La invasión de las hadas (Tríhada I)
Con las altas temperaturas, las hadas abandonaron los pantanos. Revoloteaban por doquier en grandes nubes de polvo mágico invadiéndolo todo.
Su cháchara continua —las hadas nunca duermen— acabó por desquiciar a ogros, elfos y enanos.
El Consejo del Bosque, entonces, permitió a los humanos atraparlas y hacer cuentos con ellas.
Su cháchara continua —las hadas nunca duermen— acabó por desquiciar a ogros, elfos y enanos.
El Consejo del Bosque, entonces, permitió a los humanos atraparlas y hacer cuentos con ellas.
¡oh!!!!
ResponderEliminarPatricia, me lo has quitado de la boca.
ResponderEliminar¡Ooooohhhh!
Una de las mayores delicias que he leído por squi.
Vete preparando el micro de final de mes con este título porque, o micjm me equivoco, o va a estar.
En mi libreta abro el apartado de trilogías Bocanegra.
Un 10.
Abrazos
Pablo
Se nosn que lo he escrito con el móvil.
EliminarPerú se entiende, ¿no?
Me pregunto cómo de un "mucho", el autocorrector puede poner "micjm". Será cosa de las hadas o de los ogros.
Maencantao tu micro. Te lo repito.
Pablo Núñez, ¿cómo que un 10? Que no eres jurado...
Eliminar¡Pero yo sí!
😊
EliminarBienvenida sea esa invasión de hadas si viene acompañada de historias como ésta y al menos otras dos mas. Al final, va a resultar que el cambio climático tiene ventajas.
ResponderEliminarUn relato lleno de magia, Manuel
Un abrazo
Besos y abrazos muuuuu apretaos para el triángulo mágico de Cincuenta: Patricia Richmond, Pablo Núñez y Ángel Saiz, ¡casi na de la buena!
ResponderEliminarSi no fuera por lo que es, os lo dedicaría, pero se lo he regalado a Lilian, que hoy cumple una nueva primavera.
De verdad que os daba un achuchón. De Cincuenta al cielo, creo que se dice por ahí.
Muchas gracias, trío fantástico.
Resulta que son parlanchinas...ya sé yo entonces la razón de que me gusten tanto!
ResponderEliminarComo tu relato, que me encanta.
Saludos.
Son de dar mucho palique, sí, por lo menos las que yo conozco, jejej...Gracias, Paloma.
EliminarManuel, un precioso micro. Impregnado de dulzura y ternura. Me encanta. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Miry, por tu comentario. Un abrazo también para ti.
EliminarMuero... ❤️❤️❤️
ResponderEliminarEnhorabuena Bocanegra.
Besos de hadas.
Malu.
Hada entre las hadas... ¡el hada Malu!
EliminarMuchas gracias y muchos besos!!!
Lo desconocía, pero me encanta saber que "las hadas nunca duermen". Y que les gusta la cháchara - "cháchara continua" (¡qué majas!). No pierden el tiempo durmiendo, así que sus parloteos serán interminables.
ResponderEliminarGracias a la decisión del Consejo habitan en nuestros cuentos, empezando por el microcuento tuyo.
Formidable, Manuel!
!Ah! y qué buena la "h" del paréntesis del título...
Un (h)abrazo.
No hay que preocuparse, Carmelo, uno acaba acostumbrándose; luego son simpáticas y serviciales, llenas de sabiduría. Cuando no tengo internet, aprovecho para preguntarles a ellas mis dudas.
EliminarGracias por tu visita y tus palabras. No me resisto, no; para ti también un (h)abrazo.
Confiesa, Manuel. Esta historia la conoces de primera mano porque tienes un constante revoloteo de hadas en casa. De ellas provienen estos mágicos cincuenta.
ResponderEliminarUn micro delicioso. Besos alados.
Como éramos pocos, llegaron las hadas... entre ellas y las musas, te puedes imaginar, Carmen... ¡un disparate creativo continuo!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lindo comentario y por tus besos tan revoloteadores. Para ti van los míos.
Una gozada, !hadas!, yo conozco alguna, he tenido mucha suerte. Espero con ganas el siguiente. Plas, plas, plas, para ti y para que no desaparezcan las hadas. Un beso.
ResponderEliminarTenemos que conservarlas, Maite, no hay tantas como en el microcuento, pero haberlas, haylas. Gracias. Un beso.
EliminarHacia tiempo que tenía una duda ¿de donde venían las hadas de los cuentos? Resuelta.
ResponderEliminarGracias Manuel 😘
A ti, Lunanegra, por pasarte y comentar. Saludos.Gracias.
EliminarEs muy grato leer un microrrelato con esa frescura en su narración. Muy bueno.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Beto, son las hadas que le prestan un poco de su aire. Saludos.
EliminarManuel, un relato lleno de fantasía y creatividad. Tus letras vuelan con las hadas.
ResponderEliminarMe encanta el título que le has dado a la trilogía, con muchas ganas de seguir leyéndote.
Un abrazo enorme.
Que no nos falten las ganas de volar, fantasía y creatividad que sean pan diario. Gracias por pasarte y comentar, Javier. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHola, Manuel. monarca de las cincuenta palabras.
ResponderEliminarCon retraso, pero más vale tarde que nunca, los refranes son imperativos.
El texto es como para quitarse el sombrero un millón de veces. O la chistera, acaso fuera más apropiado. Y encima hay más, según el título deja claro. hay prórroga pero sin rotura de meniscos ni ligamentos. Es un texto dulce, mas solo en apariencia, pues comienza resfrescándonos (valga la ironía, por si se nos hubiese olvidado) el asunto del cambio climático. Vamos a extinguirnos, más que por el fuego, cantado por los profetas, absolutamente inundados. Pobres hadas, si se les mojan las alas. Luego el cuento se va tornando amable, con el giro de la peripecia. Esos otros seres Elementales, Fantásticos ponen a las hadas en manos de los humanos, pero metafóricamente, es decir, para hacer cuentos con ellas, sobre ellas mejor. Y qué temática más seductora que la de delas hadas. Un microcuento de la factoría Bocanegra, que es mucho decir. Me pongo en plan calificativo y le doy un once sobre diez, olvidándome de la propina. Eres el gran goleador de las cincuenta palabras.
Un abrazo, entre fantástico y asombrado, colmado además de todo mi cariño y admiración.
Hola, Eduardo; hola, Martín; hola, Zurita, mi trinidad preferida. Si no fuera porque aún soy niño con alas me ruborizaría como un imberbe al que le sale un gallo en un requiebro. Pero no, porque me quieres bien, y sabemos que el gusto siempre es nuestro. Del que recibe palabras amables de los compañeros. Para volar hace falta un colchón seguro donde caer cuando nos despeñemos. Y tus palabras vienen a hacerme esa red que me permite, por hoy, ser un soñador entre las alas.
EliminarTraen colas también estas aladas criaturas. No menos de tres. Cada una en su mágica acepción y en su contexto de luz. Tenía ganas de rebozarme en la luz prístina de las historias blancas, aunque lleven, como toda prenda, su doblez.
Tú sabes mirar en los relatos con ojo de disfrutador y también con ojo escrutador y así llenas tus comentarios de esta riqueza y este espíritu que insufla nuevo afán para seguir caminando hambriento de palabras.
Si tú me das el once, el doce es para ti; ya sabes, el del jugador infatigable, el que siempre está sobre el campo, el imprescindible. El amigo entusiasta.
Hoy me has hecho rey de mis palabras. Que te lo premien las hadas con luz y con dicha.
El abrazo más grande es para Eduardo, para Martín, para Zurita. Grande.
Bocanegra: Me has dejado con la boca ahíta de buen gusto y el pensamiento alzado a las nubes. Me siento más niña que ayer, y eso rejuvenece los corazones.
ResponderEliminarMil gracias por este regalito, Manuel
¡Ay, qué bonito! Cuando un texto tiene produce ese efecto, es alegría para quien lo lee y felicidad para el que lo escribe. Gracias, Mª Jesús, un regalo para mí es tu comentario. Un beso.
EliminarYa he encontrado a quien contará mi historia. Gracias ;)
ResponderEliminarHada
Qué suerte tener alas, Anónimo. Gracias. Saludos.
EliminarBueno, parece que no se ha captado bien que mi comentario era un gran elogio a la originalidad de tu micro. Lo siento. Saludos.
EliminarLo he entendido, Dakotta; yo también he tratado de hacerte un guiño amistoso con las alas de las hadas. Muchas gracias. Un abrazo.
EliminarMe quedo más tranquila... ¡A volar! ;))
EliminarGracias al bosque por permitir impregnarnos de la magia de las hadas, y gracias a ti, Manuel, por regalarnos este relato lleno de sensibilidad. Un abrazo.
ResponderEliminarA ti, Salvador, por tu aprecio con los relatos ajenos. Un detalle de buen gusto que demuestra la delicadeza de tu persona. Un abrazo.
EliminarOh, qué micro tan bonito y lleno de fantasía, Manuel. Me ha encantado el por qué de que las hadas aparezcan en los cuentos, desvelando su pequeño misterios: Son charlatanas. Me ha encantado. Un abrazo muy fuerte, amigo Manuel, por tanta belleza con tan pocas palabras.
ResponderEliminarGracias, Carmen, haces vibrar mis cascabeles de duendecillo con tan lindas palabras. Lo más cercano a las hadas que conozco son las palabras, siempre contando, siempre charlando. Un placer tu visita. Un beso.
ResponderEliminarNo sé yo si los humanos se conformarán con hacer cuentos con los personajes del bosque. No sé cuándo se concedió el permiso, pero ya no se ven hadas, ni elfos ni enanos como antes... Excelente micro, Manuel, un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Pepe, vamos quedando pocos y los pocos, creo que nos refugiamos en esta página. Un abrazo.
ResponderEliminarWowwww Manuel has conseguido emocionarme realmente y retrotraerme a esa fugaz e inocente infancia en la que se me iba el día leyendo cuentos de hadas. Gracias por devolverne un pedacito de mi niñez. Besitos. Seguimos leyendonos. Luna Negra
ResponderEliminarCreo que todos las hemos visto alguna vez. en nuestra niñez las hadas invadían nuestro cada día con tanta naturalidad como hoy lo hacen las palabras. Me alegro mucho que te haya llegado la chispa de las hadas, Luna. Un beso.
Eliminar¡Qué maravilla, Manuel! Un cuento de exquisita inspiración y de una delicadeza infantil. Es de ese tipo de historias que sólo las puede escribir un adulto que no ha dejado de mirar hacia nunca jamás.
ResponderEliminarRepito, una maravilla.
Un gran abrazo con manos sin garfio
Ese abrazo tuyo lo tomo suspendido en el aire mágico y generoso de tus palabras, Antonio. Me electriza tu forma de decirlo. Qué poder el tuyo. En algún lugar nos espera el país de Nunca Jamás. Y un gran abrazo.
EliminarHay que trasladarse a los mágicos mundos de la infancia para ponerse en situación, esos que fuimos perdiendo con el transcurrir de los años, y con las preocupaciones y problemas que la vida nos fue trayendo, además de, por lo general, algunas que otras decepciones y desgracias.
ResponderEliminarEn esos bosques fantásticos debió de quedarse el chiquillo soñador que fuimos, ese que tuvo que cederle su puesto al confuso adolescente que parecía desubicado en el mundo y que comenzaba a sentir las abrasadoras llamaradas de Afrodita. Debimos negarnos a crecer, como Peter Pan, pero o no supimos cómo hacerlo, o nos obnubiló el propio discurrir de la vida.
Mas nunca es tarde para regresar a esos lugares, como nos demuestras con esta Tríhada que inicias, en la que has conjurado a esas hadas -quizá similares a Campanilla, quizá como cualquier otra de esas que aparecían en los cuentos en los que vivíamos la mejor parte de nuestras vidas infantiles- que se elevan desde los pantanos en un ambiente de neblina, en plena noche, en la que todo es misterio y uno se queda expectante a la espera de colarse en las más maravillosas aventuras, como, por ejemplo en Las crónicas de Narnia, o en El señor de los anillos, sabiendo que esos peligros que despiertan nuestros miedos se disiparán con la luz del día.
Sea como fuere, con este inicio las has liberado y ya lo invaden todo, aunque parece que han enfadado a ogros, elfos y enanos y, quizá, a algunos otros personajes gruñones y un tanto maliciosos de esos mundos de la fantasía.
Pero hay un misterioso consejo del bosque -¿formado por quiénes?- que ha decidido permitir a los humanos atraparlos -a los humanos que vagan por esos mundos y creen en ellos, pues el resto esta inopia de los realities shows, o de cosas peores- y hacer cuentos con ellas.
Tú ya te has puesto a la tarea, espero que nos prestes a alguna de esas hadas para que ilumine un poco nuestra mohosa imaginación de individuos en peligro de precipitarnos en el filisteísmo reinante, y podamos pergeñar historias llenas de sueños, éxtasis y fantasías.
Genial inicio de una Tríhada que promete ser excepcional. Un abrazo, Manuel.
El simil del paraíso perdido para referirse a la infancia es harto recurrente entre las letras y no me extraña. Cierto es que fue un paraíso de ingenuidad y magia, donde los ojos estaban abiertos a lo invisible, o mejor dicho, todo nuestro ser pertenecía entonces al mundo informe de lo que aún no era sólido.
ResponderEliminarLuego, viene, como bien dices, Enrique, el tiempo de la muda y las alas se cambian por obligaciones.La solidez empieza a fraguar pronto. Cada vez más temprano. Cuando yo era un niño de pocos años (ahora soy un niño con bastantes) jugábamos hasta casi ser jóvenes en las calles del pueblo a mil y un juegos donde unos a otros nos íbamos dando paso y enseñándonos las formas de los distintos juegos de cada estación. No existían las clases extraescolares, que se conforman hoy ya con un claro tinte de obligación de infancia por la que todo niño o niña que quiera tener un futuro (¿claro?) debe aceptar para formarse e ir preparado a la guerra de la competitividad.
Será por esa prolongada infancia que uno tuvo la suerte de vivir, que no solo los recuerdos del mundo mágico han perdurado, sino que uno se sigue resistiendo a que el único mundo posible es este al que llaman realidad. Otros mundos hay, sí, y están en este, solo hace falta recrearlos. Como este de las hadas. Son y están en cada parte de la inspiración de nuestros cuentos, subrayando ese estado especial que nos lleva a escribir unos versos, a pintar unas acuarelas, a dar la mano de igual a igual al que tiene pesar o se haya necesitado. Creo que las hadas esa parte nuestra que tiene que ver con la bondad y la creatividad. Cuando se manifiesta esa parte nuestra, cobra forma el mundo mágico, lo sólido se transforma en etéreo y es posible entender que el origen de los milagros reside en nuestro interior.
No obstante, el mundo mágico tiene sus pequeñas objeciones. Las hadas son tan parlanchinas que a veces no nos dejan dormir, ¿no las has oído alguna vez dentro de ti, inquietas por una idea que quieres escribir y el tiempo y las obligaciones no te dejan? Son ellas, Enrique. Están en ti.
Un gran abrazo, amigo. Gracias por tus palabras y por el tiempo que dedicas a las mías.
A esas revoltosas hadas parece que les acabó pasando lo que en otro tipo de situaciones ha venido ocurriendo desde hace tiempo con los lobos, conejos, ratas y otras especies que por distintos motivos se nos hacen incómodas; aunque uno se queda con la sensación, después de leer tu extraordinario relato, que en este caso el resultado es mucho más desenfadado, y que en el bosque ahora se vive más tranquilo mientras que ellas no han dejado de alborotar, hablar y reír.
ResponderEliminarVaya nivel que muestras en cada relato, Manuel. Con este creo que has tocado el lado más sensible de casi todos los que nos ponemos a imaginar historias.
Enhorabuena y un abrazo.
Creo, Enrique, que las hadas nos reinventan. Nosotros andamos ufanos buscando los tres pies de cada relato y, sin embargo, son ellas las que están detrás de cada hallazgo. Fue, tal vez, porque alguna vez soñamos con ellas, que escribimos para volverlas a soñar. A mí me mueve su mundo ingrávido, creo que su reino está fundamentado en la levedad de ser como es, restando dramatismo a los asuntos graves, empolvando mágicamente la vida para que los sueños, el sueño que vivimos, sea posible.
ResponderEliminarAlgo de esto quería dejar en el relato, sin saber a ciencia cierta qué; como tú sueles decir, escribimos de oído, aunque muchas veces tengo la sensación de escribir al dictado de tan poco sé muy bien qué. ¿Será el dictado de las hadas?
Como siempre, tu comentario me trae un cierre lleno de estímulo y unas apreciaciones que enriquecen con mucho mi relato. Gracias. Y un fuerte abrazo.