el momento de aplaudir aún no era consciente de tamaño error; para él era muy importante, trascendental, su contenido.
EliminarMuchas gracias, Fina, por esa invariable amabilidad tuya que tampoco deja indiferente a nadie. Un abrazo.
Hola Enrique, muy buen relato, con un gran ritmo narrador a la hora de darnos a conocer el discurso que nunca dio el protagonista, pero al menos fue un buen perdedor y supo mantener la compostura..
ResponderEliminarMe ha encantado, enhorabuena.
Un saludo.
Perfectamente sintetizada la verdadera intención de mi historia. Seguramente la importancia de ese discurso que se queda sin decir no es la misma para todos los nominados, y puestos a imaginar he pensado en una situación extrema, por su importancia vital para el personaje, como esta. Por supuesto que, dada la personal trascendencia de sus palabras, el mérito de haber mantenido la compostura de buen perdedor es.aún mayor.
EliminarMuchas gracias por tu minuciosa lectura y tu amable comentario, Javier. Un abrazo.
Aunque al final reconozca que el ganador sí que se lo merecía, se me antoja, que el nominado, con cara de pasmarote, estruja entre sus manos, un estudiado, pensado y discurrido discurso que ya nunca verá la luz.
ResponderEliminarMe ha dado penita, qué quieres que te diga, tu protagonista me ha enternecido.
Y me ha gustado especialmente, el título y esa frase final... para mí, el cincuenta por ciento de este estupendo micro.
Un abrazo.
Te decía, que me quedo con las ganas de conocerte en persona... ¡¡¡mecachis...!!!
EliminarYo también mecachis, Rosy, y no es por devolvértela; me apetecía mucho conocerte. Es una verdadera pena. Por lo que veo te ha surgido algo imprevisto.
EliminarTe echaremos de menos. Un fuerte abrazo.
En cuanto al relato, creo que los personajes vulnerables normalmente despiertan más compasión y cariño que los que muestran seguridad. Estoy de acuerdo en que el título y la frase final juegan un importante papel en el relato. Y luego he pensado que si el resto lo hubiera hecho más cercano, si hubiera planteado una situación más sencilla, quizá hubiese sido mejor. No sé.
EliminarMuchas gracias, Rosy, y un abrazo.
Querido Enrique:
ResponderEliminarVeo un hombre en esos puntos suspensivos de tu historia, (una mujer no tendría tantos), un hombre de cierta edad que se enfrenta por primera vez a una nominación y sabe que no tendrá muchas más ocasiones; que parece que no siempre ha jugado limpio para estar donde está; que aprieta sus manos sudorosas para impedirlas temblar; que contiene la respiración y cierra los ojos dispuesto a hacer un pacto con el diablo - ¿una vez más? - mientras escucha cómo se rasga el sobre y los latidos acelerados de su corazón. Un instante de silencio absoluto y el olor de la decepción.
Y a continuación, el estruendo de un aplauso que le despierta del sueño incumplido y le devuelve a la realidad. Me pregunto qué hará con su discurso, cruel recordatorio de lo que ha sido su vida, al que ahora debe añadir un nuevo párrafo.
Me gusta cómo describes un amplio escenario mostrando a través de la cámara de tu escritura un solo punto en el que consigues que centremos la atención, y me gusta también cómo concentras la historia entre las dos palabras protagonistas: nominado - ganador.
Y aprovechando los comentarios anteriores, te dejo aquí unos cuantos besos y abrazos para que, por favor, los repartas mañana. Otro más para Pablo, para que se lo des la próxima vez que lo veas en esa bonita ciudad que compartís.
Y este otro, sólo para ti, porque estabas nominado y has ganado.
Vaya, Margarita, me has pillado desprevenido y no había preparado discurso para recibir ese último beso, pero lo recibo con enorme satisfacción. Te mando otro para ti, en este caso honorífico, por tu grata y estimulante presencia en esta página. Por supuesto que me encargaré de repartir los que me das para el encuentro. En el caso de Pablo, es muy posible que hayamos dado la impresión de conocernos en persona y de ser paisanos, pero no es así, y de hecho ambos tenemos muchas ganas de darnos un abrazo que no sea virtual. Yo soy de Granada aunque llevó viviendo más de 30 años en Valencia.
EliminarY centrándonos ahora en tu comentario sobre el relato, menuda puesta en escena la que has montado. No dejas de admirarme con cada meditación tuya sobre nuestras historias. Me pregunto si alguna vez has hecho guiones de cine o teatro. Es asombrosa, no solo tu capacidad para visionar la escena sino también para luego describirla. Creo que lo más oportuno es darte la enhorabuena por tan extraordinario comentario, además de las gracias, muchas, por tu generosidad. Un fuerte abrazo, Margarita.
Siempre he creído que si trabajas para el éxito pero ante el fracaso aplaudes sinceramente a tu adversario, este aplauso te dignifica y por lo tanto también es para ti. Muy buen relato, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarSin duda es mucho más fácil consolar al perdedor cuando eres tú quien ha ganado, que aplaudir cuando los papeles están cambiados, pero también más enriquecedor esto último. En este caso la decepción fue doble al no poder leer el discurso.
EliminarMuchas gracias, Salvador, y un abrazo.
Estar nominado es ya un triunfo en sí mismo, pero el protagonista tiene un regusto amargo cuando el premio es entregado a otro, un sentimiento bastante común en el ser humano.
ResponderEliminarEse aplauso como homenaje al ganador le honra, aunque por dentro esté decepcionado por haber perdido su oportunidad.
Un beso, Enrique.
Independientemente de como te puedas sentir en un caso así, es muy importante no perder las formas, además de aceptar la situación con entereza. Es evidente que solo eligen a un ganador entre los nominados, por más que uno pueda hacer mientras tanto y por su cuenta castillos en el aire.
EliminarMuchas gracias, Asun. Un abrazo.
Ese "creíble" de la frase final remacha el postureo que muestra el protagonista durante todo el relato.
ResponderEliminarTe ha salido una estupenda revisión del "quiero y no puedo", Enrique.
Abrazos.
Ese quiero y no puedo podría haber marcado la existencia del personaje, seguramente llena de insatisfacciones producidas por un circunstancias diversas. A mí se me ocurren por ejemplo una inmadurez crónica, una extrema sensibilidad ante los avatares de esta, un alto nivel de autoexigencia, o quizá solamente un continuo desacuerdo entre losiento dictados de su mente y su corazón.
ResponderEliminarMuchas gracias por todo, Notincgas. Nos vemos en un rato. Un abrazo.
Hermosa descripción del personaje. El aplauso final de quien se ve perdedor es loable, lo de creíble puedes ser también positivo si el nominado se lo cree. En caso contrario, puede describir simplemente a un hipócrita o contar una simple manifestación de corrección en público. Según sea se podrá leer un relato de superación o de envidia
ResponderEliminarSin duda siempre es más fácil consolar al vencido que felicitar al ganador. En este caso, a esa situación siempre algo dolorosa de ver frustradas las inevitables ilusiones habría que sumarle la exagerada importancia vital que la posibilidad de pronunciar el discurso tenía para el protagonista. Muchas gracias, Ezequiel, por tu profundo análisis
ResponderEliminarUn abrazo.
Después de leer todos los comentarios anteriores, poco queda por añadir.
ResponderEliminarYo me quedo con un par de detalles del relato, que son los que me han quedado a mí como foco del personaje:
"intentando apaciguar conciencia y orgullo" y "Aplaudió con creíble entusiasmo al ganador"
Me llega que no está contento consigo mismo ni con que sea otro el ganador.
Un saludo Enrique.
Carme.
Posiblemente nunca haya llegado a estar contento consigo mismo, pero confunde el modo de enfrentarse a las cosas que han propiciado su insatisfacción. El no ganar además impide poner en practica su desesperado y tal vez contraproducente recurso.
EliminarMuchas gracias, Carme. Un cordial saludo.
Es posible que me columpie, Enrique, pero lo que veo es a tu protagonista aguantando el tipo. Se ha preparado un sincero y triunfal discurso de ganador pero la realidad se ha impuesto y se ha tenido que conformar con ser un mero espectador ante su fracaso y el triunfo de otro. Felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarEs exactamente como lo describes, Matrioska. Una situación que sin duda se repite en toda entrega de premios con nominaciones previas. Solo he querido extremar el caso del protagonista haciéndole preparar un discurso de una importancia enorme para él en cuanto quería usarlo para ajustar cuentas con su largo pasado.
EliminarMuchas gracias por todo, y a ver si nos vemos en la próxima; me alegró mucho conocerte.
¡Un fuerte abrazo!
Eliminar"De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa, chupando un clavo sentados sobre una calabaza..."
ResponderEliminarNos imaginamos una historia en la que somos ganadores, nos vemos diciendo ese discurso que tanto preparamos, y luego llega la maldita y estúpida realidad a ponernos en nuestro lugar de perdedores... O incluso si ganásemos, ese discurso quedaría reducido a un balbuceo ininteligible, y/o nos tropezaríamos y pasaríamos el papelón de nuestras vidas.
Me ha encantado todo, el título, el tema, la forma de contarlo. Me parece genial.
Un beso, Enrique.
Ahora que lo pienso, quizá los mejores besos de la vida nos lleguen siempre de improviso. En este caso el personaje había depositado tantas expectativas en ese momento de éxito que la frustración debió de ser doblemente amarga. Aunque llevas toda la razón al apuntar que de haber ganado (él o cualquier otro con parecidas pretensiones) el resultado habría sido algo patético. Me ha gustado mucho que relaciones con mi historia esta preciosa canción mi venerado Serrat. Muchas gracias por tu generoso comentario y un beso, Sandra.
EliminarUn 50 fantástico. Un discurso, una nominación, unos nervios y no saber quien será el elegido... Todo flota de una manera creíble en tu relato; nos hacer participes de ese momento de tensión y de ese desenlace que rompe en un aplauso sincero a pesar de su fracaso.
ResponderEliminarAcertado titulo y un cierre que recoge toda la esencia de la historia.
Un placer leerte Enrique. Un beso y un abrazo.
Pienso que damos demasiado valor a nuestros fallos y aciertos, a nuestros defectos y virtudes y a otras muchas cosas que inevitablemente forman parte de nosotros y de nuestra vida, una actitud que nos impide disfrutar a veces de ella como debiéramos. Este comentario tuyo, por ejemplo, me ha hinchado bastante el ego, aunque seguramente sigo siendo el de antes, ;-).
EliminarMuchas gracias, Belén. Y hablando de placeres, uno muy grande para mí fue conocerte en persona. Un fuerte abrazo.
Enrique, después de todos los comentarios anteriores casi que no puedo añadir nada. Todos los nominados tienen la esperanza de ganar. El protagonista tal vez aplaude efusivamente al ganador, contento a la vez de no tener que leer su discurso. Me ha gustado mucho. Enhorabuena. Besos
ResponderEliminarPues no descarto que en ese momento sintiera un cúmulo de emociones contradictorias, entre las que seguramente había cierto alivio por no tener que enfrentarse a todos y a todo. Yo diría que al día siguiente empezó a ver todo de manera más objetiva y a valorar esa nominación en su justa medida. Muchas gracias, Pilar. Me alegro de que te haya gustado. Besos.
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