Del ser y el hacer
Érase una vez un carnicero con alma de poeta. Ejercía el oficio heredado de su padre y abuelo (porque "con poesía no se come") en la carnicería familiar. De noche, mientras despostaba medias reses, escribía poemas con sangre en la blanca mesada y los lavaba con lejía en las mañanas...
Los carniceros también pueden ser poetas. ¿Ésa lejía es para lavar su conciencia?, ¿o para ocultar su poesía? Me ha parecido original. Un beso.
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