La mudanza
Dejaba una década plagada de amigos y buenos momentos. Sabía que no podría trasladarlos en la mudanza.
Amontonó libros, enseres, muebles para ubicarlos en otra ciudad. Delante tenía nuevos retos, pero miró a su hijo pequeño por el retrovisor. Una lágrima resbalaba mientras gemía:
—Ya no veré a mi seño.
Amontonó libros, enseres, muebles para ubicarlos en otra ciudad. Delante tenía nuevos retos, pero miró a su hijo pequeño por el retrovisor. Una lágrima resbalaba mientras gemía:
—Ya no veré a mi seño.
Dos almas, dos universos bajo el mismo techo, distintos, uno con más experiencias que otro, con más sabiduría que otro, pero, ¿Cuál es más profundo?
ResponderEliminarMuy bien, amigo Paco. Tu relato toca esa fibra del recuerdo y de la infancia.
Un fuerte abrazo.
Último homenaje a una maestra y ¿madre?, narrado con sentimiento y nostalgia.
ResponderEliminarMe has trasladado al pasado, Francisco.
Saludos y suerte.
Las profes buenas siempre quedarán en la memoria. Un beso.
ResponderEliminar