Primero, me puse morados: un mundo donde los sexos eran tratados por igual.
Después, verdes: un mundo esperanzado, lleno de segundas oportunidades.
Otra opción, blancas: la gente irradiaba pureza.
Me las quité y se me abalanzó una fría ráfaga de viento y ¡AH! Se me metió algo en el ojo.
Escrito por Saioa Etxegia Eizagirre